Małgorzata Wołczyk | 04 de noviembre de 2020
La gran mayoría de la Polonia católica no se dejará silenciar. En plena pandemia no saldrá en una procesión callejera para contramanifestarse. Nos preocupamos por la salud de nuestros seres queridos y la de nuestros adversarios también.
El estallido de la revolución en Polonia nos sorprendió a los polacos incluso más que el estallido de la pandemia en marzo. Y, sin embargo, ya hace un mes nos parecía que Polonia es casi como una isla insólita, la en que si: «Galilaee Vicisti»; si no para siempre, al menos para unas décadas mas.
Creo que estábamos esperando que un polaco medio asimila su fe y el respeto por los valores cristianos desde el seno materno. Eso no significa que seamos tan ingenuos, significa simplemente que el nivel de vulgaridad, agresión y odio hacia la Iglesia nos ha dejado todavía en estado de shock. Hay que recordar que incluso los comunistas polacos no se atrevieron a entrar en las iglesias, a interrumpir las misas. Claro, conocemos muy bien en nuestra historia la persecución de los católicos, pero los bárbaros siempre han sido «ellos»: nazis, bolcheviques, nacionalistas ucranianos, suecos, y nunca «los nuestros». Sí, los síntomas de la inquina hacia la Iglesia polaca, la que en esta tierra escribió la página más gloriosa y noble en nuestra historia, aparecieron antes, pero el estallido de la lava del odio nos sorprendió a todos.
La pregunta que cada católico polaco se hace ahora es: ¿cuántos de nosotros somos realmente católicos? ¿Es que no hemos sido una inmensa mayoría? ¿Cómo es posible que la publicación de la mera sentencia del Tribunal Constitucional, que simplemente afirmó (no podría afirmar lo contrario, así es la letra de la ley): «La disposición que permite el aborto en el caso de una probabilidad de deterioro grave e irreversible del feto o una enfermedad incurable que amenace su vida ES INCONSTITUCIONAL», ¿provocó el mar de ira de un pueblo considerado tan católico?
Es demasiado pronto para dar la respuesta. Todos los que observamos con horror este espectáculo dramático en las calles de Polonia, ataques a sacerdotes y monumentos de nuestros héroes, esperamos que la mayoría católica silenciosa se haya quedado en casa, como corresponde a personas responsables en el momento del pico de la pandemia. Y solo son los revolucionarios furiosos los que han tenido que salir para gritar su «tolerancia» escupiendo en la cara a cualquiera que no compartiera su opinión. «¡Esto es una guerra!», gritan los amantes de la tolerancia con su bandera del rayo rojo. Los niños de la prosperidad ofrecida por el Gobierno de Ley y Justicia ya están aburridos de las reglas de democracia y les molesta mucho una Iglesia que no quiere «reformarse» a la occidental. Quieren un golpe de Estado, quieren ver los rostros humillados de los católicos, quieren sembrar el virus en pleno apogeo de la pandemia, esperando que, cuantos más muertos haya, más rápido caerá el Gobierno que odian.
Quién está detrás de esta «Revolución de octubre»? Como siempre: los inconscientes entusiastas del mundo orwelliano: el lobby feminista, el lobby LGBT, la oposición total del Parlamento, la nueva izquierda radical y los viejos poscomunistas
Y, antes de que la revolución devore a sus propios hijos, les da un poco de tiempo para deleitarse con gritos vulgares y absurdos (que no se puede citar), hacerse un millón de selfies y comentarios en Facebook (como unos héroes de la guerra del odio). La lista de sus postulados son los mantras de los progresistas hiperavanzados: «Exigimos derechos humanos: aborto legal, educación sexual en las aulas, queremos un estado laico, acabar con la financiación de la Iglesia con el presupuesto estatal, acabar con la religión en las escuelas y la renuncia inmediata del Gobierno».
¿Quién está detrás de esta «Revolución de octubre»? Como siempre: los inconscientes entusiastas del mundo orwelliano: el lobby feminista, el lobby LGBT, la oposición total del Parlamento, la nueva izquierda radical y los viejos poscomunistas, así como celebridades, periodistas y escritores dispuestos a vender su alma para vivir como «aquellos europeos del Occidente mas civilizado», aquellos del Occidente Ilustre que reconoce los derechos humanos como el aborto, la eutanasia y la vida desde la perspectiva de género…
Esperar y ver… pero la gran mayoría de la Polonia católica no se dejará silenciar. En plena pandemia no saldrá en una procesión callejera para contramanifestarse. Nos preocupamos por la salud de nuestros seres queridos y la de nuestros adversarios también. Pero en las primeras palabras de nuestro himno nacional siempre hay una respuesta actualizada a las hordas salvajes que quieren destruir la Polonia fiel y cristiana, incluso cuando ellas sean, por desgracia, de la otra tribu de la misma tierra: «Mientras estamos vivos – Polonia aún no ha muerto».
Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
La vicepresidenta de la Fundación Villacisneros afirma que este Gobierno «no encuentra, desgraciadamente, una oposición firme y contundente que defienda, ideológica y pedagógicamente, lo más sagrado que tenemos, que es la vida».
El pasado fin de semana del 18 y 19 de octubre se celebró la Convención Europea de «One of Us» en Santiago de Compostela, cuya presentación se hizo en París en febrero de este mismo año.