Hilda García | 24 de mayo de 2021
La profesora del CEU participa en un proyecto de investigación orientado a mejorar el trato a los mayores en residencias. La psicóloga afirma que las personas de más edad «han demostrado que son el sostén instrumental, económico y emocional de la sociedad».
Un grupo de investigación del Departamento de Psicología y Pedagogía de la Universidad CEU San Pablo, integrado por los profesores Gema Pérez-Rojo, Javier López, Cristina Noriega, Cristina Velasco, Isabel Carretero, Patricia López-Frutos y Leyre Galarraga, ha desarrollado un proyecto encaminado a mejorar el trato dispensado a los mayores en las instituciones. Para ello, han publicado una breve escala con propiedades psicométricas fiables y válidas que permite conocer el cuidado que ofrecen los profesionales.
El estudio, en el que también ha participado el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid José Ángel Martínez-Huertas, ha contado con la colaboración de más de 300 trabajadores de residencias de toda España y se ha publicado en la revista BMC Geriatrics.
Hablamos con Gema Pérez-Rojo, responsable del área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico del Departamento de Psicología de la USP CEU. Además de detallar el proyecto, explica el lugar que los mayores ocupan en la sociedad actual y cómo ha cambiado su situación a raíz de la pandemia. Según la docente, «da la sensación de que cuando somos mayores dejamos de ser el protagonista de la película para ser el secundario y que otros deciden por nosotros y nos dicen qué es lo que más nos conviene».
Pregunta: La crisis del coronavirus ha marcado un antes y un después en nuestra vida. ¿Qué ha revelado respecto al trato a los mayores?
Respuesta: La pandemia ha visibilizado a los mayores en residencias. Por un lado, ha dejado ver, especialmente al principio, una solidaridad totalmente altruista que ha sido positiva. Pero, por otro lado, hemos observado un incremento del edadismo. Se ha considerado que el coronavirus está asociado a la edad, al envejecimiento, y el hecho de que fallecieran los mayores era algo inevitable. A nadie parece haberle importado que la mujer más longeva de España contrajese el virus y se recuperase. Parece que simplemente por el hecho de tener una edad nos corresponde padecer determinadas cosas.
Pregunta: Da la impresión de que la pandemia ha dividido a la sociedad en función de la edad.
Respuesta: Se llevaba años trabajando en programas intergeneracionales, porque se sabe que compartir algo entre personas de diferentes generaciones enriquece muchísimo y genera beneficios directos a todos los grupos, independientemente de la edad que tengan. Y justamente la pandemia ha provocado más tensiones intergeneracionales. Se habla de ‘ellos’ y de ‘nosotros’ y todo eso al final lo que ocasiona es que se mire al otro con suspicacia, incluso cuando se habla del uso de los recursos. Al principio de la pandemia se debatió para quién tenían que ser los respiradores, a quiénes había que vacunar primero…
Nadie se pone en el lugar de los mayores que han estado un año confinados y sin ver a su familia. Parece que por su edad esperamos que estén enfermos, tristes, solos…
P.: Es indudable que la edad ha sido un factor decisivo a la hora de tomar decisiones. ¿Qué valoración hace de este hecho?
R.: Durante muchos años nos hemos esforzado en intentar que los estereotipos relacionados con el envejecimiento desaparecieran y hubiese un trato más igualitario entre todas las personas y lo que hemos visto es que la edad ha sido utilizada como el único criterio para tomar todo tipo de decisiones. Puedo entender que es preciso tomar decisiones rápidas y que no se puede evaluar absolutamente todo, pero el único factor que se ha tomado en consideración es uno que yo no puedo cambiar. Llevamos años diciendo a la gente que tiene que envejecer en buenas condiciones y que para eso tiene que hacer ejercicio, comer bien, cuidarse, ser fuerte a nivel psicológico, estar bien conectado con el mundo exterior… Y lo que ha ocurrido con la pandemia es que en función de tu edad yo digo qué es lo que te corresponde y lo que no, lo que puedes hacer y lo que no.
Esto se ve claro con el tema de las vacunas. La vacunación ha empezado por la gente mayor, pero ha recibido críticas justamente por eso. En el momento en que se vio que no hay dosis para todos, ha habido determinados sectores que no han considerado adecuado que se apliquen primero a mayores.
P.: ¿Tenemos una imagen real de los mayores o está distorsionada?
R.: Parece que como son mayores esperamos que estén enfermos, tristes, solos… Cuando comenzaron las vacunaciones en residencias, la gente mayor decía que hacía un año que no salía de ahí. Da la impresión de que a nadie le importó que llevasen aislados tanto tiempo. Parece que nadie se acuerda que cuando nosotros estuvimos confinados durante dos meses lo pasamos mal. Nadie se pone en el lugar de estas personas que han estado un año confinadas, en muchos casos sin ver a nadie de su familia y eso al final tiene consecuencias que veremos a largo plazo.
Todo lo que está asociado a la juventud es positivo, en cambio todo lo que va asociado a ser mayor es negativo
P.: En la sociedad actual la juventud se considera un plus, ¿Hay un desprecio a la edad?
R.: Seguimos dentro del modelo de pérdidas, de declive, en lugar de ver las fortalezas. Todo lo que está asociado a la juventud es positivo, en cambio todo lo que va asociado a ser mayor, a la edad, es negativo. Se está hablando ahora mismo de la necesidad de un cambio de modelo en el cuidado a largo plazo, pero nuevamente viene a pasar lo mismo: son los profesionales los que hablan de ese cambio y hay poca participación del grupo de mayores sobre qué modelo realmente quieren y qué creen que se ha hecho mal.
Tenemos que empezar a escuchar más a los mayores y ponerlo en valor. Recuerdo un gobernador en Texas que decía que los mayores, incluido él, tenían que sacrificarse por la gente más joven. O en Reino Unido decían que si se quedaban más tiempo confinados no pasaba nada, porque tenían su pensión y no implicaba que el país fuese a la ruina. Pero tener en casa a la gente que, según ellos, era productiva económicamente sí podía llevar a la ruina a un país. Ahí lo que se ve muy bien es cómo se sigue valorando a las personas en función de su edad.
P.: ¿Qué patrimonio aportan los mayores?
R.: Eso de que «pobrecitos, qué vulnerables son nuestros mayores» no es así. Nuestro grupo de investigación, al ver que se nos venía abajo el proyecto por la pandemia, ha comenzado uno nuevo sobre fortalezas en mayores. Ya tenemos algún artículo publicado. Vemos cómo en la gente mayor las fortalezas como la resiliencia, la aceptación, la gratitud, siguen presentes. Además, son factores protectores para el bienestar y la calidad de vida. Los que han llegado no son solamente los más fuertes físicamente, sino que también son los más fuertes a nivel psicológico.
En 2008, con la crisis, los mayores demostraron que eran el sostén instrumental, económico, social y emocional. Sin ellos la crisis hubiese sido distinta. Cuando salgamos de esta burbuja de emergencia sanitaria en la que estamos, veremos realmente las consecuencias de la crisis, las áreas a las que va a afectar y quiénes van a ser el sostén de esta sociedad.
Tenemos que empezar a escuchar más a los mayores y ponerlo en valor
P.: ‘Empoderamiento’ es un término de moda. ¿Es hora de reivindicar el empoderamiento de los mayores?
R.: Sin duda. Cuando tomamos decisiones todos los días, sabemos que tenemos un riesgo, el riesgo cero no existe. Al final, cada uno, en función de sus condiciones y de su biografía e historia vital, es el que mejor se conoce para saber cuáles son las decisiones que le convienen. Con esa variable del empowerment (empoderamiento) lo que queremos es que se consiga, por un lado, dar esa capacidad a la gente, independientemente de la edad que tenga, que no sean otros los protagonistas de nuestra vida. Da la sensación de que cuando somos mayores dejamos de ser el protagonista de la película para ser el secundario y que otros deciden por nosotros y nos dicen qué es lo que más nos conviene. Pero realmente no es así, cada uno debería pensar: si a mí no me gusta que tomen decisiones por mí, ¿por qué le va a gustar a alguien con 80, con 90, con 100 años? Si todavía tienen capacidad para tomar esas decisiones, deben seguir tomándolas y hay que dotarlos de los recursos necesarios para ello. Y en caso de no tener esa capacidad ya, podríamos partir de la historia de vida. ¿Qué le habría gustado a esa persona? Que no sea una decisión que le venga mejor a otros, sino que partamos de lo que la persona ha expresado o querido en algún momento.
P.: ¿Cómo se puede concienciar a la sociedad para que valore a los mayores?
R.: A mí me parece que el modelo de humanización es básico para esto. La sociedad valora a la gente en función de lo que hace. Por eso, cuando uno es productivo, está en el mercado laboral, forma parte de la clase activa. En el momento en que sale del mercado laboral, es denominado ‘clase pasiva’. Los que acogen todas las demandas emocionales de hijos y nietos cuando tienen problemas son los mayores. Si los hijos se quedan en paro, son los que están ahí para apoyar económicamente. Pero a eso no se le da valor y sin eso la sociedad no sería la que es. Es más, tenemos la sociedad que tenemos gracias a la gente que ha venido antes y eso tampoco lo apreciamos.
Cuando se habla de mayores, hasta hace poco, previamente a la pandemia, lo único que se consideraba era el coste en pensiones. Como la esperanza de vida está incrementándose tanto, se veía como un problema. ¿Cómo va a ser un problema que vivamos más y mejor? No nos podemos basar en que todo vaya a ser capital económico directo, porque todo lo que hacen los mayores reporta una ventaja indirecta para todos nosotros que genera un beneficio económico.
Es importante que desde pequeños consigamos que haya un conocimiento real del envejecimiento y no nos dejemos llevar por imágenes estereotipadas
P.: ¿Los mensajes que se transmiten respecto a la vejez son adecuados?
R.: Debemos dejar de dar valor al hacer y empezar a ver otros valores humanistas como el ser y el estar. Es decir, yo valgo por lo que soy, no por lo que hago. Al final, es poner en valor la historia de vida. Gracias a la gente mayor, tenemos la sociedad que tenemos. Tenemos beneficios gracias al esfuerzo que ellos han hecho y que siguen haciendo. Muchas personas trabajan porque los abuelos se quedan con los nietos. Si continuamente en los medios de comunicación la imagen que se da del envejecimiento es como declive y enfermedad, la gente se queda con esa idea.
El otro día había un titular en prensa: «Los ancianos de 50 a 59 años recibirán la vacuna». ¿Anciano con 50? Si los mensajes que recibe la gente son esos… Hay un hashtag que se hizo viral durante la pandemia que es Boomer Remover, aniquilador de mayores, que hace referencia al virus. Lo que se transmite a través de ese hashtag es que el virus es inevitable en mayores, es normal. ¿Por qué los jóvenes no tienen más cuidado? Porque los mensajes que se han dado, especialmente al inicio de la pandemia, no han estado bien gestionados. Que todos los mensajes empiecen a ser más reales.
P.: ¿Deberíamos tomar conciencia de que el envejecimiento también tiene un lado positivo?
R.: Por supuesto. Yo tengo datos que demuestran que la gente mayor es resiliente, es capaz de utilizar adecuadamente estrategias de afrontamiento y eso le permite tener bienestar psicológico, que aparezca menos la ansiedad, la depresión, que son dos trastornos que se relacionan mucho con el envejecimiento. Hay factores que protegen de ese tipo de patologías. Consiguiendo una imagen más real, más diversa, más heterogénea con respecto al envejecimiento, también conseguiríamos que esto cambiara.
P.: ¿Hasta qué punto es necesario impulsar las relaciones intergeneracionales?
R.: Se debe fomentar el contacto con mayores. Está bien que haya universidades de mayores, pero no debería ser algo aislado de lo que es la universidad. Aunque haya actividades para mayores o para niños, podríamos encontrar espacios donde se compartan. Fuera de España hay algunas residencias de mayores que al mismo tiempo son guardería. Los mayores y los niños tienen su espacio privado para ciertas cosas, pero comparten horas donde realizan actividades de forma conjunta. Es sorprendente cómo se comportan los niños y la paciencia que tienen con los mayores, algo que perdemos cuando somos adultos. Es importante que desde pequeños consigamos que haya un conocimiento real del envejecimiento y no nos dejemos llevar por imágenes estereotipadas.
Debemos dejar de dar valor al hacer y empezar a ver otros valores humanistas como el ser y el estar. Es decir, yo valgo por lo que soy, no por lo que hago
P.: ¿Cómo será la vida de los mayores tras la crisis del coronavirus?
R.: Como estamos en una burbuja, las consecuencias las veremos a medio y largo plazo. A raíz de la pandemia, han surgido muchas iniciativas para mayores que están solos, que han perdido a familiares. Me preocupa que cuando salgamos de esta situación y volvamos a la normalidad esas iniciativas no se mantengan y que no se haga un seguimiento de las mismas.
Cómo surgió la idea
A partir del año 2002, comencé a trabajar en temas relacionados con maltrato a mayores, sobre todo en el ámbito más familiar, más comunitario. Para la tesis, validé una serie de escalas dentro un proyecto que desarrollamos con diferentes países y en el que estaba la OMS. Preguntábamos directamente a la persona mayor cómo se sentía y a partir de ahí establecíamos si existía una sospecha o no de malos tratos. Con el paso del tiempo, fui formando a profesionales en residencias y nos dimos cuenta de que había situaciones en las que no se atendía a los mayores de forma adecuada y que podían incluso ser constitutivas de malos tratos.
Se nos ocurrió la idea de empezar a trabajar en este ámbito, sobre todo porque en España apenas hay estudios realmente validados sobre cómo es el trato que reciben las personas mayores en instituciones. En los medios de comunicación solo salen los casos más graves, los más evidentes. Pero sabíamos que había situaciones mucho más sutiles, como la infantilización, la vulneración de derechos, la falta de respeto, algo que los mayores consideran más dañino que otras categorías más explícitas. Quisimos empezar a trabajar en aquello que realmente les parece importante a los mayores y ver qué pasaba en las instituciones, no con el objetivo de culpabilizar, sino de trabajar desde lo positivo, de fomentar el buen trato. De ahí que el estudio, que en principio se llamaba «Maltrato en instituciones», pasa a llamarse «Promoción de buenas prácticas».
En qué consiste
Forma parte de un proyecto que nos concedió el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y tiene diferentes fases. En primer lugar, lo que hicimos fue desarrollar una escala relacionada con ese buen trato más sutil. Es cierto que las escalas relacionadas con el cuidado que se proporciona a mayores, bien sea en el ámbito comunitario o bien residencias, todas son de maltrato. Las categorías más conocidas son la física, la psicológica, la sexual, la económica, pero no había ninguna donde además encontráramos buenas propiedades, es decir, que fuese válida y fiable para evaluar ese buen trato. Partimos, por un lado, de la literatura, y por otro, de la experiencia que teníamos en el trabajo en instituciones, en formación a profesionales. Pedimos a diferentes profesionales que trabajaban en el ámbito de la gerontología que nos dijeran si los ítems que habíamos pensado eran acertados o no y si además habíamos incluido correctamente el ítem dentro de la categoría que le habíamos asignado.
Nos basamos en el modelo de Kayser-Jones, que señala que en las instituciones lo que suele ocurrir es que hay despersonalización, deshumanización, infantilización y victimización. Cada uno de los ítems que habíamos elaborado estaba dentro de estas escalas, pero dándoles justamente la vuelta. Hablábamos de personalización, de humanización, de no infantilización y de no victimización. A partir de la valoración que nos hicieron diferentes expertos en dos rondas, elaboramos una escala de 56 ítems, que hemos aplicado en más de 300 profesionales de atención directa en residencias por toda España. Con los resultados que hemos obtenido de esa escala y de otros instrumentos, al final nos hemos quedado con una escala breve de 32 ítems, que suele ser percibida de forma mucho más adecuada, sobre todo teniendo en cuenta el poco tiempo que tienen los profesionales para responder. En este caso, las subescalas que hemos encontrado no coinciden exactamente con el modelo de Kayser-Jones, pero los conceptos principales sí están: humanización, no infantilización, respeto y empoderamiento, que viene de la palabra inglesa empowerment. De lo que se trata es de capacitar a la persona para que pueda seguir tomando decisiones y sea autónoma en aquellas cuestiones que son fundamentales para su vida.
Quiénes han participado
En el proyecto contamos con profesionales que tenían experiencia en el ámbito de la gerontología y del maltrato a las personas mayores. Adaptamos la escala para saber cómo consideraban los mayores que estaban siendo tratados, pero encontramos una tasa de respuesta bastante baja, porque en residencias la gente suele tener un nivel de dependencia física y cognitiva muy elevado, por lo que contestar a determinadas preguntas genera sesgos. Se trata de personas muy vulnerables y con la capacidad mermada para responder. Pero es algo que nos planteamos de cara a futuras investigaciones, partir también de aquello que los mayores piensan que puede ser más importante para ellos.
Cómo se ha puesto en marcha
Desde un principio, no solamente hemos ofrecido la evaluación. Aparte de la escala de buenas prácticas, incluimos otras relacionadas con la Atención Integral Centrada en la Persona, las fortalezas del profesional, la resiliencia, el propósito en la vida, el crecimiento personal, y también variables relacionadas con lo laboral: la satisfacción, el burnout que pueden experimentar, la calidad de vida de los profesionales…
Con todas estas variables creamos un protocolo amplio. Los profesionales contestan a este cuestionario antes de una intervención, que está dividida en tres sesiones donde se trabajan los siguientes módulos: humanización, no infantilización, respeto y empowerment. Además, hemos incluido un módulo de autocuidado, porque los profesionales de residencias no solo tienen deberes, son personas y necesitan estar bien para cuidar. Después de la intervención, y luego también transcurridos tres meses, les pedimos que vuelvan a responder al cuestionario, con la idea de ver si hemos conseguido cambios respecto al momento inicial. Con el seguimiento queremos saber si esos cambios que hemos obtenido se mantienen a lo largo del tiempo.
Ventajas para los profesionales sanitarios
Hay un beneficio directo. En las intervenciones les enseñamos cómo proporcionar ese buen trato y con el autocuidado intentamos conseguir que estén menos cargados, que aprendan estrategias para afrontar mejor una labor que puede ser compleja y muy estresante en muchos casos, porque son situaciones muy demandantes con personas vulnerables.
Beneficios para los mayores
Si el profesional se siente bien, si es capaz de ser consciente de lo que debe cambiar, eso ya tiene un impacto sobre la persona mayor. Si a nivel emocional y de calidad de vida el trabajador se encuentra mejor, eso implica que va a haber un beneficio indirecto sobre los propios usuarios.
El Modelo de Atención Integral Centrado en la Persona
Este modelo procede de la teoría de Rogers de los años 40, que hablaba de la terapia centrada en el cliente. A partir de esta teoría se ha llegado a los modelos de atención centrada en la persona, donde lo que se quiere es que la atención que se proporcione sea personalizada, integral, es decir, que pueda atender a las diferentes áreas: física, psicológica, social, espiritual, y que se tengan en cuenta todas las preferencias, las necesidades y prioridades del individuo. Enseñando esto a los profesionales conseguimos también que los usuarios estén mejor cuidados.
El futuro
Hemos pedido una prórroga, porque en marzo, cuando surgió la pandemia, tuvimos que parar de intervenir y ahora es cuando estamos comenzando nuevamente. La idea es poder seguir trabajando desde esa promoción del buen trato, en esas cuatro subescalas con las que cubrimos una necesidad que no estaba cubierta. Trabajamos desde un punto de vista positivo, desde un modelo de fortalezas, no de pérdidas. No vamos buscando qué le falta al profesional, sino qué recursos tiene y cuáles necesitaría de cara a hacer su trabajo de la mejor manera posible. Y que al final este buen trato sea algo más extrapolable. Cuando hablamos de humanización, la podemos aplicar en el trabajo con mayores, pero también en casa todos los días. Queremos conseguir que haya una buena calidad técnica, pero también que se fomente muchísimo la calidad humana.
La autora de Feminismo sin complejos alberga la esperanza de que este movimiento muera por sus propias incongruencias. A su juicio, es un engaño y un negocio que «no lucha por la mujer, sino contra las estructuras sociales e incluso contra la propia biología».
El filósofo parisino, uno de los pensadores europeos más relevantes de nuestros días, analiza el presente y el futuro de la humanidad: «Asistimos a un tremendo ascenso de todo lo emocional y ello conduce a la toma de decisiones sin la suficiente reflexión», asegura.