Bieito Rubido | 05 de enero de 2021
De cuantos problemas padece nuestro país, nuestra nación, el conflicto catalán sigue siendo el más grave, aunque por el momento aparezca anestesiado.
De cuantos problemas padece nuestro país, nuestra nación, el conflicto catalán sigue siendo el más grave, aunque por el momento aparezca anestesiado. España se habría modernizado mucho más, habría avanzado y resuelto muchos de sus obstáculos, si no fuese por el nacionalismo vasco y el catalán, que no han hecho otra cosa que distorsionar la realidad, aprovechándose de un sistema electoral que los sobrerrepresenta. PSOE y PP han tenido gran parte de culpa en esta situación; durante años compraron y nos hicieron comprar a los demás ese mantra de que el resto de los españoles teníamos una deuda con Cataluña, País Vasco y Navarra. Una vez más, mentira.
Lo que ocurre es que nos falta una clase política bien formada intelectualmente y con el coraje suficiente para centrar el problema y presentar una reflexión madura a la ciudadanía. Bien es cierto que el nacionalismo vasco logró algunos de sus privilegios como consecuencia de la actividad mafiosa de una banda que ni terrorista era, mera hampa.
El problema no es España, como pretenden nacionalistas vascos y catalanes, apoyados inexplicablemente por las franquicias socialistas de cada lugar. El problema es la visión medieval, caciquil y arcaica que de la sociedad tienen esos partidos. Solo hay que ver el deterioro moral de la corrupción del caso «tres por ciento» en Cataluña o los cincuenta años de asesinatos en tierras vascas. Esos son problemas objetivos. Un veneno social que empeora la convivencia y que, en el caso de Cataluña, va camino de dejarla muy atrás en su «superioridad económica», tantas veces invocada. El independentismo también ha empobrecido a esta comunidad y eso que el proceso no ha hecho más que empezar. Los catalanes vivieron muy bien con Franco y mucho mejor durante el reinado de Juan Carlos. Sus decisiones del 2017 los han llevado al abismo y solo los puede rescatar el resto de España. En el nuevo año, seguiremos hablando de ello.
Que nadie se equivoque, lo mejor que tiene España es su paisanaje, mientras que las élites son deplorables. Padecemos la peor clase política en muchos años.
Tenemos la esperanza de que Salvador Illa se haya dado un baño de realismo sobre la España fáctica, la real, y que desde esa experiencia reoriente a una sociedad que el independentismo ha enajenado.