Bieito Rubido | 11 de diciembre de 2020
Un buen número de pensadores se ha atrevido a decir a este corrosivo Gobierno que ya está bien de atacar el patrimonio común de los ciudadanos.
«Se pretende una especie de “ley seca” contra la lengua española que la confine en la clandestinidad». Con esta frase y otras muchas un grupo de ochenta intelectuales ha hecho público ayer un manifiesto en defensa del idioma común de los españoles, verdadero cordón umbilical del ciudadano con su nación, es decir, con su lugar de nacimiento. Menos mal, ya creía que no había nadie ahí; que estábamos clamando en el desierto. Afortunadamente, un buen número de pensadores se ha atrevido a dar un paso adelante y decirle a este corrosivo Gobierno que ya está bien de atacar el patrimonio común de los ciudadanos y generar un enfrentamiento que a nadie conviene. Se están equivocando Sánchez y su entorno. Más tarde o más temprano, la ciudadanía va reaccionar. El «telón de acero lingüístico» que quieren levantar los nacionalistas, como bien denunció Paco Vázquez en expresión afortunada y pertinente, solo va contra la propia historia. El idioma español es el segundo más utilizado en el mundo de los negocios y la segunda lengua de Internet, toda vez que el chino solo sirve para comunicarse entre ellos, y la capilaridad del español comienza a acercarse a la del inglés.
Instrumentalizar políticamente los idiomas es un buen ejemplo de lo disolutivas que pueden ser determinadas ideologías. El nacionalismo, como decía Mitterrand, es la guerra. Unas veces es la guerra fiscal y otras, la idiomática. Defiendo, por supuesto, la protección y el uso de lenguas como el gallego, el catalán o el vascuence. Pero su protección, como lo hacemos con las catedrales, no puede ser a costa de atacar el idioma que nos permite entendernos a la inmensa mayoría: el español. Menos mal, algunos intelectuales han alzado la voz. Iba siendo hora.
La batalla cultural y propagandística de la izquierda rupturista que nos gobierna tiene a una parte de la sociedad española contra las cuerdas.
Sánchez ha logrado arrebatar a Zapatero el dudoso honor de ser el peor presidente de la reciente democracia española.