Belén Becerril | 25 de enero de 2021
Un político de centro, pragmático, moderado. Como lo fue Kohl, un firme europeísta de origen renano, cercano a Francia. Un padre de familia católico. Un hombre sencillo, poco carismático, pero capaz de forjar consensos, de integrar equipos. Un político a menudo minusvalorado que ha sabido esperar.
El pasado 16 de enero, en el Congreso de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), Armin Laschet, el candidato a la presidencia más cercano a Angela Merkel, se impuso en la segunda vuelta al candidato más conservador, Friedrich Merz, partidario de que el partido gire hacia la derecha con el fin de recuperar parte de los votos que en los últimos años han ido a parar a Alternativa Por Alemania (Afd). Poco antes, Norbert Röttgen, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag, que se había presentado con un discurso modernizador con el que esperaba atraer a los más jóvenes, se había retirado tras la primera vuelta. La elección de Laschet se ha interpretado como una apuesta por la continuidad.
El nuevo presidente de la CDU es, en primer lugar, un político de centro, que entiende que el partido solo ganará «si continúa siendo fuerte en el centro de la sociedad». A diferencia de otros, Laschet defendió las políticas de Merkel incluso en los momentos más difíciles como en 2015, cuando abrió las puertas de Alemania a cerca de un millón de inmigrantes. En su acertado discurso del pasado sábado 16 de enero, que bien pudo valerle la presidencia, recordó que su padre era minero y que allí abajo, en la oscuridad de la mina, no importaba la procedencia de tus compañeros, solo la confianza que pudieses depositar en ellos.
Laschet es un político pragmático, un moderado, que alerta contra los vientos de populismo y polarización que dividen a nuestras sociedades: «Polarizar es fácil», decía ese sábado, «lo difícil es escuchar a los otros, transigir y llegar a acuerdos para lograr cosas». Es también un político acostumbrado a buscar el consenso, a integrar en los equipos a personas de distintas sensibilidades, algo más importante si cabe en la cultura política alemana. Así lo ha hecho en Renania del Norte-Westfalia, el estado federado más poblado, del que procede y que preside en coalición desde 2017.
En segundo lugar, Laschet es también un firme europeísta. Tras ocupar un escaño en el Bundestag durante una legislatura (1994-1998), fue diputado del Parlamento Europeo (1999-2005) y a menudo ha dado pruebas de su apuesta por la integración. Como cabía esperar, ha apoyado la reciente apuesta de la canciller Merkel por el Plan de Recuperación Europeo, pero, lo que es mucho más significativo, ya en la crisis de 2011, a diferencia de la mayoría de los miembros de su partido, se pronunció en favor de considerar la emisión de eurobonos. También ha apoyado el fortalecimiento de la Agencia Frontex y del mercado interior de la energía, así como otras ambiciosas propuestas de carácter institucional, como la elección directa del presidente de la Comisión Europea o la extensión del voto por mayoría cualificada.
Por estos motivos, es previsible que con su liderazgo la CDU, que ha gobernado Alemania nada menos que durante 51 de los últimos 71 años, continúe avanzando en el camino que antes recorrieron Konrad Adenauer, Ludwig Erhard, Helmut Kohl y la propia Angela Merkel. La cultura de la coalición, las políticas pragmáticas y moderadas, la apuesta por Europa y el atlantismo…
A diferencia de la mayoría de los miembros de su partido, se pronunció en favor de considerar la emisión de eurobonos
Pero creo que, de todos los líderes que lo precedieron en el partido, su perfil trae a la memoria, muy en particular, el de Helmut Kohl al inicio de su mandato. Sus raíces renanas, que explican su apertura hacia Europa occidental y su cercanía al vecino francés. Su perfil familiar y su religión católica, en un país con una gran comunidad protestante. Su tesón, su capacidad para esperar y para sobreponerse a las derrotas. Su habilidad para las relaciones personales, para crear lazos de confianza y quizá también ese cierto desinterés por los detalles… Y, por último, ese aire sencillo que algunos llaman falta de carisma y que explica que, por mucho tiempo, en la capital considerasen a Kohl un provinciano.
Es posible que Laschet haya sido un político minusvalorado, como en su día lo fue Kohl, y también es posible que allí haya radicado parte de su éxito… Quizá, al final, sus compañeros de partido han preferido optar por un político previsible, forjador de consensos. Un pragmático capaz de integrarlos a todos. Al fin y al cabo, uno de los nuestros.
El Círculo de Kreisau se opuso al nazismo desde frentes ideológicos diversos, pero unidos por el cristianismo. Algunos de sus miembros fueron asesinados, otros siguieron trabajando tras la caída de Hitler.
El libro, que reúne 17 escritos de personajes de la cultura y el mundo académico, pretende animar a una reflexión sobre lo que debe hacer Europa.