Andrés Ramos | 16 de marzo de 2017
El pasado martes 14 de marzo, en el año del 50º aniversario de su ordenación sacerdotal y cuatro años después de la elección del papa Francisco, los obispos, reunidos en la 109ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, reeligieron presidente del episcopado para un nuevo trienio al arzobispo de Valladolid, el cardenal Ricardo Blázquez.
Al mismo tiempo, y para ese mismo periodo, esta Asamblea llevó a cabo la elección de vicepresidente, nombramiento que recayó en el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, y de la mayor parte de los cargos de la Conferencia, a excepción del secretario general y el vicesecretario para Asuntos Económicos.
En el discurso inaugural, el nuevo presidente expresaba, en nombre propio y en el de toda la Conferencia Episcopal, la comunión con el papa Francisco
Tras el resultado de la pasada votación de sondeo y del llamado “tiempo de murmuración”, las indicaciones de los propios obispos concentraron la atención en el arzobispo de Valladolid; no hubo sorpresas en la Presidencia y Blázquez fue elegido en primera votación con 52 votos. Es la tercera ocasión en la que Blázquez es elegido por sus hermanos en el episcopado para esta tarea, y “con gran aceptación”.
En fecha reciente, el 22 de diciembre de 2016, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, el papa Francisco se dirigía a él con palabras cargadas de un “especial sentimiento de afecto” en un mensaje entrañable en el que, entre otras realidades, ponderaba todo su ministerio pastoral “lleno de excelentes obras y enriquecido en todos sus cargos”.
En el discurso inaugural, el nuevo presidente expresaba, en nombre propio y en el de toda la Conferencia Episcopal, la comunión con el papa Francisco, obispo de Roma y pastor de la Iglesia Universal, “la colaboración y obediencia al sucesor de Pedro, el afecto cordial en el Señor, el apoyo en el ejercicio de su ministerio petrino” y pidió para el Santo Padre “una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita”. Blázquez es un hombre amable, dialogante, cercano, así acostumbra a mostrarlo a través de sus gestos y palabras.
Expresiones como «moderar» y «custodiar» brotan en los discursos del cardenal y nos avanzan un estilo firme y amable de ejercer el ministerio; llamadas a que todos actúen con libertad y a que todas las voces sean escuchadas; y la certeza de la unidad de los obispos, corresponsables de una misma tarea y fieles como “fraternidad de servidores” a la misión que Dios les ha confiado.
Abulense, nacido en Villanueva del Campillo en 1942, doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, ejerció muchos años la docencia en la Pontificia de Salamanca, de la que llegó a ser gran canciller.
En la actualidad, lleva 29 años de obispo. Recibió la ordenación episcopal en Santiago de Compostela, de manos de Antonio María Rouco Varela, diócesis para la que fue nombrado obispo auxiliar. El 26 de mayo de 1992 fue designado obispo de Palencia y, el 8 de septiembre de 1995, obispo de Bilbao, recibido en un primer momento como “un tal Blázquez” y, posteriormente, percibido como un pastor cercano.
El 13 de marzo de 2010, se hizo público su nombramiento como arzobispo de Valladolid. En la Conferencia Episcopal asumió diversas responsabilidades. El papa Francisco lo creó cardenal en el consistorio de febrero de 2015, con el título de Santa Maria in Vallicella, y lo nombró miembro de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Congregación para las Iglesias Orientales y de la comisión cardenalicia para la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.
Expresiones como «moderar» y «custodiar» brotan en los discursos del cardenal y nos avanzan un estilo firme y amable de ejercer el ministerio
En un profundo y esperanzador discurso inaugural, y quizás programático, nos habló de prolongar la onda expansiva del Concilio Vaticano II, de la colegialidad episcopal, de una Iglesia de la escucha recíproca y del diálogo, de la escucha del Espíritu Santo. Aludió a temas tan relevantes para la sociedad actual como la dignidad de persona humana, con referencias a la crisis y al compromiso y preocupación de la Iglesia por los pobres que “están en el corazón del Evangelio”, invitándonos a escucharlo y a traducir nuestras relaciones personales y sociales.
Presentes, cómo no, la pastoral juvenil y vocacional. Ofrece el nuevo presidente una referencia específica a la importancia y necesidad del Pacto de Estado sobre la educación que implique a todos los agentes sociales y que promueva una ley de educación consensuada y duradera. Se trata de una nueva e ilusionante situación de nuestra realidad española, en la que la Iglesia, por su historia, experiencia y compromiso en este ámbito, tiene el derecho y la responsabilidad de estar presente en la gestación de este pacto.
Un acuerdo fundamental recogido, dice el cardenal, en la Constitución Española. Además, los intentos para conseguir este consenso han fracasado una y otra vez y las leyes orgánicas sobre educación, expresa Blázquez, no parecen la solución razonable. Estos y otros muchos trabajos para los próximos tres años que, en palabras del nuncio apostólico, “ahora inician mirando, con responsabilidad y unanimidad de corazón, el bien de la Iglesia que está en España”.