Bieito Rubido | 26 de noviembre de 2020
Maradona fue uno de los grandes del Olimpo del balompié… pero nada más.
Maradona ha muerto joven, y una vez más se ha demostrado que los seres humanos solo somos tiempo. En realidad, una pequeña porción de tiempo. Somos vulnerables, frágiles, limitados y al mismo tiempo soberbios, egoístas y vanidosos. No solemos ser conscientes de nuestra finitud ni de la capacidad igualatoria de la muerte, porque «allegados, son iguales los que viven por su manos y los ricos». Ahora bien, la jornada de la vida se puede desarrollar con mejor o peor sentido de la honradez, de la dignidad, de la bondad… Maradona fue un excelente futbolista. Uno de los grandes del Olimpo del balompié… pero nada más. Su jornada en la Tierra fue degenerando desde aquel «pibe» de los arrabales bonaerenses que a todos encandilaba hasta una caricatura de persona a la que la propia vida fue arrebatando atractivo y encanto. Hoy medio mundo llora por él. El llanto tenía que haber sido mucho antes, cuando la fama y la gloria lo emborracharon para siempre y él no supo ni pudo recuperarse de ello. Para muchos que se creían eternos, convencidos de que la muerte es una ficción que solo sufren los demás, este tipo de noticias suponen un golpe brusco contra la puerta de cristal que el viandante no ve. Nunca dejó de estar ahí. Podrá el lector recrearse en todas las elegías en prosa que pueblan los medios desde la tarde de ayer, pero hagamos ese ejercicio de honestidad ante nosotros mismos: ¡qué pena la muerte de Diego Armando Maradona!, pero más penosa fue su vida…
Hoy tenía previsto reflexionar acerca de ese extraño concepto que tiene ahora la extrema izquierda sobre la idea autonómica de España y de su empeño en imponerse también en la política fiscal de Madrid. Y por añadidura escribir unas líneas acerca de la propiedad del dinero público. Sin embargo, la caótica actualidad y su capacidad de fragmentarlo todo se impone, pero mañana hablaremos de ello. Mañana hablaremos del Gobierno. Hasta entonces, que Dios perdone a Maradona y lo acoja en su seno.
El interino de la Moncloa solo aspira a permanecer allí muchos años y para ello está dispuesto a pactar con lo más indeseable de la expresión política de este país.
Tras sufrir acoso desde el Gobierno central, Madrid registra los mejores datos frente a la covid, sin cercenar libertades ni actividad económica.