Mario Crespo | 14 de marzo de 2021
Una nueva entrega repleta de misiones comprometidas, tipos duros y misterio. Espías de novela, de película y hasta de tebeo.
Mis espías favoritos no caben en un solo Podría ser peor, así que este mes retomo el tema con una segunda y última entrega. Seguro que los muchos personajes que se quedan fuera sabrán disculparme: si de algo carece un buen espía es de afán de protagonismo. De la Escocia brumosa de principios del XX al Líbano de los 80, pasando por los principales escenarios de la Guerra Fría, estos tipos duros y misteriosos, habituados a los códigos secretos, los disfraces y las traiciones, me han dado muchas alegrías en mi vida de lector y espectador.
Padre intelectual del conservadurismo moderno estadounidense, fundador de la revista Nacional Review y candidato a la alcaldía de Nueva York, a Bill Buckley se le recuerda, sobre todo, por su ingenio afilado, su capacidad para la polémica y su clarividencia política. Se recuerdan menos sus incursiones, nada menos que once, en la novela de espías. Cuando su editor le propuso escribir una, Buckley le respondió, burlón: «¿Y por qué no das tú un concierto de trompeta?». Pero poco después se sentó frente a la máquina y redactó un libro sólido y divertidísimo, lleno de referencias a la historia real. Aunque en su día contó que su principal referencia era Frederick Forsyth, no es difícil intuir chispazos de Ian Fleming en el estilo, juguetón, algo excesivo y rebosante de elegancia.
El protagonista de su saga es Blackford Oakes, agente de la CIA, formado en Yale -como Buckley-, católico practicante -también como el autor- y conservador militante -adivinen-. Y el primer tomo aborda una conspiración contra una joven y ficticia reina de Inglaterra. Quienes quieran disfrutarla en español tendrán que acudir a alguna librería de viejo.
Salvad a la reina
William F. Buckley Jr.
Plaza & Janés
298 páginas
1979
Joseph Turner, «Cóndor» (Robert Redford), tiene un trabajo curioso: analiza novelas en busca de posibles mensajes codificados. Trabaja para la CIA, pero no es un agente operativo. Y su estilo –americana de tweed, vaqueros, gafas de aviador y flequillo despeinado– es de lo poco rescatable de la estética del cine de los 70.
La trama, que se inicia con una matanza en la oficina de Turner, es aparentemente simple, pero muy densa en lo político y en lo psicológico. Hay quien dice que la historia romántica es puro relleno; a mí no me lo parece. El final hiela la sangre. «Sucederá de este modo: estarás caminando, quizás el primer día soleado de la primavera; un automóvil se detendrá junto a ti y alguien a quien conoces, alguien en quien incluso confías, saldrá del coche, y te sonreirá, con una sonrisa hospitalaria. Pero dejará abierta la puerta del coche y se ofrecerá a llevarte». Está en Filmin.
Ambientada en el Londres de los 70, lo único malo de esta miniserie, de exquisita factura BBC, es su título, obvio, genérico y proclive a confusiones con otras obras. Pero ya es sabido que el arte de titular no es sencillo. Por lo demás, es una espléndida serie de espías de cocción lenta: exige la atención del espectador, pero a cambio le proporciona muchos momentos de felicidad. Se puede ver en Filmin.
Ed Brubaker se hizo famoso con las historietas de superhéroes, tras insuflar nueva vida al Capitán América. Después de miles de viñetas, se aburrió y cambió de género. La serie Velvet cuenta la historia de Velvet Templeton, secretaria del director de una agencia de espionaje, que se ve obligada a pasar a la acción. El primer álbum, el único que he leído, es muy bueno. Está editado en España por Panini.
Velvet. Antes del gran final
Ed Brubaker, Steve Epting
Panini
128 páginas
2015
14,25€
Confieso que las tramas de espías ambientadas en la Guerra Fría siempre me han interesado más que las que se inspiran en el mundo árabe. Quizás porque antes el enemigo, aunque malvado, guardaba ciertos códigos, al menos estéticos. De la segunda veta, Beirut, que pasó bastante desapercibida en su estreno, me parece una de las mejores.
Protagonizada por Jon Hamm, que habría sido un buen Bond de haber nacido en el Reino Unido, cuenta la historia de redención de un diplomático estadounidense cuyos servicios reclama la CIA para una delicada tarea. Está en Netflix
Joan Pujol -nombre en clave para los británicos: Garbo; Alaric Arabel, para los alemanes- fue un agente doble famoso por su habilidad para el artificio. Parece que intervino de forma decisiva en la Operación Fortitude, dirigida a convencer a Hitler de que el desembarco aliado se produciría en Calais y no en Normandía. Terminada la contienda, Pujol pasó largos años, hasta su muerte, en el país en el que vivo, Venezuela, y aquí está enterrado. Este documental, dirigido por Edmon Roch y ganador de un Goya, saca todo el jugo a un personaje fascinante. Se puede ver en Filmin.
Fue uno de los primeros thrillers modernos de la literatura y dio lugar a una larga lista de historias análogas: un hombre corriente que se ve inmiscuido, por casualidad, en una conspiración internacional de altos vuelos.
En el cine, Alfred Hitchcock trabajó como nadie ese subgénero –El hombre que sabía demasiado, Con la muerte en los talones-, y no parece casual que él mismo adaptara, en 1935, la novela de Bucham. Hay una segunda versión de 1978, no tan sobresaliente, pero más fiel al libro, dirigida por Don Sharp. La historia de Bucham también inspiró, diría yo, a Hergé, en la creación de La isla negra. No es extraño que la novela haya sido tan fructífera, porque es una obra maestra del suspense.
Los treinta y nueve escalones
John Buchna
Editorial Losada
160 páginas
2016
9,50€
Hay espías que son casi superhéroes; los hay complejos y atormentados; eruditos y matones de cuarta; seductores (o seductoras) de corazón frío; bon vivants y ascetas. En esta selección de novelas y películas encontrarás lo mejor de cada casa.
El tren como escenario de romances, asesinatos o como metáfora de la libertad. Vagones, raíles y estaciones protagonizan las recomendaciones de este mes.