Bieito Rubido | 10 de noviembre de 2020
No creo que el sanchismo esté dispuesto a ese nivel de concordia que permita el diálogo o acepte otra cosa que no sea su verdad.
Menos mal que nos queda Margarita Robles en el Gobierno. Cuando habla la ministra de Defensa uno se reconcilia con la idea del servidor público, y eso que me consta que no le hago ningún favor, porque cada vez que es alabada desde sectores ajenos al entorno del Gobierno actual, Adriana Lastra y Pablo Iglesias la fustigan. Verbalmente, es cierto, pero la fustigan. Es lo que ocurre cuando la política se ve desde la trinchera o desde el sectarismo. No entienden que se puede discrepar en unos aspectos de la acción pública, pensar de otra forma y coincidir en determinados asuntos. En la mayoría de las ocasiones esas coincidencias vienen de la mano de cuestiones esenciales, fundamentales para el buen desarrollo de la vida en democracia. Por eso concuerdo con Margarita Robles cuando afirma que los Gobiernos no están para velar por lo que dicen los medios de comunicación. En realidad, si se hace eso, se va directamente contra uno de los contrapesos de la democracia. Jefferson lo dijo hace casi doscientos años: «Si me dan a elegir, prefiero periódicos sin Gobierno que Gobierno sin periódicos». Bien es cierto que esta afirmación es anterior a su llegada a la Presidencia de los Estados Unidos.
Desde la Moncloa, con los precedentes de convertir en secreto de Estado la información que de verdad interesa a los ciudadanos, se quiere organizar una oficina que vele por la verdad. ¿Qué verdad? ¿La tuya? ¿La mía? Como escribió Machado, «ven conmigo a buscarla». No creo, sin embargo, que el sanchismo esté dispuesto a ese nivel de concordia que permita el diálogo o acepte otra cosa que no sea su verdad. No hace mucho, un general en activo, experto en desinformación, me aseguraba que en España quien más mentía era el propio Gobierno. Confucio enseñaba hace miles de años: «El buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor». Baltasar Gracián, muchos siglos después, solía decir: «La verdad se ve, la mentira se escucha». Tome buena nota el lector. Nada nuevo bajo el Sol, salvo la tecnología que ha multiplicado por infinito la capacidad de mentir.
Mientras esperamos la vacuna anticovid, busquemos con ahínco y determinación los anticuerpos que nos inmunicen contra el populismo y la dictadura, envuelta en papel de celofán, que se atisba en el abrasivo comportamiento de Sánchez e Iglesias.