Bieito Rubido | 22 de enero de 2021
Que la hostelería lo esté pasando fatal es una pésima noticia para todos. Pero todavía es peor que los políticos de todo signo no sepan reaccionar a ello.
El coraje y la firmeza de Isabel Díaz Ayuso no son habituales en la clase política española. La presidente madrileña se ha empeñado en no torturar más al tejido económico de su comunidad, y muy especialmente a la hostelería, ejemplo que no está siguiendo ningún otro presidente autonómico. A pesar de ello, la hostelería está sufriendo una catástrofe económica en toda España; en Madrid también, aunque con menor intensidad. Hay que insistir en este punto: la inmensa mayoría de los negocios de este sector son familiares y necesitan un rescate en serio, ya que no solo sufren los propietarios o pequeños empresarios, sino muy especialmente los camareros y el resto de personal. No he escuchado a ningún político mostrar inquietud alguna sobre esta situación ni se otea en el horizonte medida especial para ayudar a un sector herido de muerte.
En España, la actividad económica de bares, restaurantes, cafeterías, mesones y demás establecimientos vinculados a ese tipo de ocio y servicios no es una cuestión menor. Tiene mucho que ver con la arraigada idiosincrasia de nuestro país. En realidad es algo que vendemos a los extranjeros: nuestro estilo de vida, nuestra sociabilidad. La pandemia va directamente contra la línea de flotación de esa manera de comportarnos y, por supuesto, contra la viabilidad económica de uno de los motores de nuestra economía: el consumo interno.
Que la hostelería lo esté pasando fatal es una pésima noticia para todos. Pero todavía es peor que los políticos de todo signo no sepan reaccionar a ello. Se impone un plan de ayuda, rescate o socorro. Llámenle como quieran, pero algo tenemos que hacer con nuestros bares –qué lugares- con ese territorio de encuentro que la covid ha convertido en desierto silente.
Entre los valores que España necesita recuperar podría estar el de reconocer las evidencias. Por ejemplo, que el hospital Isabel Zendal ha sido y sigue siendo todo un éxito.
Le voy a explicar cómo se hace un médico en España, para que entienda la perversión y cortedad de miras de esa clase política a la que otorga su confianza cada cuatro años.