Juan Caamaño | 06 de enero de 2021
Una buena carga de esperanza será fundamental en la mochila de cualquier peregrino que acuda a Santiago en un Año Santo marcado por la pandemia y que se alargará hasta 2022 de forma excepcional.
Santiago de Compostela, la milenaria ciudad del Apóstol Santiago, ha recibido el año 2021 con sus mejores galas, no en vano es Año Santo o Jubilar. Una celebración cuyo sentido original lo encontramos en el jubileo de los israelitas, señalado en diversos libros del Antiguo Testamento como un tiempo de gracia y santificación. Le llamamos, también, Año Jacobeo o Compostelano, por ser concesión de Roma a la catedral gallega cuando la festividad del Apóstol el 25 de julio coincide en domingo (la secuencia de años es 6,5,6,11). Y no olvidemos que en otro tiempo se conocía como Año de la Gran Perdonanza, queriendo resaltar la importancia de las indulgencias que se concedían a los fieles para alcanzar el perdón por las faltas cometidas.
Han transcurrido once años desde el último Año Santo en el 2010, mucho tiempo para quienes la visión del jubileo se identifica con aspectos turísticos, culturales y económicos -por cierto, nada nuevo en la historia de la peregrinación jacobea- y cuya situación en estos momentos se ve perturbada por un intruso en forma de coranovirus que ha trastocado nuestras vidas, y, por tanto, todo lo relacionado con las celebraciones y las vivencias propias del Año Jacobeo. Pero no es menos cierto que los diferentes actores que intervienen, tratan de suplir la incertidumbre con la prudencia, y la desconfianza con una sana esperanza natural y sobrenatural.
Pongamos la mirada en la catedral compostelana, embellecida tras las múltiples obras de rehabilitación que se han llevado a cabo en los últimos años: Pórtico de la Gloria, fachada y escalinata del Obradoiro, fachadas de la Quintana y Platerías, Capilla Mayor, camarín del Apóstol, bóveda del crucero y otros muchos espacios interiores. Todo debía estar listo y reluciente para acoger a lo largo del Año Santo a fieles, turistas y peregrinos, teniendo en cuenta las necesidades materiales y espirituales de cada uno. Y aquí bueno será hacer una mención a que el peregrino no es un turista, y que su entrada en la catedral, meta de su peregrinación, o la visión del majestuoso Pórtico de la Gloria, es un anhelo más cercano a lo espiritual que a lo material, lo cual implica que su persona no puede estar sujeta a las reglas propias de los turistas.
Otros actores que intervienen son las instituciones oficiales, las privadas, comercios, hostelería, agencias de viajes, y demás agentes sociales y económicos, que reciben el Año Santo con prudente alegría. Son muchos los pueblos y ciudades de España, por donde discurren los diferentes caminos a Santiago, que están ansiosos por ver a los peregrinos recorrer sus calles o acogerse a su hospitalidad. La influencia de la peregrinación es tan grande para algunos pueblos y aldeas, que el Camino de Santiago se puede identificar con el Ave Fénix que al resurgir de las cenizas ha provocado el renacer de una nueva vida donde antes había soledad y abandono.
¿Y qué podemos decir de los peregrinos? Ellos se mueven entre la ansiedad por verse caminando y el incierto futuro. La situación de pandemia del año 2020 truncó muchas ilusiones, dejando una inusual estampa de caminos privados de peregrinos. Si en el año 2019 la Oficina de Acogida al Peregrino en Santiago recibió a 347.578 peregrinos, el pasado año no llegó a los 55.000. Para muchos no fue posible; peregrinaciones individuales, de amigos, familias, parroquias, jóvenes y mayores, españoles y extranjeros, todos con un deseo: poner los pies y corazones en movimiento para postrarse ante el Apóstol y darle un entrañable abrazo a su imagen sedente. Tanta era la necesidad de peregrinar y vivir el Camino Interior, que surgieron iniciativas de «peregrinación virtual a Santiago», como la organizada por la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, con el objetivo de «tener una experiencia de búsqueda existencial acompañada, seas creyente o no lo seas».
Todavía a día de hoy la incertidumbre es la característica principal de nuestra vida. ¿Qué hacer? se pregunta el peregrino. La respuesta: tener esperanza, no perder la ilusión de vernos pronto con la mochila a la espalda, y mientras tanto reflexionar sobre las palabras que el arzobispo de Santiago, don Julián Barrio, nos dedica a los peregrinos y demás fieles en la Carta Pastoral escrita con motivo del Año Santo y cuyo título es ya suficientemente ilustrativo: ¡Sal de tu tierra! ¡El Apóstol Santiago te espera!. En ella el prelado reflexiona sobre los permanentes valores de una particular espiritualidad jacobea que se vive en el Camino: acogida, austeridad, entrega, caridad, oración, soledad, silencio, escucha. Palabras consustanciales a esa espiritualidad jacobea, pero que en el Camino, como bien señala el arzobispo, son más que palabras pues tienen rostro: «Aquella anciana, aquel hombre, aquel lugar donde se encontró una sombra o una pequeña capilla, aquellos peregrinos, aquella fuente, aquel silencio… ». Actitudes, lugares y momentos que ofrece el Camino al peregrino, experiencias existenciales que le permiten ir dejando atrás al hombre viejo, para llegar a la Casa del Apóstol como hombre nuevo.
El peregrino no es un turista, y su entrada en la catedral, meta de su peregrinación, o la visión del majestuoso Pórtico de la Gloria, es un anhelo más cercano a lo espiritual que a lo material
Y llegó el gran día: 31 de diciembre. Tres golpes con un martillo de madera y plata, una llave y…. se abre la Puerta Santa, la Puerta del Perdón. Comenzaba el Año Jubilar. ¿La sorpresa? El anuncio por parte del nuncio apostólico Bernardino Auza, de la prolongación del Año Santo durante todo el año 2022 por las circunstancias excepcionales a causa de la pandemia, una concesión del papa Francisco que ha llenado de alegría al «mundo jacobeo».
El arzobispo llamó a la «puerta de la misericordia» convencido de que al que llama se le abre. Y con esa fe, puso sus ojos en el Apóstol para implorar su ayuda: «¡Santo Apóstol!, haz que desde aquí se fortalezca la esperanza que ayuda a superar la preocupación angustiosa por el presente, y el escepticismo que dificulta el ejercicio de la caridad».
Hoy, el espíritu con que nació el Año Jubilar Jacobeo en el siglo XII tiene plena vigencia. Es un año de júbilo, de conversión, cambio y renovación en la persona, un tiempo de gracia que dispone al peregrino para comenzar una nueva existencia en su vida. Pongámonos en camino, el Apóstol Santiago nos espera.
¡Buen Camino peregrino! ¡Feliz Año Santo Jacobeo!