Bieito Rubido | 15 de diciembre de 2020
La meritocracia desaparece en favor de un «Papá Estado» que con leyes educativas como la de Celaá va llenando el país de nesciencia e iletrados.
Lo inquietante del momento que vivimos no es solo la acción corrosiva de este Gobierno rupturista. Lo verdaderamente turbador es la perversión de los valores, la mutación de los principios. Es como una lluvia fina que va calando en una parte de la sociedad y que tiene mucho que ver con la batalla cultural. La meritocracia desaparece en favor de un «Papá Estado» que con leyes educativas como la de la señora Celaá va llenando el país de nesciencia e iletrados. Curiosamente, la mediocridad, la falta de talento, termina siendo muy cara también en términos económicos para todos; una forma más de arruinar España. Añádanle el nuevo mantra de la igualdad. Frente a la equidad, que tiene que ver con darle a cada uno lo que se merece, aparece la igualdad en su expresión más perversa que todo lo abrasa. Por eso no es de extrañar que alcancemos acto seguido la otra perversión del momento, la posesión frente a la propiedad. Hasta ahora las democracias liberales defendían la propiedad privada, en cambio hoy la posesión de los bienes, esté o no legitimado y bien fundamentado el origen de esa posesión. Por eso florecen los okupas por todas las esquinas.
Mientras reflexiona el lector acerca de lo que le acabo de exponer más arriba, es posible que le resuenen los ecos de cierta afirmación de algún amigo: «Eso aquí no ocurrirá». Creían lo mismo en los primeros meses del año 1960 en Cuba, el país más próspero de toda Hispanoamérica. Era una letanía repetida una y otra vez en la Venezuela de los últimos años del siglo pasado. Aquí nos recostamos en el sofá y decimos: «Siempre nos quedará Europa». Tampoco sabemos a ciencia cierta si el Nigel Farage británico no tiene en España una coleta y nos querrá sacar de Europa. Con una población que no estudia, que ocupa las propiedad ajenas y que no ha trabajado para ser propietario, ¿qué puede salirle mal al populismo al que no le gusta Europa?
Donald Trump, con su última decisión de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, ha dejado a la diplomacia española una vez más fuera de juego y con ello le ha mostrado a Marruecos nuestra vulnerabilidad.
Un buen número de pensadores se ha atrevido a decir a este corrosivo Gobierno que ya está bien de atacar el patrimonio común de los ciudadanos.