Javier Pérez Castells | 26 de noviembre de 2020
Parece razonable que se vacune solo a la población de más de 65 años y a la que tenga patologías de riesgo. Si la inmunización es efectiva, no habría ninguna razón para no recuperar totalmente la normalidad en un máximo de dos meses.
No hay quien se aclare con el asunto de la vacunación. Hemos entrado en una fase de claro nerviosismo por parte de los políticos y de las compañías farmacéuticas involucradas en la carrera. Ha supuesto una inversión enorme y puede significar un beneficio gigantesco y un enorme prestigio. Pero también puede terminar en la amargura de la medalla de bronce, sin retornar los esfuerzos económicos realizados. En este contexto es como yo entiendo las declaraciones de directivos de empresas anunciando, precipitadamente (aunque no falsamente), los buenos resultados de los estudios clínicos y prometiendo disponibilidad de las vacunas para principios de 2021.
Por su parte, algunos políticos también necesitan alimentar con buenas noticias a sus ciudadanos, cansados de una situación de falta de libertad y angustia económica a la que no se le ve el final. Pero, simultáneamente, personas relevantes de las agencias del medicamento y de la OMS advierten que las vacunaciones no van a estar completadas tan pronto como se nos está haciendo creer y hablan incluso de finales de 2021.
¿A quién debemos creer? Posiblemente a ambos. Es muy probable que tengamos vacunas a principios de año, no sé si en España, pero al menos en algún país de Europa de los que parten el bacalao. A partir de ahí, se vacunará a la población por grupos de riesgo, pero llegar a todo el mundo llevaría bastante tiempo. Aquí surge una pregunta que parece muy pertinente: ¿verdaderamente es necesario vacunar a la gente que no tiene un riesgo vital importante a la hora de pasar la enfermedad? Cada vez son más las voces que opinan que no, y yo me uno a ellas. ¿Qué habría sucedido si el coronavirus hubiera afectado a la gente vulnerable igual que lo hace con las personas jóvenes y sanas? Sin duda, este virus habría pasado como una ola de afección vírica más entre las muchas que vivimos cotidianamente.
Parece razonable entonces que se vacune únicamente a la población de más de 65 años y a la que tenga patologías de riesgo. En España, esto supone como mucho 10 millones de personas. A partir de ahí, si la inmunización es efectiva, no habría ninguna razón para no recuperar totalmente la normalidad, independientemente de que se decida, posteriormente, hacer alguna campaña adicional de vacunación. En definitiva, no sé cuándo empezarán las vacunaciones, pero creo que desde que empiecen hasta que se recupere la normalidad (la de siempre, no la nueva) no debería pasar mucho tiempo: máximo dos meses.
Actualmente, tenemos dos vacunas realizadas con ARN mensajero (ARNm) que parecen haber demostrado una alta capacidad de inmunización y que están en pleno proceso de producción de millones de dosis (Pfizer y Moderna). Se trata de una forma de vacunación totalmente novedosa, y en ambos casos precisa de dos dosis por paciente. No hay ninguna vacuna en el mercado con esta aproximación. Esto ha dado lugar a no pocos bulos apocalípticos sobre la posibilidad de cambios genéticos en las personas vacunadas y demás desastres. Nada hay de cierto en ello. Un ARNm no puede cambiar nuestra genética. Es un caso claro de miedo líquido. Es cierto que, al ser un proceso novedoso, podría haber quedado algún cabo suelto no previsto que nos diera alguna sorpresa desagradable, pero no son de esperar efectos adversos generalizados que no se hubieran detectado en los estudios clínicos.
Lo que sí es un problema es que las moléculas de ARNm no son muy estables a temperatura ambiente y necesitan ser conservadas en frío. La vacuna de Pfizer debe mantenerse a -70º, y esto es un problema logístico de primera magnitud (nunca antes un fármaco o vacuna necesitó tal temperatura). Pfizer ha desarrollado «maletas» especialmente construidas que pueden sellarse herméticamente y enviarse incluso en camiones no refrigerados. Contienen nieve carbónica y duran frías 10 días, siempre que se abran solo dos veces al día durante menos de 3 minutos. Cada una contiene hasta 5.000 dosis. Para conservar más tiempo la vacuna se necesitan los costosos congeladores de -80 ºC, que solo están disponibles en grandes hospitales y centros de investigación.
La vacuna de Moderna necesita conservarse a unos 20 grados bajo cero. Con un transporte en camiones congeladores y conservación en arcones congeladores sería suficiente. Además, se puede mantener unas horas a temperatura ambiente. ¿Por qué dos vacunas basadas en lo mismo tienen diferente estabilidad térmica? En la vacuna, el ARNm está encerrado en una nanopartícula lipídica que lo ayuda a permanecer estable. Las diferentes formulaciones de las nanopartículas lipídicas de las dos empresas podrían explicar en parte por qué la vacuna de Moderna se puede almacenar a una temperatura más alta que la de Pfizer. Además, las nanopartículas lipídicas de Moderna contienen 100 microgramos de ARNm cada una, mientras que en las de Pfizer la concentración es de unos 30 microgramos. Las concentraciones más altas en las nanopartículas de lípidos ayudan a que el ARNm soporte más tiempo temperaturas más altas.
En esta competición parece que Pfizer lo tiene difícil y así se puede entender su premura para anunciar éxitos, así como poner de manifiesto detalles de sus pruebas clínicas, como que han utilizado mayor cantidad de pacientes de edades avanzadas que en el caso de Moderna. Veremos en qué queda esta pugna, y esperemos que sea para bien de todos.
Respecto a la vacuna de AstraZeneca (Oxford), los resultados parecen indicar un nivel de protección del 70%. Parece muy por debajo de las anteriores, pero esta cifra se ha alcanzado con una sola dosis y podría subir a más del 90% con una segunda dosis. Esta vacuna está preparada de forma más tradicional. Se ha utilizado un adenovirus de mono que ha sido modificado genéticamente con el genoma del coronavirus. Resulta mucho más barata y más fácil de almacenar y transportar que las anteriores. Sin duda, va a jugar un papel importante en el conjunto de la pandemia, porque es difícil de imaginar una distribución de vacunas criogenizadas en los países en vías de desarrollo.
Las vacunaciones no van a estar completadas tan pronto como se nos está haciendo creer y hablan incluso de finales de 2021
En definitiva, si somos capaces de abstraernos de la ansiedad y la urgencia que nos produce esta situación, deberíamos convenir en que estamos viviendo una etapa apasionante en el desarrollo científico de las vacunas. En particular, las nuevas vacunas de ARNm pueden abrir la puerta a un futuro muy prometedor a la hora de desarrollar vacunas para las pandemias que hayan de venir en un tiempo mucho menor y con mayores garantías de éxito. Ya va faltando menos. Hay que tener un poco más de paciencia y seguir extremando los cuidados para mantener a raya el desarrollo de la enfermedad hasta que llegue el ansiado momento de la vacunación.
Las setas son alimentos característicos de esta época del año, con creciente interés culinario por sus propiedades nutritivas. Sin embargo, errores en la identificación de especies tóxicas similares a otras comestibles provocan intoxicaciones en nuestro país, muchas veces graves e incluso mortales.
Aunque el virus deje de ser una grave amenaza, el desarrollo de una vacuna es esencial para aplicarla a los vulnerables, prepararnos para nuevos rebrotes y aprender de cara a futuras pandemias.