Javier Arjona | 27 de marzo de 2021
Los acontecimientos que tuvieron lugar en España tras el golpe de Estado de Primo de Rivera provocaron que desde las propias filas monárquicas un liberal de raíces conservadoras acabase abanderando la transición hacia la República.
Niceto Alcalá-Zamora y Torres nació en 1877 en Priego de Córdoba, un singular enclave de la subbética cordobesa que desborda agua, huerta y montaña a partes iguales, y que destila belleza, arte y una arraigada tradición que abarcó desde una pionera factoría textil, en el primer cuarto del siglo XX, hasta una cuidada industria olivarera que produce en nuestros días uno de los mejores aceites de oliva del mundo. Entre ambos periodos, siempre presente una Semana Santa con olor a incienso, barroco y fervor popular, al abrigo de cofradías centenarias que hunden sus raíces en el siglo XVI. En este contexto, la familia Alcalá-Zamora eran modestos propietarios rurales pertenecientes a una minoritaria clase media provinciana, de tradición liberal progresista y profunda devoción católica.
Brillante en sus estudios, perseverante y tozudo para alcanzar sus metas, y con una precocidad digna de alabanza, don Niceto se graduó bachiller a los catorce años de edad, terminó la carrera de Derecho obteniendo sobresaliente en todas las asignaturas a los diecisiete, y en octubre de 1897 ponía por primera vez pie en Madrid para cursar estudios de doctorado. Fue entonces cuando conoció a Moret, Azcárate y Romanones, y mientras se iniciaba en la política como miembro del Partido Liberal y empezaba a despuntar como formidable orador, aprobó con el número uno las oposiciones al Cuerpo de Letrados de Consejo de Estado, obtuvo por concurso la plaza de profesor en la Facultad de Derecho de Madrid y se curtió como pasante en el despacho de Díaz Cobeña, hasta que decidió montar su propio bufete en 1912.
De la mano del conde de Romanones, su mentor y principal valedor dentro de las filas liberales, aquel abogado prieguense lograría en 1906 un acta como diputado por el distrito de La Carolina, iniciando entonces una fulgurante y exitosa carrera política que lo llevaría, en 1917, a ocupar la cartera de Fomento en el gobierno que Alfonso XIII encargó a Manuel García Prieto para salir de aquel annus horribilis, en el que las Juntas de Defensa, la Asamblea de Parlamentarios y una huelga general habían puesto al país en una complicada situación social y política. Volvería Alcalá-Zamora a repetir ministerio en 1922, en un nuevo gobierno del marqués de Alhucemas, aunque esta vez ocupando la cartera de Guerra, con los ecos del Desastre de Annual todavía recientes.
La destitución de Alcalá-Zamora: cómo el Frente Popular acabó con el último bastión de la República
En septiembre de 1923, tuvo lugar el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. La consiguiente suspensión de las garantías constitucionales, consentida por el rey Alfonso XIII, provocó en Alcalá-Zamora y en otros políticos de tradición monárquica un paulatino viraje ideológico, con el objetivo de buscar una solución que sacara a España del impasse totalitario en que se había instalado. Tampoco ayudó que el «cirujano de hierro» decidiera prolongar su permanencia en el poder sine die, tras haber anunciado inicialmente que gobernaría durante noventa días para cambiar el rumbo decadente en que se hallaba sumido el país. Comenzó entonces un proceso de oposición a la dictadura que, en enero de 1929, tras la entrada en prisión de José Sánchez Guerra, entraba en su última fase, con el político liberal Miguel Villanueva como cabeza visible.
Alcalá-Zamora daba un paso al frente el 13 abril de 1930, cuando en un memorable discurso pronunciado en el Teatro Apolo de Valencia explicó por primera vez su modelo político basado en una «República de orden» como única alternativa a una monarquía que consideraba acabada después de siete años de dictadura consentida y alentada por el rey Alfonso XIII. Para un demócrata liberal no cabía otra solución que transitar hacia la república, pero no entendida esta como el final de un proceso revolucionario que patrocinase la izquierda antidinástica, sino como un nuevo régimen de corte burgués, templado y centrado, construido con el aporte de todos. Hasta ese momento aquel brillante abogado de provincias había criticado abiertamente la dictadura de Primo de Rivera, granjeándose la animadversión del general andaluz, y señalando al monarca como parte consustancial del problema.
Empezó el prieguense explicando en la ciudad del Turia que la situación política en España había entrado en un periodo constituyente en el que era necesario reconstruir la legalidad constitucional y recobrar la soberanía nacional plena y absoluta. Recordaba que Primo de Rivera dejó el poder en enero de aquel año, y que la situación unos meses después seguía exactamente igual, apuntando con ello a que el problema, por tanto, no era únicamente el dictador. Acusó entonces tanto a los partidarios de la dictadura como a los denominados «constitucionales» de querer seguir prorrogando un régimen caduco, tras proponer estos últimos el restablecimiento de un sucedáneo de democracia bajo el paraguas de un monarca cuyo tiempo terminó al apoyar la suspensión de las garantías constitucionales de 1876.
Yo proclamo el derecho y el deber en los elementos monárquicos, de condición democrática y constitucional, de servir, de votar, de propagar la defensa de una forma republicana como la solución ideal mejor para EspañaDiscurso de Alcalá-Zamora el Teatro Apolo de Valencia
Habiendo transcurrido casi dos tercios de intervención, Alcalá-Zamora llegaba al momento esperado por el público asistente al analizar cuál debía ser la solución al momento político que atraviesa España. Menciona primero dos alternativas que cataloga como imposibles, la primera basada en la búsqueda de una nueva monarquía, como sucedió en 1870, y una segunda de carácter continuista con el modelo actual, haciendo borrón y cuenta nueva y olvidando los años de dictadura. Finalmente, habla de una tercera, la única viable: la república. Es entonces cuando empieza a explicar la complejidad de una transición que debe tener lugar de manera «prudentísima, con un sedimento y un apoyo conservador sin el cual su existencia no es posible» para llegar a una república que «se avinieran a ayudarla, a sostenerla y a servirla gentes que han estado y están mucho más a la derecha mía».
Es entonces cuando entra en la recta final del discurso, con la intención de precisar y fijar las ideas fundamentales «para que no quede duda». La siguiente frase es esclarecedora: «Una república viable, gubernamental, conservadora, con el desplazamiento consiguiente hacia ella de las fuerzas gubernamentales de la mesocracia y de la intelectualidad española, la sirvo, la gobierno, la propago y la defiendo. Una república convulsiva, epiléptica, llena de entusiasmo, de idealidad, falta de razón, no asumo la responsabilidad de un Kerensky para implantarla en mi patria». Ni Alcalá-Zamora era un político de izquierdas, ni procedía de las filas del republicanismo, ni buscaba la llegada de la república desde una revolución mal entendida. Era un hombre cultivado y cabal, demócrata y liberal, que se convenció de que aquella era la única solución posible para el futuro del país.
En Valencia se escenificó la conversión política de don Niceto. En aquel discurso no solo mencionó abiertamente la fórmula republicana para una vuelta a la democracia, sino que marcó con claridad el camino para llegar a ella apelando a sumar entre todos para conformar una república viable, conservadora y aglutinadora de clases medias, eliminando de la ecuación a las variables exaltadas que pudieran poner en peligro el nuevo régimen. Manuel Portela Valladares recordará en sus memorias aquella intervención diciendo que «le acreditó de grande hombre de Estado». A aquel discurso seguirían otros que poco a poco contribuyeron a sumar cada vez más apoyos en favor de una causa republicana que, a la postre, acabó siendo un fracaso precisamente por no conseguir que fuera un proyecto, ni centrado, ni común a todos los españoles.
El objetivo del Pacto de San Sebastián era poner fin al reinado de Alfonso XIII y dar paso a la república.
La trayectoria de un político fundamental en la historia del siglo XX español.