Javier Morillas | 16 de marzo de 2021
El paro juvenil en 2020 volvió a repuntar al 38% para los de 16-24 años, subiendo en marzo de 2021 hasta el 48,1% interanual.
Jovellanos denominaba «estorbos» a todos aquellos elementos y actitudes «de índole moral o derivados de la razón» que obstaculizaban el mayor desenvolvimiento económico de España. Y, cuando se cumple el CCX aniversario de su fallecimiento, la Facultad de Económicas y el Centro de Economía Política y Regulación de la Universidad CEU San Pablo impulsan, junto a otras instituciones, la colocación de una réplica de la estatua que aquel gran estadista y pensador tiene en su Gijón natal. Tal recordatorio viene a cuento al analizar los últimos datos de empleo.
Y es que la tasa de paro es solo uno de los indicadores del mercado de trabajo. Otros igualmente importantes para comprender la dinámica del paro actual, y especialmente juvenil, remiten a la fuerte disminución de su oferta, su cualificación y al gran peso de la inmigración en esas cohortes de edad o a su contenida -en términos europeos- tasa de actividad, entendida esta como cociente entre la población activa y la población en edad de trabajar. También merece destacarse la relevancia de las tasas de escolarización postsecundarias que, especialmente desde los 20 años, son inferiores al grueso de los países europeos.
El paro juvenil en 2020 volvió a repuntar al 38% para los de 16-24 años, subiendo en marzo de 2021 hasta el 48,1% interanual, a pesar de que entre 2000 y 2020 ha habido una disminución en la franja entre los 16-34 años de 2,2 millones de jóvenes (un 27%). Una pérdida de población joven que no se ha compensado con aumentos en su participación en el mercado laboral. Así, su tasa de actividad, que alcanzó un máximo en 2007 del 74% de la población joven en edad de trabajar, de 16 a 34 años, cayó hasta el 61% en 2020, y lo sigue haciendo, con registros que, aunque situados en la media de la UE-27, están lejos de los países centrales (Alemania, un 72%, u Holanda, un 81%) y nórdicos.
Según Eurostat, los jóvenes españoles muestran un peso excesivo de estudios primarios y terciarios y, en cambio, manifiestan insuficiencia de los secundarios. Para los de 25 a 39 años, en 2019 el peso del nivel más bajo de estudios (un 27%) prácticamente triplicaba el de los países del centro y este de Europa o el de los bálticos o nórdicos; en cambio, en estudios terciarios, España (con cerca del 50% de esos jóvenes) superaba largamente a los países centroeuropeos (40%). Finalmente, en estudios secundarios, el escaso 23% español contrasta con pesos del 50% en Europa central y superiores en la oriental.
Con relación a los activos jóvenes, los cambios 2000-20 reflejan dinámicas contrapuestas: muy intensa pérdida de nativos (-3,1 millones, un 41% por debajo de 2000) y fuerte expansión de inmigrantes (0,9 millones). Estos, además, entre 2000 y 2020 han absorbido unos 700.000 nuevos empleos, mientras que los nativos han retrocedido 2,4 millones. De hecho, del aumento de 185.000 ocupados de 16 a 34 años en la recuperación 2014-19, más del 100% de ese crecimiento lo absorbieron inmigrantes.
Además, se da un elevado paro de inmigrantes jóvenes. Del total de parados de entre 16-24 y 25-34 años, los inmigrantes representaban en 2019 el 26 y 34%, respectivamente, mayormente sin cualificación. Los parados de nacionalidad española han aumentado un 25,3% en comparación interanual, lo que supone 1,4 puntos más que en enero. Pero los extranjeros crecieron un 55,8%, correspondiendo un aumento del 47,3% a los de países comunitarios y otro del 59,7% a los extracomunitarios. La participación de los extranjeros se sitúa en el 18,4% del total, lo que supone 3,1 puntos más que hace un año.
Y es que, al final, aquellos «estorbos» en forma de trabas burocráticas, arbitrismos, proliferación de gabelas e impuestos, intromisiones públicas en la actividad ciudadana, elevado déficit público y endeudamiento… que para Jovellanos eran «fruto del desconocimiento general de la ciencia de la economía», que consideraba «la más importante y más esencial de todas», tienen que ver también con el olvido del impulso pionero a la formación profesional del ilustrado asturiano «prefiriendo la práctica a la teoría».
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