Bieito Rubido | 19 de abril de 2021
El interino de la Moncloa quiere ocupar el espacio de su hombre en Madrid y centrar en él la campaña. Una vez más, se equivoca.
Sánchez, el que duerme en la Moncloa en un colchón pagado por todos, se ha empeñado en hacerle la contracampaña a su candidato, Ángel Gabilondo. En realidad, el secretario general de los socialistas e interino de la Moncloa quiere ocupar el espacio de su hombre en Madrid y centrar en él la campaña. Una vez más, se equivoca. Hasta ahora, más allá de las trapacerías de la moción de censura y de su alineación con los enemigos de la democracia española, no se le conoce virtud alguna en materia de sabiduría y estrategia política. Presume de resistencia, pero no sé yo si en estos tiempos de populismo y pérdida de valores, la resistencia, instalada en el error, es en sí misma una virtud o un defecto denominado contumacia.
Se equivoca Sánchez al solicitar protagonismo para sí en la batalla electoral de Madrid, ya que el que más rechazo genera entre los madrileños no es Gabilondo, sino el propio Sánchez, junto con Iglesias Turrión. La ciudadanía de Madrid ve en ellos la amenaza a la libertad y, sobre todo, el asalto al poder a cualquier precio, incluido el pacto con los golpistas catalanes y los hermanos de los terroristas vascos. Y eso, justamente eso, es lo que los madrileños, provenientes de todas las esquinas de España, no quieren. Al contrario, lo aborrecen.
Madrid es ahora mismo un pozo de libertad. Un oasis de tolerancia en una España donde los «minilendakaris» de cada región quieren imponer sus poderes, pero sin la autoridad moral, verdadera arma legitimadora en democracia de cualquier acción de gobierno. Conviene recordarles a esos líderes autonómicos, algunos de ellos revestidos de tics muy caciquiles, que todo poder es un privilegio, incluido el alcanzado de manera democrática. Esto vale también para Isabel Díaz Ayuso, aunque es cierto que ella representa hoy las antípodas de las políticas intervencionistas y sectarias de la izquierda y la extrema izquierda. Es cierto, en Madrid nos jugamos pedacitos de libertad, que Sánchez nos quiere arrebatar.
Que Sánchez nos haya presentado hasta en nueve ocasiones un plan para el que todavía no tiene ni un solo euro asegurado, comienza a ser una burla no solo a la opinión pública española, sino también a la economía productiva y sus protagonistas.
Cada vez que Pedro Sánchez aparece con su aire impostado de torero triunfador, nuevo desastre. Cuando dice algo, es que va a ocurrir lo contrario.