Manuel Sánchez Cánovas | 10 de mayo de 2021
¿Qué ocurriría si el Gobierno español alineara sus posturas con las de sus aliados en la OTAN frente a China? ¿Estaríamos preparados?
También hay para España riesgos económicos, en el marco de las crecientes tensiones entre Estados Unidos, la Unión Europea y China, pues cada vez que Occidente toma una medida lesiva contra los intereses de Pekín sus represalias son inmediatas.
¿Qué ocurriría si el Gobierno español alineara sus posturas con las de sus aliados en la OTAN frente a China, por razones ideológicas? ¿Estaríamos preparados? La carencia en España de influyentes unidades de estudios especializados y de lenguas en el Este y Sudeste Asiático es un problema a la hora de analizar las relaciones bilaterales. Tanto más dada la deslocalización pasada de la producción de las multinacionales europeas a Asia, y su integración en las cadenas de valor globales, cuando acabamos de ver los efectos del portacontenedores atascado en el canal de Suez.
¿Dónde podría Pekín afectar a los intereses de España? Australia, tras pedir explicaciones sobre la mala gestión de la COVID en Wuhan, fue castigada por Pekín con aranceles: 200% sobre el vino australiano, 80% sobre el centeno y 40% sobre el algodón, disminuyendo también sus exportaciones de carbón. Sin embargo, el déficit comercial de España con China, que este investigador ha denunciado repetidamente, es gigantesco: 232 mil millones de dólares en diez años, representando ya las importaciones de China casi el 10% de las totales. No extraña que Madrid esté llena de sus tiendas de productos baratos. Aquí sería China la perdedora en un conflicto con la Unión Europea. ¿O serían los españoles habituados a dichos productos?
Sin embargo, mientras que las exportaciones australianas a China suponen el 32% de las totales del país en 2020, las españolas a China solo son el 3,1%. Aunque crecen a un ritmo rapidísimo del 20% anual, aumentan la exposición española a dicho mercado, cuando todo Occidente baraja reducir sus importaciones estratégicas de China, incluidos los antibióticos o las máscaras anti-COVID que, muy escasas durante la crisis, fueron utilizadas como arma diplomática.
En el comercio bilateral, España se asemejaría a un «país en desarrollo», ya que en las exportaciones españolas a China, con un mercado muy proteccionista, predomina el sector primario -el porcino es el 35% total-, mientras que, al contrario, prevalecen las de tecnologías medias altas y altas industriales: productos como ordenadores y material de telecomunicaciones (partidas 84 y 85). Al perecer 300 millones de cerdos con la peste porcina de 2019, aumentaron las exportaciones españolas a China un 41% solo en ese año. Y cabe alertar a los exportadores españoles, dado que, ya sobrepuestos, su cabaña se está recuperando rápidamente siendo un sector sensible.
En 2020, entre China y Hong Kong invirtieron en España 5.175 mil millones de dólares, y 2.772 mil millones, viceversa, que son cantidades ridículas si comparamos el peso enorme de su economía (24 billones de PIB en paridad de poder adquisitivo, según el Banco Mundial) frente a la española (2,1 billones). No extraña que el stock de Inversión Directa de China en España crezca tan rápidamente, pasando de prácticamente cero al 2,5% del total en pocos años: Aldesa; Grupo Osborne, NH Hoteles y Campofrío ya son empresas con gran participación o de propiedad china. Sin embargo, Pekín no invierte casi nada en empresas de tecnología española, aunque aquí predominen las tecnologías medias-altas. Sus inversiones, sea el puerto de contenedores de Bilbao y Valencia, o en constructoras (Aldeasa), solo complementan su estrategia de «Ruta de la Seda», y ligadas al sector agrícola, inmobiliario y de distribución comercial.
La nueva legislación que, por razones tecnológicas y de seguridad nacional, limita participaciones extranjeras en empresas occidentales estratégicas en Europa y América, para reducir la inversión china de control, toca a España de lleno: si queremos que prosperen nuestros sectores de futuro (calidad, diseño y tecnología) interesa contener la rampante piratería china y mejorar el marco de protección de la propiedad intelectual e industrial internacional. La gran creatividad española en Asia, audiovisual y plástica, está amenazada. A Inditex (Zara), con 361 tiendas en China, le debería alarmar el boicot a empresas europeas: cuando H&M mostró su preocupación por los derechos humanos en Xinjiang, se desplomaron sus ventas en China. Su «Moda Rápida» lo es en respuesta a China, lo copian todo. Para ellos Zara es «americana», pues la «Marca España», como tal, es poco conocida en Oriente, y posponiendo la descarbonización energética en su último Plan Quinquenal instituye, además, el dumping medioambiental a medio plazo.
Un último, pero no menos importante, aspecto clave es la deuda soberana española atesorada por Pekín: con la crisis de 2008 a 2021, China compró el 12% del total. Con su espectacular crecimiento por la pandemia, ese porcentaje pudiera haber aumentado.
El gigante asiático guarda las formas y trata de no ofender a la contraparte, lo que no implica que se vaya a firmar un tratado.
El hecho de que China sea una enorme tiranía comunista ayuda a su buena imagen en una sociedad tan escorada a la izquierda.