Fernando Bonete & Hilda García | 20 de marzo de 2021
La Caja Books nació en Valencia, en mayo de 2018, con el lema «abre, lee, siente, piensa». Su director editorial, Raúl E. Asencio, explica que en un sello pequeño todo depende «de que los libros arranquen con fuerza, que aparezcan en ciertos medios y que nuestros lectores los reciban bien».
Detrás de La Caja Books hay todo un entramado conceptual que hace gala a su nombre, que articula su lema y sus colecciones, y que dota a su línea editorial de una cohesión desacostumbrada en sellos tan jóvenes. Apenas tres años de vida para presentar la «caja» como contenedor de libros, la «caja» como contenedor de tipos para componer palabras.
La coherencia de esta editorial valenciana con miembros desperdigados por todo el panorama nacional e internacional se extiende a su línea gráfica, desde la web, hasta el catálogo, pasando por el diseño de sus libros; todos presentan una identidad visual inconfundible.
Su director editorial, Raúl E. Asencio, mira con esperanza hacia el futuro después de las dificultades que planteó el confinamiento para el sello. Durante 2021, La Caja Books quiere recuperar su impulso y seguirá sumando ensayos para «entender el presente de una manera crítica».
Pregunta: El lema españolizado de «think out of the box», «pensar fuera de la caja», preside su línea editorial. ¿Qué tipo de libros son estos?
Respuesta: Son libros para entender el presente de una manera crítica. Cuando selecciono libros lo hago movido por la curiosidad. Edito para conocer. Muchas veces parto de temas que no controlo, pero en los que busco comprender algo que me atañe del mundo contemporáneo o de su historia reciente.
Pregunta: Sus libros se organizan en tres colecciones. Entiendo que «La caja» fue la colección fundacional.
Respuesta: Sí, la idea inicial fue de Paco Cerdá, fundador de la editorial y escritor, autor de El peón. Hacer cajas que contuvieran tres libros en torno a un mismo tema. Cajas con un diseño muy cuidado y un contenido muy bien escogido. Al final, la caja nos permitía entrar con una idea original a un mercado saturadísimo con una variedad riquísima. La caja con los tres libros nos hacía un hueco.
P.: Y luego vinieron las colecciones «Caja alta» y «Caja baja».
R.: Claro, la editorial fue cambiando, ganando en matices, no todo cabía en esa caja, y lanzamos la colección «Caja alta» para traducciones. Lo de «alta», porque digamos que las traducciones nos llevan algo más de esfuerzo. Después, «Caja baja» para los libros nacionales.
Ahora el núcleo cultural son Zoom e Instagram. Espero que pronto vuelvan a serlo las librerías
P.: Son nombres que suponemos que toman del diseño tipográfico, «mayúsculas» y «minúsculas».
R.: Tiene mucho que ver con los términos tipográficos, sí. De hecho, se pensó abrir otra colección que se llamara ‘chibalete’, el mueble donde se guardaban los tipos móviles en las imprentas, para que veáis hasta donde llega paranoia con este campo semántico de la tipografía.
P.: Y ya que venimos de tocar la disciplina del diseño… presentan una línea gráfica muy trabajada.
R.: Desde que Paco montó la editorial, el diseño tiene una función crucial. Había y hay toda una conciencia de la cadena y los procesos que tiene que atravesar un libro para llamar la atención en el momento en el que está en una balda de la librería. Los diseñadores que pensaron y crearon las colecciones lo hicieron para que la coherencia fuera total. Y luego tenemos las ilustraciones de Ximo Abadía, a quien desde hace ya un tiempo encargamos todas nuestras cubiertas. Él es genial y además nos ayuda a preservar la estética de nuestra apuesta.
P.: Hemos abordado su identidad y sus títulos, pero nos queda por conocer el equipo. ¿Quiénes integran La Caja Books?
R.: Ricard Peris es el dueño, el fundador de la editorial y el responsable de que todo esto funcione. Luego, en plantilla somos dos personas. Nuria Planas, que lleva las redes sociales y me ayuda con todo, y yo, que me ocupo de la selección de textos, parte de la edición de mesa, la promoción y contacto con medios. Pero el equipo es en realidad más grande, como freelance, Ximo Abadía con la ilustración, Esperanza Martínez con la maquetación, y Leticia Oyola con la corrección. También tenemos muy buena relación con traductores como Ernesto Rubio y Agatha Orzeszek, gran conocedora y traductora de la obra íntegra de Kapuściński. Y luego siempre hay lectores, amigos de la editorial; gente que sabe y que nos presta ese conocimiento. Me refiero Paco Cerdá, que sigue muy pegado al sello o a expertas en literatura como Puri Mascarell o María Angulo. Hay una relación de trabajo muy fluida, y yo estoy muy contento porque tenemos un equipo maravilloso.
P.: Y en su caso, ¿cómo llega a la editorial?
R.: Mi oficio de editor ha sido algo totalmente vocacional. En casa no teníamos muchos libros. Tenía un tío que sí que era comercial de libros de El Barco de Vapor, pero no había un ambiente literario próximo a mí, y quizá en la búsqueda de algo distinto a lo que había en casa me encontré con esta vocación.
Llegué la editorial a los pocos meses de su fundación con una gran curiosidad. Conocía a Paco, le escribí para interesarme por las publicaciones del sello, comencé a hacer informes de lectura, y cuando Paco dejó la editorial para atender otro trabajo hará unos dos años, me invitó a tomar las riendas de la editorial.
Las editoriales jugamos con un margen muy pequeño. Hay un 20% de libros que funcionan y un 80% que son ruinosos
P.: No es habitual encontrar editoriales fuera de Madrid y Barcelona. Ustedes, sin embargo, tienen su sede en Valencia.
R.: La editorial es valenciana y la sede está en Valencia, quizá por una cuestión estructural, y es que pertenece a un pequeño grupo editorial, Andana Libros, que está allí. Pero se da el caso de que ninguno de los trabajadores actuales de La Caja está en Valencia. Yo trabajo desde Zaragoza, Nuria desde Alemania, Ximo está en Benidorm, Ernesto está en Polonia, Agatha entre Barcelona y Polonia, y así con todos.
Pienso que desde Madrid es más fácil gestionar un proyecto editorial, porque ocurren más cosas, y es más fácil hacer propio, digamos, ese capital cultural. Pero la pandemia, si ha traído algo, es la descentralización de los núcleos culturales. Ahora, si acaso, el núcleo cultural son Zoom e Instagram. Pero espero que pronto vuelvan a serlo las librerías, aunque sean las de las grandes ciudades.
P.: Precisamente sobre la pandemia han publicado libros como El virus del miedo, de Manuel Cruz, una interesante reflexión. ¿Cómo ha afectado la COVID-19 a su editorial?
R.: Por lo que me consta de haber leído y haber hablado con compañeros, ha habido dos grandes grupos de editoriales frente a la pandemia, unas que se han visto beneficiadas y otras que no tanto. Hay editoriales literarias a las que les ha venido muy bien la pandemia, porque ha aumentado la lectura de títulos de fondo, y otras, como la nuestra, a las que nos ha tumbado libros con los que contábamos para el periodo en el que llegó el confinamiento, porque trataban temas de gran actualidad, pero que hubo que cancelar, aplazar o dar por perdidos porque esa actualidad se vio sustituida por otra.
Hubo que cancelar presentaciones, promociones… La pandemia ha sido especialmente dolorosa para nosotros, aunque entiendo que no ha sido así para todo el sector editorial. En cualquier caso, parece que comienza a recuperarse la situación.
P.: Del uno al diez, ¿cuál es el grado de dificultad para fundar y sostener una editorial en estos tiempos?
R.: En una editorial pequeña como la nuestra dependemos de que los libros arranquen con fuerza, de que aparezcan en ciertos medios y de que nuestros lectores los reciban bien. Las novedades tienen un plazo de tres meses, que es el tiempo en el que las librerías pueden tener el libro en depósito. Cuando tienen que pagar ese libro, muchas veces lo devuelven a la distribuidora. Las editoriales jugamos ahí con un margen muy pequeño. Las grandes tienen más libros al cabo del año, es más probable que alguno de ellos funcione. Nosotros, si publicamos entre siete y diez libros, si de ellos por lo menos dos o tres no llegan a complementar el balance de los otros, corremos un gran riesgo.
Ignacio Echevarría, en su reciente libro Una vocación de editor, recoge un dicho popular en el mundo de la edición que dice que los editores pierden dinero con ocho libros y recuperan con dos. No sé si los porcentajes son exactos, pero la frase da en el clavo. Así parece funcionar este mundo: muchos libros son ruinosos y unos pocos nos permiten salvar los muebles y seguir editando. Cuando publicas treinta o cuarenta libros al año, aunque solo sea por una cuestión estadística, es más fácil que los libros rentables lleguen. Cuando publicas menos, siempre estás editando en el filo de la navaja y, si estos dos libros tardan mucho en llegar, te ves un poco con el agua al cuello.
La naturaleza del editor es estar detrás del libro y trabajar para el autor. No es una figura que necesite reconocimiento
P.: Desde la experiencia que ha podido obtener del trabajo de edición, le planteamos la pregunta obligada de esta serie de entrevistas: ¿qué es un editor?
R.: Voy a volver al libro de Echevarría, que me parece acertadísimo. Dice que hay dos tipos de editores. El editor DJ, que sería un editor que lo que hace es leer la sensibilidad de un momento concreto y editar para retroalimentar esa sensibilidad. Es la imagen del DJ que en medio de la noche va tanteando el ambiente y poniendo la música que cree que va a gustar. Y luego está el editor profesor, que es un editor que tiene la autoridad y el criterio, y llega a los lectores diciendo: esto es lo bueno.
Según lo veo, editar es algo entre las dos cosas. Por un lado, el editor tiene que tener el criterio y la autoridad, pero también tiene que haber sido DJ durante muchos años y haber demostrado que es capaz de tener cierta relación con los lectores y de leer su tiempo para que pueda ser valorado como profesor. Hay que ser editor DJ durante mucho tiempo para poder llegar a ser editor profesor. Estaría entre estas dos figuras, una persona que lee y retroalimenta las inercias de la actualidad y, por otro lado, también está la idea de autoridad, de criterio, de filtro. Estas dos ideas se pueden sintetizar de algún modo en la figura del editor, al menos como la entiendo yo.
P.: ¿Cuál diría que es su relevancia social?
R.: Creo que hay de todo dentro de las limitadas fronteras del mundo cultural o literario. Hay grandes figuras dentro del mundo editorial, como Claudio López Lamadrid o Silvia Sesé, Esther Busquets o incluso Carmen Balcells, que era una agente literaria realmente revolucionaria y que hasta le dedicaron un Imprescindibles en TVE. O, recientemente, Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez con Caballo de Troya. Hay figuras editoriales que sí son reconocidas, no sé si lo suficiente o no, porque la naturaleza del editor es estar detrás del libro y trabajar para el autor. No es una figura que inherentemente necesite reconocimiento. Necesita hacer buenos libros y en la medida de lo posible vender los suficientes para seguir haciendo libros.
P.: Tienen un blog en vuestra web. ¿Cuál es su temática?
R.: Es bastante reciente. Uno de los objetivos de este año era mejorar la relación con el lector. Dado que no hemos podido hacer presentaciones de libros… estamos poniendo más cuidado en las redes sociales y en las newsletter. Estamos haciendo algunas campañas de mailing más personales y cercanas, no tan protocolarias. Hay bastantes lectores y para que eso no se pierda lo que hacemos es utilizar el blog de repositorio de esas cartas a los lectores.
P.: ¿Cuáles son los proyectos editoriales de La Caja Books para este año?
R.: Tengo bastante esperanza, porque en cierto modo es el primer año en el que puedo editar en circunstancias normales. El año anterior vino la COVID y el anterior estaba gestionando un proyecto que me venía dado y con libros que ya estaban contratados. La primera gran apuesta ha sido el libro de Elizabeth Duval, Después de lo trans. Disputaciones y disquisiciones desde la apatía. Radiografía de algún modo las guerras culturales que están tan presentes, las fracturas entre la izquierda, los conflictos dentro del feminismo, el feminismo transexcluyente, el transactivismo… Es un libro verdaderamente interesante para entender ciertas inercias y debates culturales y políticos. Y además y al margen de si lo que cuenta es vigente o no, es un ensayo formalmente magnífico.
En abril recuperamos un libro de estos que quedaron extraviados por el coronavirus, un libro de Jacek Hugo-Bader, reportero polaco. Una de nuestras líneas editoriales es la publicación del reporterismo polaco. Allí hay una gran escuela del reportaje, de la no ficción, todos herederos de los periodistas Ryszard Kapuściński y Hannah Krall. Nosotros hemos editado algunos, y esperamos seguir editando a más autores polacos. Jacek es quizá el sucesor de Kapuściński más firme que hay en Polonia. Y este da cuenta de 30 años de reportajes, idas y venidas a la URSS. Pretende ser y lo es un recorrido por las ruinas y las grietas del Imperio soviético.
Uno de nuestros objetivos para este año es mejorar la relación con el lector
P.: ¿Y en cuanto a la rentrée?
R.: Está aún por concretar, pero hay algunos libros muy interesantes. Uno de Francisco Martorell, un filósofo experto en la utopía y la distopía, sobre cómo se está exacerbando en cierta manera la lectura distópica del presente, cómo nos hemos pasado de rosca con la idea de la distopía y entendemos el mundo de una manera apocalíptica. Un ensayo muy interesante que da bastantes claves para explicar el imaginario con el que nos acercamos al presente.
Hay otro libro de Guillermo Abril, que ha sido durante mucho tiempo el reportero de El País Semanal. El suyo es un libro ambicioso que parte de la idea de que el mundo de hoy es tan complejo que es muy difícil ofrecer un relato único que lo explique. Abril ha hecho infinidad de viajes y crea un libro partiendo de estos retazos, como si se tratara de conexiones sinápticas… Es un libro experimental pero fascinante. Como traducir Los errantes de la Premio Nobel Tockarzcuk al lenguaje de la no-ficción.
P.: Con respecto a los proyectos más corporativos, ¿tiene La Caja Books previsto crecer?
R.: El momento del coronavirus ha sido duro y hemos aplazado durante un tiempo las traducciones. Siempre suponen una inversión importante, sobre todo en polaco. Sin embargo, ahora donde tenemos el esfuerzo puesto es en volver a recuperar el ritmo normal precoronavirus y, sobre todo, en recuperar las traducciones.
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