Fernando Bonete & Hilda García | 12 de diciembre de 2020
Claudia Casanova es editora y cofundadora de Ático de los Libros, sello independiente que este 2020 ha atravesado su 10º aniversario. «Nuestra propuesta es tan arbitraria como que cada vez que nos apetece publicar un libro por su calidad literaria, lo hacemos», explica.
Este 2020 se cumplen diez años desde que los editores Claudia Casanova y Joan Eloi Roca decidieran abandonar los sellos de otros para iniciar su propio proyecto editorial. Desde la «ilusión» y la «insolencia» de «creer que tu criterio, lo que te apetece leer a ti, encontrará lectores que deseen leer lo mismo», Ático de los Libros se ha volcado en la producción de no ficción narrativa, historia, ensayo narrativo, y ocasionales dosis de ficción extranjera contemporánea, sin dejar de lado la recuperación de clásicos inéditos o descatalogados. Una «personalidad ecléctica» en la que radica todo el valor de esta editorial.
Pregunta: En el marco de esta serie de entrevistas, la pregunta es obligada: ¿qué es un editor?
Respuesta: Un editor es el intermediario entre el creador y el lector. Es el que tiene que crear y dar espacio en su editorial a una propuesta literaria que valora. Y, por lo tanto, hay un elemento de criterio personal. Decide que un texto tiene valía, que merece la pena, e invierte su esfuerzo y su dinero en publicar ese texto. También tiene que encargarse de comunicar al público que existe esa propuesta literaria y cultural, hablar con periodistas, libreros, lectores…
El editor está en diálogo. Consigo mismo, para tomar su decisión. Con su autor, para hablar del texto. Con el mundo cultural, para comunicar la publicación del libro. Y finalmente, con el lector.
Pregunta: ¿Y qué hay de la relevancia social del editor?
Respuesta: Mi opinión es que, a la vez que mantiene ese diálogo, el editor debe ser invisible. Habla de su catálogo, pero no debe exponerse a sí mismo como figura. Me parece que es un oficio que debería ser humilde, porque el protagonismo ha de tenerlo el creador. Por eso no sé si tiene relevancia social propiamente dicha. Lo que sí creo que tiene es una relevancia cultural innegable, suministrando títulos para el disfrute de otros. Lo hemos visto durante la pandemia, desde el primer día… La importancia de la cultura para superar las jornadas de confinamiento, para reconectar con lo que significa ser humano cuando los acontecimientos nos privan del contacto con los demás. Sin libros, sin música, sin teatro, sin cine, nos hemos sentido huérfanos. Eso sí es relevante.
P.: ¿De dónde viene su vocación por la edición?
R.: Yo diría que más que por la edición, por los libros. Siempre he sabido que tenía que estar cerca de los libros para ser feliz. No concibo la vida sin libros, no sabría qué hacer. No obstante, todos tomamos en algún momento de nuestra vida decisiones prácticas, desde la cabeza y no desde el corazón. En mi caso, mi familia se preocupaba de cómo me ganaría la vida, y no quise defraudar sus expectativas, pues los estudios literarios les parecían muy arriesgados. De ahí que empezara a estudiar Económicas para, semanas más tarde de comenzar la carrera, darme cuenta de que no era lo mío. Terminé la carrera, pero en cuanto pude volví al mundo de las letras. Empecé una segunda licenciatura, en Traducción e Interpretación. A partir de ahí, mi vida profesional es una lucha para situarme lo más cerca posible de los libros. No importaba de qué forma, traduciendo, haciendo informes de lectura, escribiendo contraportadas… Lo que fuera.
Empecé haciendo informes para Círculo de Lectores, para Tusquets, colaboraciones, traducciones para diversas editoriales, y en el año 2000 entré en Paidós, una editorial de pensamiento y no ficción, donde transcurrió la mayor parte de mi carrera profesional. Fue además un aprendizaje cultural: habían publicado a historiadores como Georges Duby, Jacques Le Goff, a filósofas como Martha Nussbaum o Hannah Arendt. Tuve el privilegio de trabajar con un equipo de gente que sabía mucho, empezando por Enrique Folch, su director. Primero trabajé allí como editora, después como directora editorial, bajo el paraguas de la corporación Planeta. Allí también conté con la gran fortuna de trabajar a las órdenes de Gonzalo Pontón, el fundador de Crítica y actual editor de Pasado & Presente. Otro lujo, tanto por los autores que allí descubrí (de historia, ciencia, pensamiento) como por lo que aprendí de él. En eso he tenido siempre suerte: he aprendido mucho de mis jefes, he podido estar con editores de raza, ver cómo trabajaban.
Estas experiencias me permitieron gozar de una visión muy diversa del sector, pues Paidós tenía un tamaño no menor cuando era independiente, y después viví su transformación, su conversión a un sello dentro de un grupo. Esas dos visiones, esas dos trayectorias creo que me han sido después muy útiles, porque te permiten entender cómo funcionan los sellos editoriales y qué es importante para una editorial, a muchos niveles. Todo eso se ha volcado, de un modo u otro, a veces sin ser consciente y a veces intencionadamente, en Ático de los Libros y en los demás sellos que hemos ido creando.
El editor debe ser invisible. Habla de su catálogo, pero no debe exponerse a sí mismo
P.: ¿Y qué le lleva a abandonar los proyectos de otros para iniciar su propio sello editorial?
R.: Hay un punto de insolencia. Hay un punto de inconsciencia. Y también un punto de ilusión. Creo que el editor es todo esto, es un loco ilusionado. Me gusta pensar en los editores como pequeños grandes ludópatas, cada año volvemos a apostar por la magia de nuestros libros, para que nuestros gustos puedan encontrar compañeros. En el fondo lo que buscamos los editores son espejos como Alicia, mirar al otro lado y encontrar lectores en quienes nuestro propio gusto literario encuentre eco. Ese es el punto de locura, de ilusión e insolencia, creer que tu criterio, lo que te apetece leer a ti, encontrará lectores que deseen leer lo mismo. Por fortuna, en Ático de los Libros los hemos encontrado.
Está ese componente emocional, de ilusión y, por supuesto, luego está la experiencia. Tanto Joan Eloi Roca como yo, cuando fundamos Ático de los Libros, llevábamos cada uno de nosotros entre diez y quince años trabajando en editoriales para otros. Habíamos adquirido el suficiente conocimiento, la suficiente experiencia como para pensar que podíamos tener un éxito razonable con nuestra propia editorial. Era una apuesta y salió bien.
También se dio la situación de que habíamos detectado libros que nos gustaban mucho, pero que no podíamos proponer a nuestros respectivos sellos porque no encajaban con sus líneas editoriales. Es el caso de nuestro primer lanzamiento destacado, Leviatán o la ballena de Philip Hoare. Un ensayo de no ficción narrativa, apetecible y desafiante a un mismo tiempo, pues requiere un esfuerzo por parte del lector: es una preciosa historia sobre literatura y una reflexión sobre la creación a partir del Moby Dick de Melville, y al mismo tiempo una reflexión sobre el ser humano frente al mundo natural, a las ballenas que fascinaron tanto a Melville como al autor, Philip Hoare. Y el libro es mucho más que eso, así supimos que teníamos que publicarlo: porque es un libro que no se explica en una frase. O sí… es bueno, es original, es magnífico. Pero, por lo que fuera, no tenía cabida en los sellos para los que trabajábamos. De ahí a pensar en «por qué no publicar esto nosotros» mediaba un pequeño paso. Si no puedo hacerlo aquí, donde trabajo, voy a hacerlo yo misma, con mi dinero. En aquel entonces, 2010, las tiradas eran además más reducidas debido a la crisis. Iniciar una empresa editorial era más asequible.
Siempre he sabido que tenía que estar alrededor de los libros para ser feliz. No concibo la vida sin libros, no sabría qué hacer
P.: Dentro del panorama editorial español, ¿cuál es su propuesta de valor, su razón de ser?
R.: En España hay una riqueza editorial y una bibliodiversidad magnífica e inopinada, que no existe en otros países. En esta eclosión de nuevas editoriales independientes, en esta oleada de nuevos sellos que se produce cada cinco o diez años, y que es tan propia de nuestro país, el valor de Ático de los Libros radica en la personalidad ecléctica de sus títulos, en que tenemos una mirada muy amplia, diversa. Nuestra propuesta es tan arbitraria como que cada vez que nos apetece publicar un libro por su calidad literaria, lo hacemos. No hay más. No nos repetimos, intentamos encontrar el libro que nadie espera. Nadie, excepto nosotros, escogería estos libros para ser publicados. Eso es lo que hace que nuestra línea editorial sea original.
Por ejemplo, nadie pensó que la literatura de naturaleza era interesante, hasta que lanzamos libros como Leviatán o la ballena, H de halcón o Cómo leer el agua. Había autores españoles escribiendo literatura de naturaleza, pero eran considerados minoritarios. No lo son, solo son maneras diferentes de entender la naturaleza, de relacionarnos con ella, de leerla. De ahí, de nuestra labor y de la de otros compañeros independientes, surgió el pequeño boom de nature writing que está viviendo España. Los editores independientes, en el fondo, somos los que inyectamos energía al sector cultural. A partir de los movimientos editoriales independientes se generan tendencias que luego se reproducen en todo el sector. Es porque continuamente estamos buscando en los márgenes, en los resquicios, en lo inesperado. Hay magníficos editores en los grandes grupos, ojo. Pero es un espacio donde pesan mucho los mecanismos de la rentabilidad. Eso complica las cosas.
En Ático miramos mucho hacia la literatura y el ensayo extranjeros, nos gusta mucho la producción que viene de fuera, quizá porque soñamos con que España llegue a los niveles de lectura que tienen países como Francia, Italia, Alemania, Inglaterra… Nuestra misión primordial es buscar buenos autores extranjeros, encargar buenas traducciones, tanto en las novedades como en los clásicos. Encontrar los títulos que no se encuentran en ninguna otra editorial. Y tenemos gustos muy diversos: además de la ficción, nos gusta la no ficción narrativa, la historia, el ensayo con toda la potencia de la novela. Las distintas maneras de contar, como decíamos antes.
P.: Además de Ático de los Libros, también tienen Principal de los Libros, Oz Editorial, Wonderbooks, Kitsune… ¿Se consideran un grupo editorial al estilo de los grandes?
R.: Nuestra trayectoria profesional viene de trabajar en sellos de grupo. Eso desde luego que nos ha marcado, es esa experiencia acumulada a la que me refería antes. Para nosotros, soñar con que nuestra editorial fuera de un tamaño mayor no era ninguna locura. Seguimos con mucha atención la trayectoria de las editoriales independientes extranjeras, que diversifican líneas editoriales y tienen diferentes colecciones, unas más y otras menos comerciales. Sellos que son desacomplejadamente grandes, a la par que literarios, y no desdeñan ninguna posibilidad. Por ejemplo, Actes Sud o Gallimard, o cualquiera de las editoriales inglesas independientes de gran tamaño. Son otros mundos.
Considerarnos una editorial independiente no es parejo a considerarnos pequeños. Para nosotros el tamaño es un hecho circunstancial. Empezamos siendo pequeños, por lógica, pero ¿dónde nos llevará la publicación de los libros que queremos publicar? ¿Dónde está nuestro límite? No lo sabemos, y eso es lo que resulta estimulante. El lector es omnívoro, pasa de una propuesta a otra, no lee lo mismo continuamente. ¿Por qué nuestra propuesta editorial no iba a ser así también? Por eso tenemos sellos, colecciones, diversidad de líneas. Y es mucho más divertido también, para qué negarlo. Juegas a todo, por así decirlo.
A partir de los movimientos editoriales independientes se generan tendencias que luego se reproducen en todo el sector
P.: ¿Quiénes son en Ático de los Libros?
R.: Además de Joan Eloi Roca y yo misma, contamos con tres editoras, Elena Rodríguez, Cristina Martínez y Cristina Magrinyà. Nuestra jefa de prensa, Oana, está en nuestra oficina de Madrid. Acabamos de ampliar el departamento de diseño con una persona nueva que acaba de empezar. Tenemos una persona en México, que se ocupa de coordinar la distribución en América Latina, y la publicación de nuestros libros allá cuando hay lanzamiento simultáneo. Y contamos con dos personas más en el equipo editorial. Aparte de eso, siempre nos interesan las personas nuevas, que puedan colaborar con nosotros y aportarnos perspectivas distintas. Lo importante es rodearte de gente que tiene la misma ilusión que tú por los libros.
Trabajar en una editorial es dedicar todas tus horas a los libros, en no importa qué vertiente: corregir, editar, preparar una contraportada, traducir, diseñar cubiertas. Si no te gusta esto a morir, vas a sufrir mucho. Es un trabajo, desde luego, te ganas la vida con ello, pero es sobre todo una vocación. Tienes que tener esa sensación de entrar en una librería que tenemos todos los amantes de los libros. Ese momento en que entras en una librería y estás en un paraíso. Como en El paraíso de las damas de Zola, pero el paraíso de los lectores. Cada librería es eso para el lector, un paraíso: un lugar donde estás a gusto, donde encajas y formas parte de una comunidad de gente igual que tú.
Nos gusta la no ficción narrativa, la historia, el ensayo con toda la potencia de la novela
P.: Este 2020 están de aniversario, cumplen diez años de su fundación. ¿Qué hitos destacaría?
R.: El nacimiento de cada una de las nuevas líneas editoriales que han ido surgiendo es un pequeño milagro, una gran alegría en sí misma. Es la culminación, la concreción de un proyecto detrás del cual hay mucho esfuerzo. Entre ellas, Ático Historia, con autores como James Holland, John Julius Norwich, Tom Holland, Helen Castor o Thomas Asbridge. Era una línea que nos hacía mucha ilusión abrir, y costó mucho: los libros de historia requieren de una edición de calibre muy concreto, unos formatos especiales y costes elevados; y en la contratación de los títulos, hay que pelear con sellos editoriales de todos los tamaños.
Y luego, dentro de cada uno de estos sellos, Ático, Principal, Oz, Wonderbooks, Kitsune… la gran alegría son los libros de éxito que hemos ido publicando, que han conectado con los lectores. Y todos distintos, todos diversos. Desde la colección de manga que acabamos de lanzar en Kitsune a La biblioteca de hielo de Nancy Campbell, que hace poco fue portada en Babelia. Un libro como Grandes manuscritos medievales de Christopher de Hamel, que fue un proceso de edición laborioso y que duró años, pero que es una joya que quedará, que es un orgullo haber publicado. Visitamos la Biblioteca Parker de la Universidad de Cambridge, invitados por el autor, y pasamos un día entre manuscritos medievales. Inolvidable. La contratación de La princesa prometida, un clásico de William Goldman que había sido una de nuestras lecturas de juventud: relanzarlo, darle su espacio, la importancia que merece, nos hizo mucha ilusión. Recuerdo el momento en que nos llegó el acuerdo de la agencia literaria: estaba en la estación del AVE, y empecé a saltar de alegría.
El hecho de que en Principal convivan libros como Tres mujeres, que acaba de ganar el Mejor Libro de No Ficción del año según el Bookseller, o las Pioneras del feminismo de Sandra Ferrer Valero, o voces de la narrativa femenina como Carmen Sereno. El día que nos dijeron que sí a publicar los libros de David Simon, el creador de The Wire, una serie magnífica, con un mensaje sobre nuestra sociedad que es una carga de profundidad, como sus libros. O el hermoso privilegio de publicar los poemas, cuentos y novelas de Santi Balmes. Cada sello tiene su momento dulce.
En la línea del libro en catalán, hemos recuperado a autores clásicos que no estaban traducidos a ese idioma: Roland Barthes, Umberto Eco, Natalia Ginzburg, Kandiski, Peter Burke… Una alineación de ensueño. La colección de ficción de Ático, que se ha ido construyendo con libros muy distintos, pero cada uno de ellos especial, y de los que llevamos miles de ejemplares vendidos: Las siete muertes de Evelyn Hardcastle de Stuart Turton, Vardø de Kiran Millwood Hargrave, El hotel de cristal de Emily St. John Mandel… Han sido libros mágicos. Literatura desde el género, que juega al escondite por así decirlo. Y con garra, con fuerza. Nos gustan los libros que nos dejan sin aliento, por el motivo que sea. ¿A qué lector no?
Está claro que 2020 no es el año de celebración de nuestro décimo aniversario que hubiéramos querido. Con la pandemia, todos los planes de celebración quedaron en un segundo plano. Este año toca pensar en otras cosas: que nuestro sistema sanitario tenga los recursos suficientes para aguantar, que lleguen las vacunas pronto, que conservemos la salud, que la sociedad sepa hacer frente a esta sacudida tremenda… Nuestra celebración quedará para más adelante. Pero eso sí, cuando la hagamos, será una fiesta mayúscula.
El lector es omnívoro, pasa de una propuesta a otra, no lee lo mismo continuamente. Lo imaginamos como un explorador
P.: ¿Qué otras dificultades han surgido con esta pandemia inédita?
R.: El calendario editorial se rige por fechas fijas, y tanto editores como libreros teníamos en perspectiva la Feria de Sant Jordi, la Feria del Libro de Madrid, eventos importantes para nosotros que no han podido celebrarse. Importantes por trabajo e importantes por su significado: hemos dejado de ver a colegas, amigos, libreros. La feria de Londres, la de Fráncfort, son citas imprescindibles que se han solventado a golpe de Zoom. El cierre de librerías fue muy traumático. Estábamos preocupadísimos por los libreros, por cómo sobrevivirían a este envite. Ellos y nosotros, por supuesto. Somos una comunidad.
Y al vivir esta situación te das cuenta, una vez más, de que la edición no es solamente un negocio, es una familia, unida porque estamos locos por los libros. Los lectores acudieron a las librerías en cuanto pudieron, para comprar libros, y ha habido iniciativas de apoyo a las librerías durante el confinamiento. Los calendarios de junio, julio y agosto, que suelen ser flojos porque llegan las vacaciones, este año se han modificado para publicar novedades y dar combustible a las librerías. Y a los lectores, que pedían más lecturas. La manera en que han reaccionado ha sido lo más emocionante: valorar la lectura como un ancla a la que aferrarnos cuando la realidad se hace insoportable o muy dura. Esta crisis ha puesto de relieve que sin historias, sin literatura, el ser humano se siente vacío.
Es verdad que las diversas iniciativas que ha habido no compensan del todo las pérdidas por la anulación de Sant Jordi o la Feria del Libro de Madrid. Pero se estiman caídas de entre un 15% y un 30%, que en comparación con sectores como el turismo y la hostelería son altas, pero no insuperables. El sector de la edición es resistente y combativo, porque ofrecemos cultura, y el consumo de cultura, no importa de qué forma, nos hace mejores y más fuertes. Es un círculo virtuoso. Hemos notado que durante este periodo se han vendido muchos de los títulos de fondo, clásicos e historia de nuestro catálogo. Los lectores han querido aferrarse a la certeza de un libro, a una lectura que sabían que los iba a reconfortar.
P.: Buena parte de su catálogo es una apuesta por autores extranjeros. ¿Cómo realizan la labor de búsqueda y selección, y qué papel desempeña usted en el proceso?
R.: Tanto Joan Eloi Roca como yo veníamos de trabajar en sellos relativamente grandes, y cuando lanzamos Ático de los Libros ya estábamos profesionalizados, por así decirlo. Tenemos una sistemática. Cada año acudimos a las ferias de Fráncfort, Londres, Bolonia… Va todo el equipo, nosotros dos y las editoras, y nos dedicamos a rastrear y a detectar a autores. Miramos, leemos mucho, buscamos catálogos de la literatura extranjera que nos interesa. Buscamos nuestro reflejo, editoriales y editores con nuestro mismo espíritu. A veces, seguimos los consejos de editores extranjeros, colegas y amigos, que nos hacen recomendaciones cuando coincidimos en ferias o viajes. Por eso hablo siempre de familia, de comunidad editorial. Hay éxitos que han empezado en lugares inopinados, con una conversación inesperada.
A partir de ahí, se negocia el anticipo, se contrata, encargamos traducción, corrección, diseño de cubierta… Nos gusta mucho el estilo anglosajón, ese «fuera de colección» en el que cada libro tiene su propio diseño. Me gusta esa libertad. En España tradicionalmente cada libro queda marcado por el diseño de su colección, del sello. Entiendo por qué y lo admiro, pero me parece que es coartar la libertad creativa del editor, la fantasía, y por eso muchos de nuestros libros miran hacia al diseño anglosajón, que es más desacomplejado, es pura libertad. También es más trabajoso, claro.
Yo estoy más implicada en la primera parte del proceso, en la selección de los textos, en la decisión de contratación, la primera lectura y, si hay algún tipo de editing y de trabajo interno del texto con los autores españoles, en algunos casos lo asumo también.
El sector de la edición es resistente y combativo, porque ofrecemos cultura, y el consumo de cultura nos hace más fuertes. Es un círculo virtuoso
P.: Prestan gran atención a la historia, tanto en la colección Ático Historia como en Ático Tempus. ¿Por qué? ¿Cuál es su aportación en este ámbito?
R.: La historia ha sido una afición y una pasión personal de ambos, desde siempre. Cuando entré a trabajar en Paidós, venía de estudiar Económicas y Traducción, y no sabía nada del mundo de la historia. Allí y en Crítica descubrí a los autores de referencia en materia histórica. Me sumerjo en la Edad Media. Joan Eloi desde siempre era aficionado a la historia contemporánea: es capaz de leer libros sobre la Segunda Guerra Mundial de manera encadenada, sin parar. Mi pasión medieval y la suya contemporánea se unen sabiendo que en algún momento en Ático haríamos historia, y con palabras mayores. Con la obsesión de publicar historia narrativa, historia no académica, historia para todos los lectores. Hay un condicionamiento económico inicial, puesto que hasta que la editorial no tuvo un cierto tamaño no pudimos emprender el proyecto como queríamos. Las ediciones de libros de historia exigen una inversión económica más alta. La inversión en el aparato gráfico, en fotografías e ilustraciones, por ejemplo, es sustancial. Las traducciones también: son libros altamente especializados.
Lanzamos la colección en cuanto vimos que había un espacio intermedio, eso que los ingleses llaman midlist, la mitad de la lista de los más vendidos, que ninguno de los grandes gigantes editoriales estaba cuidando, porque en un momento determinado solo les interesa el libro que vende medio millón, un millón de ejemplares. En cambio, los editores de un tamaño intermedio podemos abordar ese espacio abandonado, que sigue siendo un territorio dulce a nivel comercial, pero también esencial en clave cultural. Acabamos de recuperar un Premio Nacional de Traducción con la Alexíada, una traducción exquisita de Emilio Díaz Rolando que era inencontrable: lo ha hecho una editorial que acaba de cumplir diez años. Cuando lanzamos Ático Historia, empezamos a trabajar intensamente para que el lector de historia nos tenga ubicados. Y logramos canalizar esas ganas de publicar historia que teníamos. Ahora publicamos a autores como James Holland, que es un especialista en Segunda Guerra Mundial; John Julius Norwich, un maestro de la historia del Mediterráneo; Helen Castor, una maestra de historia moderna y poder; Julia Boyd investiga a conciencia el Tercer Reich; Tom Holland es nuestra joya de la corona en Antigüedad clásica; Roger Crowley y Dan Jones son narradores de pura raza y cuentan las cruzadas como nadie… Es una satisfacción inmensa para nosotros publicarlos. Es un privilegio.
P.: También tienen una selección de clásicos. Tanto en Ático Clásicos como en Breves rescatan joyas de la literatura. ¿Qué criterio los guía en la búsqueda y selección de estos autores y títulos?
R.: En los clásicos es muy sencillo: hay un trabajo hecho por parte de editoriales como Alianza, Cátedra o Alba, que tienen catálogos impecables. Nosotros publicamos lo que no se encuentra ahí: buscamos autores de los que no haya traducciones existentes, como, por ejemplo, En las montañas del Atlas de Emilio Salgari. Había una traducción muy antigua del siglo XIX y ya tocaba ofrecer una nueva al público actual. Hemos publicado títulos de autoras como Harriet Martineau, Ellen Wood, que son protofeministas e interesantísimas, pero muy desconocidas… De autores más conocidos, como Thomas Hardy o George MacDonald o Anthony Trollope, nos centramos en los títulos no traducidos. El mundo en que vivimos, de Trollope, es una historia sobre la codicia y las burbujas financieras. ¡De absoluta actualidad! Dice Italo Calvino que los clásicos son los libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir. Es el mejor motivo para seguir publicándolos. Seleccionamos perlas poco conocidas o que necesitan un nuevo lanzamiento. Nos vemos más como buscadores de joyas, y la decisión final de publicar un libro o no es caprichosa. Es necesario que nos enamoremos del texto que vamos a proponer al lector.
Nos vemos más como buscadores de joyas. Es necesario que nos enamoremos del texto que vamos a proponer al lector
P.: ¿Qué hay de la narrativa contemporánea?
R.: Es un espacio muy reciente para nosotros. Descubrimos un mundo en la narrativa contemporánea mirando al tan denostado género, a la intriga, al misterio, al rompecabezas, a los mundos alternativos. Todas esas novelas que citaba antes, Las siete muertes de Evelyn Hardcastle de Stuart Turton, Vardø de Kiran Millwood Hargrave, El hotel de cristal de Emily St. John Mandel y La chica salvaje de Delia Owens tienen un punto misterioso, de intriga, algo que te hace seguir leyendo y, al mismo tiempo, son una propuesta literaria. Ninguna de las dos cosas es excluyente.
Esa división entre un libro literario y un libro más comercial o de género la hemos dejado atrás. Para mí, el entretenimiento puede consistir en pasarlo muy mal leyendo un libro, claro que sí, pero la literatura no es solo tragedia. Algunas corrientes de pensamiento nos han hecho creer que solo la tristeza es digna de ser construida literariamente y, rotundamente, no es así. Al contrario, es mucho más difícil hacer una literatura desde el humor y otras coordenadas, desde los márgenes. Y eso es lo que buscamos en nuestro catálogo. La línea de narrativa de Ático es una línea que habla con el lector que quiere disfrutar con la lectura y pasar un buen rato, desde perspectivas siempre sorprendentes e inesperadas. Emily St. John Mandel venía de escribir ciencia ficción antes de escribir El hotel de cristal, y Kiran Millwood Hargrave es una estrella de la literatura juvenil, que en su primera novela para lectores adultos, Vardø, aborda una caza de brujas en el siglo XVII en Noruega y termina construyendo un canto a la sensibilidad femenina. Son propuestas imprevisibles, valientes, inesperadas. Y, por ello, apasionantes.
P.: Su aportación procede, en su mayoría, de fuera de nuestras fronteras. ¿Qué importancia tiene la labor de traducción en Ático de los Libros?
R.: La traducción es clave. De hecho, yo empiezo en el mundo editorial siendo traductora. Para mí es un papel importantísimo. Tenemos un equipo muy escaso de colaboradores de confianza, porque es fácil traducir, pero es difícil traducir bien. Confiamos en ellos y mantenemos una relación muy directa con nuestros traductores. Hago hincapié en la palabra ‘confianza’ porque, de hecho, ‘colaboradores’ es una palabra que se queda corta. Traducir implica una relación de confianza. Es primordial, especialmente en una editorial como la nuestra, en la que traducimos el 80% o 90% de los títulos.
Si se trabaja bien, con un buen equipo e ilusión, hay espacio para todas las editoriales independientes
P.: La chica salvaje de Delia Owens es uno de los fenómenos literarios del año. ¿Qué ha supuesto para ustedes?
R.: La chica salvaje fue una gran satisfacción, porque es un libro que al principio te desafía, pero que ha vendido muchísimo y logramos publicarlo nosotros en España. ¡Nos llegaron a comprar los derechos de audio para Estados Unidos! En España y América Latina el audiolibro lo publicamos nosotros. En Estados Unidos, el libro lleva vendidos casi ocho millones de ejemplares y se ha seguido vendiendo durante la pandemia. Es un longseller y fue una satisfacción editar el que ha sido el libro de 2019 y también de 2020. Lo seguimos vendiendo, es un libro de fondo. Es la primera novela de Delia Owens, escrito a sus 78 años. Una mujer de trayectoria personal fascinante, etóloga en África, ¡y crea el personaje de una chica joven que se cría sola en plena naturaleza con una credibilidad y sensibilidad tremendas! Asombroso, inesperado. De nuevo, eso es clave.
Cuando nos llegó a nosotros, no me cabe duda de que otros editores lo habían recibido antes o al mismo tiempo, lo estaban leyendo también. Pero es un libro complicado. Es una novela de misterio. Una novela de intriga. Una novela de aprendizaje. Es una novela de naturaleza. Es un Bildungsroman ambientado en Carolina del Norte, en una América que ya no existe. Toca el tema del racismo, de la exclusión. Tiene ecos de Matar a un ruiseñor. Es una novela que habla de literatura también. Es tantas cosas que el editor que se enfrenta a ese libro con miedo de no saber explicarlo tiene la batalla perdida y, por tanto, se retira. Nosotros, que tenemos ese punto de inconsciencia e insolencia del que antes hablaba, si nos encontramos con un libro complicado, difícil de explicar pero con el que conectamos fácilmente, nos gusta. Nos gusta resolver acertijos literarios. ¿Cómo vamos a contarle al lector que este libro es imprescindible, que disfrutará leyéndolo? Resolver eso forma parte de por qué nos divertimos editando.
El hecho de publicar La chica salvaje es la confirmación de que estamos trabajando bien, con una línea editorial que conecta con los lectores. Nos dice que nada es imposible. A veces, y más en momentos como el actual, pareciera que el mensaje del mundo que nos rodea es que todo es difícil y no va a haber futuro, pero sí lo hay. Siempre. Soy una optimista acérrima, no me desanimo fácilmente. Creo que, si se trabaja bien, con un buen equipo e ilusión, hay espacio para todas las propuestas editoriales independientes. Y, por fortuna para el lector, en España eso se traduce en un tejido cultural magnífico.
Fernando Bonete & Hilda García
Olga Martínez y Paco Robles están al frente de la editorial Candaya, punto de encuentro de escritores de ambos lados del Atlántico. Este sello, que no se guía por la modas ni el mercado, apuesta por una literatura hecha sin prisa, definida por el compromiso, y que complejiza la realidad en vez de simplificarla.
Fernando Bonete & Hilda García
Silvia Bardelás y Beatriz González son las fundadoras de De Conatus, editorial que en febrero de 2021 cumplirá tres años de vida. En este sello independiente, el libro no es un entretenimiento, sino una obra de arte que aumenta la conciencia del lector sobre el mundo y sobre sí mismo.