Gregorio Varela | 25 de mayo de 2021
De acuerdo con la mejor evidencia científica, la nutrición equilibrada, léase dieta mediterránea, contribuiría a reducir la infección por COVID-19 y la progresión de la enfermedad y también a mejorar la recuperación.
No cabe duda de que estamos viviendo un momento apasionante para nuestra sociedad, también en el ámbito de la alimentación y nutrición. Si bien las estrategias de contención y tratamiento se han centrado principalmente en el distanciamiento social y la higiene, y por supuesto en la vacunación, la pandemia también ha puesto de manifiesto graves vulnerabilidades subyacentes en las personas infectadas, y que incluyen edad avanzada, obesidad y sus consecuencias, diabetes y enfermedades cardíacas crónicas, hipoxia, inflamación e inmunodeficiencias.
Además, pensemos que la actual pandemia ha cambiado las reglas del juego, ya que por primera vez en la historia de la nutrición moderna debemos centrarnos ahora en la relación entre la nutrición y una enfermedad transmisible. No hay duda de que, de acuerdo con la mejor evidencia científica, la nutrición equilibrada, léase dieta mediterránea, contribuiría a reducir la infección y la progresión de la enfermedad y a mejorar la recuperación durante el curso de la enfermedad. Es un momento muy necesario para recordar que no estamos exentos de sufrir habitualmente ingestas marginales de vitaminas, minerales y aminoácidos esenciales necesarios para un sistema inmunológico robusto, problema que se suele agravar precisamente en los más vulnerables, nuestros mayores. Es el momento de ocuparnos y preocuparnos de manera especial por vitaminas liposolubles como A, D, E y minerales específicos como zinc, cobre, y magnesio, ya que todos estos nutrientes desempeñan un papel importante en nuestro sistema inmunológico. Además, no debemos olvidarnos de proporcionar ácidos grasos esenciales (ácidos linoleico y linolénico), y ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI), que modulan el sistema inmunológico y controlan la inflamación.
Pero…. ¿Cómo nos estamos comportando?, y, sobre todo, ¿cómo lo haremos en la sociedad pos-COVID-19? Pues bien, los datos actuales durante el confinamiento nos muestran hogares más mediterráneos, con más consumo de productos frescos, frutas y verduras, legumbres y pescado (también más de cercanía y sostenibles), pero también más elevado de alimentos precocinados (habitualmente ricos en grasa, azúcares y sodio), de azúcar en general, así como de bebidas alcohólicas.
El momento actual y futuro deben servir también para recuperar las habilidades culinarias y, además, hacerlo en el ámbito familiar se convierte en una oportunidad. Bien sabemos en nuestro Mediterráneo que no solo interesa lo que se come, sino cómo e incluso con quién, los aspectos sociales de la alimentación. Ahora, por las circunstancias impuestas, el aspecto social de la alimentación, aunque sea solo en el ámbito familiar, se debe considerar como positivo. Si, además, poco a poco vamos recuperando también la socialización en el exterior, nos encontramos igualmente con otra oportunidad de recuperar adherencia al estilo de vida mediterráneo, tan necesario.
Estos días son complicados y duros por varios motivos: el estrés de la enfermedad o el miedo a padecerla, el cambio de horarios, el cuidado de los niños y mayores en casa… Por ello, la alimentación puede ser una vía de escape y originar que comamos sin «hambre real», es decir, más por «hambre emocional», que indudablemente no debe cronificarse, ya que no suele ser «amiga» de la alimentación saludable. Y también estamos ante un nuevo consumidor, al que habrá que seguir, conocerlo y atenderlo: sin duda, más centrado en el ahorro y en los alimentos básicos, con mayor interés por todo lo que suponga fortalecer el sistema inmunológico, más preocupado por las medidas de higiene y prevención, más solidario y digitalizado. Pero también mucho más enfocado al teletrabajo y, por ello, más inactivo y sedentario, y al que habrá que informar y educar para ajustar su dieta para un balance energético equilibrado.
Esta crisis sanitaria nos debería ayudar a actuar mejor, a colaborar y a salir reforzados, también en alimentación y estilos de vida…. con una mayor adherencia a la dieta mediterránea. Cada 28 de mayo celebramos el Día Nacional de la Nutrición, una iniciativa de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD). Este año tan complejo y difícil hemos querido dedicarlo, precisamente, a la «Dieta Mediterránea en tiempos de pandemia, ahora más que nunca», con el objetivo de promover una alimentación y un estilo de vida saludable en unos momentos más necesarios que nunca. ¡Merece la pena para nuestra salud!
La humanidad parece haberse acostumbrado a vivir una realidad absurda en la que una parte del mundo tira comida a mansalva, a la vez que lucha contra la obesidad, mientras otros padecen desnutrición y hambre.
Para mi padre, la ciencia médica que profesaba era indisociable de su dimensión instrumental, pero la téchne debía permanecer siempre bajo el arte del cuidado.