Bieito Rubido | 11 de noviembre de 2020
No nos está permitido elegir el tiempo que nos toca vivir, el de la covid y el neocomunismo rancio, pero sí actuar para poder cambiar las cosas.
Usted sabe, amigo lector, que no nos está permitido escoger el tiempo que nos toca vivir. Nadie nos ha pedido permiso para que viniésemos a la vida justamente en esta época. Ni siquiera nos preguntaron si queríamos nacer, ni en qué familia, ni en qué país. Aquí estamos, en la España del sanchismo, donde la inteligencia y los valores han pasado del cerebro al estómago. En esta nación que unos pocos quieren trocear en nación de naciones. En esta patria, cuyo patrimonio heredado nos trae una historia formidable y una lengua que esos mismos pocos quieren hacer desaparecer. No cabe duda de que la inteligencia ya no habita donde solía. Siempre hay un momento en que un airado español, repudiando su cuna, hace saltar la mesa por los aires, porque en realidad quiere ser de Estocolmo y no de Bilbao, esa ciudad española desde mucho antes de que los romanos pasasen de largo por ella, mucho antes de que Dios hubiese decidido ponerle nombre.
Es cierto que no nos está permitido elegir el tiempo que nos toca vivir, el de la covid y el neocomunismo rancio. Pero también es cierto que sí nos está permitido actuar para poder cambiar las cosas de esa época en que hemos venido al mundo. En nuestras manos está transformar la realidad que nos circunda. No es necesaria una gran revolución ni un movimiento sísmico social. Basta con cumplir cada día con nuestra responsabilidad; hacer bien lo que nos corresponde; votar con la cabeza para que nos gobierne el menos malo y aparcar las emociones.
Cada mañana de este otoño damos los buenos días a la tristeza que empapa la epidermis de una sociedad abatida y desesperanzada. Le propongo al lector que preparemos nuestro «buenos días» a la normalidad, que ya está ahí, a la vuelta de la esquina, en 2021. Cuando nos percatemos de la grandeza de la normalidad, querremos defender, cada uno desde su lugar y desempeño, la enormidad de esa democracia que ahora mismo unos aventureros nos quieren arrebatar.
No creo que el sanchismo esté dispuesto a ese nivel de concordia que permita el diálogo o acepte otra cosa que no sea su verdad.
Mientras esperamos la vacuna anticovid, busquemos con ahínco y determinación los anticuerpos que nos inmunicen contra el populismo y la dictadura, envuelta en papel de celofán, que se atisba en el abrasivo comportamiento de Sánchez e Iglesias.