Bieito Rubido | 16 de noviembre de 2020
La vida es fascinante y merece ser defendida. Por eso me preocupa que quien pudo hablar ayer haya quedado callado.
Me preocupa el silencio. Y es que no es tiempo de permanecer callados. Solo me gusta el silencio cuando paseo por el bosque al despuntar el día. Todo está en calma y solo el viento, como el mar cuando rompe, se permite quebrar la sonoridad apagada de la naturaleza. Tampoco me gusta la jauría, ni el ruido de los cócteles, ni el bullicio de la gran ciudad. Me gusta la quietud y su eco, que suena justamente a silencio. Pero solo ahí. No me gusta el silencio de los púlpitos ni el de las universidades. No entiendo por qué están mudos los intelectuales y los periodistas. Me cuesta comprender este tiempo en que se quiere aprobar la eutanasia, en el que nos roban la forma de educar a nuestros hijos, en el que la memoria es tan selectiva que olvidamos a los muertos recientes y recordamos a los del lejano pasado. Malos tiempos en los que todo eso ocurre. Malos tiempos en que la gente calla. Malos tiempos cuando los déspotas no escuchan al pueblo y este se resigna. ¿Nadie va a decir nada sobre esa ley que legaliza la muerte, invocando la dignidad de la persona? ¿De verdad? ¿Vamos a seguir mudos ante una ley educativa que hurta a los padres derechos tan elementales como la enseñanza de su propio idioma?
No me gusta el silencio. No entre las personas. No cuando es necesaria la palabra, el verbo, la capacidad de argumentar, de intentar convencer de que otra manera de ver y entender la vida es posible, más allá de la dictadura de lo políticamente correcto. La vida es fascinante y merece ser defendida. Por eso me preocupa que quien pudo hablar ayer haya quedado callado. Pero tú no te resignes, aún queda fuerza en nuestros brazos, ánimo en nuestra alma, ilusión en nuestra mirada, ideales en nuestra mente y determinación en nuestro corazón. Puede que nada de ello te sugiera actualidad. Sin embargo, es lo más actual que hay, aunque viene desde la lejanía de la noche de los tiempos. El silencio, solo para el bosque.
Nuestra libertad se expresa en toda su intensidad y extensión cuando asumimos la cuota de responsabilidad que nos corresponde.
España cuenta con un pueblo extraordinario y con unas élites deplorables y eso explica muchas de las cosas que están ocurriendo.