Ana Rodríguez de Agüero | 16 de octubre de 2020
Señora de rojo sobre fondo gris es, quizá, el más logrado de los cantos a la felicidad matrimonial de nuestras letras. El homenaje en forma de novela de Miguel Delibes a su esposa, Ángeles de Castro.
La anécdota es de sobra conocida: Miguel Delibes no inició su andadura en El Norte de Castilla como periodista, sino como dibujante, «con veinte duros de asignación mensual» (como contaría él mismo a César Alonso de los Ríos, en su libro de conversaciones). Corría el año 1941 y el joven Delibes, novio ya de Ángeles de Castro, sentía «la necesidad de ganar algún dinero». Después de una exposición de caricaturas en el café Corisco, empezó a publicar sus dibujos en El Norte, firmados como MAX: las iniciales de Miguel y Ángeles, y la incógnita (X) de qué les depararía el futuro.
Cincuenta años después, en 1991, Miguel Delibes despejaba definitivamente la X de la ecuación, con la publicación de la novela que es mi predilecta entre todas las suyas: Señora de rojo sobre fondo gris. Es una de las más hermosas elegías esponsales de la literatura occidental, y quizá el más logrado de los cantos a la felicidad matrimonial de nuestras letras.
Muchas cosas habían ocurrido en esos cincuenta años, con su trascendencia en la vida y en la obra del escritor vallisoletano: después del noviazgo, la boda en 1946, los siete hijos del matrimonio, los viajes y los libros, la inesperada enfermedad de Ángeles, en el verano de 1973, y su muerte poco más de un año después, el 22 de noviembre de 1974. Casi quince años hubieron de transcurrir para que Delibes pudiera escribir la novela que quería ofrecer a su mujer como homenaje, si hacemos caso de la fecha que aparece en la primera página del manuscrito, 5 de julio de 1989.
«Desde que sé yo los años venía incubando la idea de rendir un homenaje literario a mi mujer, a Ángeles. Pero lo iba dejando por miedo a no atinar. Porque lo que tenía claro es que mi homenaje, como novelista que soy, tenía que ser una novela. No un desahogo sentimental más o menos emotivo y literario, una elegía lacrimógena evocando a la esposa perdida, sino una novela, y a ser posible una buena novela. Y en esto, el tiempo, el distanciamiento del tiempo, tenía, sin duda, mucho que ver». Así le hablaba Delibes a Ramón García, según recoge este en su biografía El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca, que -no es casualidad- lleva en su cubierta una fotografía del matrimonio, Miguel y Ángeles.
Señora de rojo es un monólogo del protagonista, Nicolás, alter ego del propio Delibes –pintor en lugar de escritor–, que se dirige a su hija mayor, Ana, recién liberada de la cárcel que ha padecido por motivos políticos, para contarle los últimos meses de vida –la enfermedad y muerte– de su madre, Ana, alter ego de Ángeles. La enfermedad, el final de la vida, son ocasión en que se desvela con gran verdad lo que una persona es, el núcleo que la constituye: y la novela de Delibes traza los rasgos de la personalidad fascinante de Ángeles, y cómo esta explica, además, lo que él mismo califica como «su tenaz enamoramiento» a lo largo de los años. Amor hasta la muerte, y más allá de la muerte: en una entrevista que le hizo Manu Leguineche para El País semanal, publicada en enero de 1994, explica Delibes que «el hecho de que no me haya casado otra vez se debe a que no he encontrado lo que podía corresponder a lo que tuve. Tuve un buen matrimonio, tuve una mujer que me comprendió, que me ayudó mucho, y he dudado durante dieciocho años que pudiera existir una mujer así».
Es una novela matrimonial, puesto que el tema principal de la misma no es tanto el relato de los últimos meses de vida de su mujer, ni el recuerdo de su vida en común, ni siquiera los miedos del artista que se enfrenta a la soledad –siendo todos estos temas fundamentales de la obra–, sino el propio matrimonio de Ana y Nicolás: «La nuestra era una empresa de dos», dice Nicolás a su hija, y le transmite también las palabras de su madre al conocer su enfermedad: «Soy tan tonta, le dijo, que he llegado a creerme que era yo la que ganaba el dinero». Entre los dos criaron a los hijos, los dos afrontaron juntos lo que la vida fue deparando: trabajo y amistad, viajes y libros.
Un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitudMiguel Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris
Ramón Buckley lo ha visto con gran pericia en su libro Miguel Delibes, una conciencia para el nuevo siglo: además del explícito homenaje a su mujer, «Delibes escribió este libro para sí mismo, para realizar ese ajuste de cuentas que tenía pendiente con su propia persona. […] Lo que Delibes está planteando en esta novela –que tan cercana está a su vida– es la relación de pareja de un artista y la manera en que esta relación afecta a su obra. […] De lo que aquí estoy hablando es de una simbiosis, es decir, de una relación íntima y especial que nace entre dos seres humanos y que afecta profundamente a su vida íntima. Y es de esta vida íntima compartida de donde nace la creación artística y literaria».
También Julián Marías, amigo del escritor (y con una amistad doble, puesto que de ella fueron partícipes sus esposas), en su contestación al discurso de ingreso de Delibes en la Real Academia Española, el 25 de mayo de 1975, reflejó esta misma idea: «Creo que no se puede entender la obra de Delibes sin tener en cuenta la realidad de su vida familiar: la compañía de tantos años de esa alegría serena que solíamos llamar Ángeles, esa mujer, a la vez maternal y niña, sencilla y clara, que con su mera presencia aligeraba la pesadumbre de la vida; los siete hijos que les fueron naciendo. A todos ellos los encontramos en las páginas que Delibes ha escrito».
Señora de rojo sobre fondo gris es la gran novela sobre el matrimonio, valorado justamente solo cuando se ha deshecho; no en vano, Delibes comenzó su discurso de ingreso en la Real Academia explicando que lo que le ha sucedido es «seguramente lo más importante que podría haberme ocurrido en la vida: la muerte de Ángeles, mi mujer, a la que un día, hace ya casi veinte años, califiqué de «mi equilibrio». He necesitado perderla para advertir que ella significaba para mí mucho más que eso: ella fue también, con nuestros hijos, el eje de mi vida y el estímulo de mi obra pero, sobre todas las demás cosas, el punto de referencia de mis pensamientos y actividades. Soy, pues, consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo». Es la misma conciencia que alumbrará, años después, la escritura de la novela: «Ensimismado en su tarea, uno cree, sobre todo si es artista, que los demás le deben acatamiento, se erige en ombligo del mundo y desestima la contribución ajena. Pero, un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud».
Es la novela que solo podía escribir un hombre que se ha definido a sí mismo como «un hombre de fidelidades». Fidelidad a un paisaje, a una ciudad, a una mujer. Fidelidad a una vida que se ha forjado en la relación con esa mujer, en la vida y también después de la muerte: los testimonios de los biógrafos del escritor, de este en las entrevistas que concedió, incluso las fotografías (tan elocuentes) en las que aparece, viudo ya, en su estudio de Valladolid o de Sedano, siempre posando bajo el retrato de su mujer, son unánimes. Quizá por eso encuentro tanto consuelo siempre que vuelvo a sus páginas, entreveradas de nostalgia y de honda belleza, en las que siempre saboreo lo antiguo y encuentro algo nuevo. Quizá porque las leí por primera vez muy joven, y marcaron para siempre mi forma de ver la vida, de entender el matrimonio, las hondas lealtades, definitivas, que forjan una vida digna de ser vivida, cantada y recordada. Como la vida de Miguel, como la vida de Ángeles, que fueron en el fondo (y esa es la grandeza del matrimonio) una única vida.
La muerte es, para Miguel Delibes, una presencia inevitable que marcó su literatura y también su propia existencia.
Libre, independiente, rebelde y militante del humanismo cristiano. Claves de la figura de Delibes que ayudan a entender algunas dimensiones de su vida y su obra.