Bieito Rubido | 26 de marzo de 2021
La ineficiencia evidenciada por la UE en la compra y distribución de vacunas anti-COVID-19 para los 27 países miembros debería, al menos, dejarnos alguna lección.
La buena teoría mantiene que de los fracasos deberíamos aprender una lección. Así que busquemos el lado positivo del desastre de gestión que la UE ha llevado a cabo con la adquisición y distribución de las vacunas. Hay que decirlo con toda claridad, lo de la UE y las vacunas ha sido un fracaso que pone en tela de juicio la eficacia de los burócratas de Bruselas. Saben dar a luz a engorrosas directivas y, por tanto, incrementar la burocracia, pero gestionan con notoria dificultad. Ocurrirá algo parecido con los fondos; y si no, al tiempo. Lo cierto es que nos hemos “comido” ya los tres primeros meses del año y en España no se ha llegado ni al diez por ciento de la población vacunada contra la covid.
A pesar de todo, yo soy europeísta y creo que la Unión Europea es un magnífico proyecto de civilización y progreso al que merece la pena pertenecer como ciudadano. Aunque de vez en cuando, y sobre todo cuando de verdad necesitamos la musculatura de una organización que engloba a 446 millones de habitantes, esta flaquea; en parte, porque todavía nos falta ceder más soberanía. Así de paradójico es el fenómeno de la UE.
La ineficiencia evidenciada por la UE en la compra y distribución de vacunas anti-COVID-19 para los 27 países miembros debería, al menos, dejarnos alguna lección. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ya reconoció sus errores en esta gestión. Ahora solo falta que saquemos las conclusiones necesarias para la consecución de dos objetivos: el primero, agilizar la llegada de más vacunas, cuanto antes; el segundo, admitir que la burocracia de Bruselas tiene que ser más humilde y al mismo tiempo más eficaz. En esto y en todo. De lo contrario, nuestro credo europeísta, por más que insistamos, se quedará en mero voluntarismo.
La izquierda no invierte ni un minuto en eso que denominamos «el interés general», el bien común, la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Sabemos que Iglesias Turrión es un extremista peligroso, cuyo principal combustible ideológico es el resentimiento.