César Cervera | 24 de octubre de 2020
La mentalidad y las técnicas permitieron a los navegantes y conquistadores españoles adelantarse a otras naciones varias décadas en hitos que, como el de demostrar la redondez del mundo, cambiaron la forma de vivir y entender la humanidad.
La leyenda negra tiene un repertorio de argumentos gigantes para estrechar cualquier mérito español. Da igual el tema que se toque, América, tercios españoles, navegación o ciencia… que siempre termina aflorando la explicación más inverosímil para convertir el hito hispánico en algo insuficiente, nocivo o casual.
La idea de que España creó un imperio de forma inconsciente, sin querer, tiene su piedra filosofal en la falsa anécdota de que Isabel la Católica financió el primer viaje vendiendo sus escasas joyas. Un reino empobrecido y atrasado se encontró, en términos de la leyenda negra, por casualidad con un continente que colonizó con brutalidad para gran desgracia de la humanidad. Aparte de que es mentira que Isabel vendiera sus joyas para pagar a Cristobal Colón, pues de hecho ya las tenía empeñadas para la guerra en Granada, la realidad es que una expedición de tres barcos no era algo fuera del alcance de una potencia pujante como Castilla y, en cualquier caso, lo difícil no fue ir, sino quedarse. Apenas seis meses después del primer viaje, la Corona ya tenía lista una expedición de 17 barcos y 1.500 personas embarcadas con destino a América. Las primeras de muchas.
Solo dos países estaban en condiciones geográficas, tecnológicas y humanas para acometer una empresa de las características que fue conquistar, explorar y colonizar todo un continente. Estos dos países eran Portugal y la España de los Reyes Católicos, con la salvedad de que el primero tenía, por esas fechas, comprometida la mayoría de sus recursos en la exploración del Índico y la segunda estaba deseando romper con las cadenas históricas que la habían mantenido aferrada a la península.
Los argumentos del imperio inconsciente se repiten para quitar también mérito a la primera circunnavegación a la Tierra, cuyo 500º aniversario estamos celebrando. La frase recurrente es que no fue la tecnología española la que domesticó los mares, sino los mapas y técnicas que Magallanes, naturalizado castellano, le robó a los portugueses y a otras naciones para iniciar su proyecto. Esta disparatada teoría que aparece constantemente en redes sociales y foros de opinión de escaso valor informativo se enfrenta a varios datos bastante inamovibles.
Dar la vuelta al mundo a vela es incluso en nuestros días una operación complicada que requiere buena muñeca y tecnología avanzada. No basta la fortuna, ni la improvisación. Para optar al puesto de piloto de Su Majestad en tiempos de Elcano había que acreditar conocimientos técnicos y matemáticos mediante examen, lo que hoy llamaríamos una oposición. Como explica Tomás Mazón Serrano en su libro Elcano: Viaje a la historia (Ediciones Encuentro), para la expedición de Magallanes-Elcano embarcaron nada menos que cinco de estos pilotos opositores, de los mejores expertos del mundo en navegación.
Solo dos países estaban en condiciones geográficas, tecnológicas y humanas para acometer una empresa de las características que fue conquistar, explorar y colonizar todo un continente
Lo hicieron, además, no con cartografía robada, sino con 23 cartas de marear preparadas para la ocasión por Nuño García de Toreno en la Casa de Contratación de Indias de Sevilla. Este centro del saber castellano se estableció para formar a profesionales en astronomía, cosmografía, diseño de instrumentos de navegación y demás conocimientos científicos, y se convirtió con el tiempo en una especie de Cabo Cañaveral de la Astronomía y el Arte de Navegar. Porque, y eso es obvio, si hay un hito igualable al alunizaje fue, sin duda, la primera circunnavegación a la Tierra.
Aunque el objetivo original de la Expedición de Magallanes era llegar a las Molucas por Occidente, no fue del todo una casualidad que Juan Sebastián Elcano terminara realizando el viaje de vuelta sin mirar atrás hasta finalizar el primer viaje sin derrotero. En consonancia con el lema hispánico «plus ultra», «ir más allá» de los límites, el guipuzcoano tomó una decisión que en su razonamiento era totalmente lógica, a pesar de los enormes peligros que tenía ante sí, dada su fe en las habilidades de los navegantes españoles y porque creía poder vencer a otro mito. Así lo veían aquellos personajes que ya no pensaban en términos medievales, sino con una visión global y rabiosamente humanista.
La mentalidad y las técnicas permitieron a los navegantes y conquistadores españoles adelantarse a otras naciones varias décadas en hitos que, como el de demostrar la redondez del mundo, cambiaron la forma de vivir y entender la humanidad. Cuando el corsario Francis Drake completó la segunda circunnavegación a la Tierra (en verdad, fue la tercera si tenemos en cuenta a los supervivientes de la expedición de García Jofre de Loaysa y Juan Sebastián Elcano de 1525), necesitó secuestrar a pilotos y capitanes ibéricos y valerse de mapas españoles para acometer una aventura que, sesenta años después, seguía lejos de las posibilidades tecnológicas de su país. Las casualidades rara vez existen.
La Europa actual recuerda a Elcano como un depredador hispano en busca de más recursos que explotar.
El mundo académico y el de la divulgación se dan la mano para frenar las mentiras sobre la historia de España y abrir paso al pensamiento crítico.