Manuel Sánchez Cánovas | 19 de julio de 2021
¿Qué se les habrá perdido a ciertos medios oficiales y no oficiales franceses en Ceuta y Melilla, a la contra del sentimiento europeo? Los islámicos en Francia significan votos.
Los recientes sucesos ocurridos en Ceuta han tenido un reflejo en bastantes medios de comunicación franceses, mostrando a la policía alauita alentando a 8.500 inmigrantes ilegales marroquíes, niños incluidos, a asaltar la verja de la frontera española con Marruecos. Una invasión, en la práctica, que la propia ministra española de Defensa, Margarita Robles, ha calificado de «chantaje» y el propio presidente Sánchez de «inaceptable».
Ha llamado especialmente la atención la cobertura del programa Affaires étrangeres, de la emisora cultural pública France Culture, presentada por Christine Ockrent, referente en Geopolítica de la Francofonía, quién invita regularmente a investigadores normalmente de primera línea. En su programa sobre Ceuta «Maroc-Espagne: l’arme migratoire», de 25-02-2021, la misma Ockrent habló de «gentes desesperadas que escapan la miseria» desde el Maghreb árabe hacía un «El Dorado» europeo, usando la retórica típica del «drama de la inmigración»; también dijo que: «entre Rabat y Madrid también pesan los indicios de una larga historia, la de un imperio colonial español ahora reducido a dos enclaves en territorio marroquí» (sic), con el contrapunto de supuestos expertos, claramente islamófilos, convirtiéndose en voceros de Rabat pero sin contar con nadie de Madrid.
Una supuesta «desesperación», que contrasta con la buena apariencia de muchos MENAS marroquíes aprehendidos en frontera, -de 16 a 18 años, varones no desnutridos, esta vez sin subsaharianos- que son acogidos en España con cargo a los recursos que aportan sus sufridos contribuyentes fuertemente mermados tras el desastre del Covid-19.
Pero lo más impactante en el programa de France Culture fue la pretensión, reiterada, de referirse a vestigios del «imperio colonial» español en África. Bien arguye justificadamente el profesor Carlos Echeverría, que «no hablamos de Ceuta o Melilla como ciudades de España, sino de ciudades españolas», en contraste con la tendencia de algunos medios galos de: «relacionar la presencia española, y antes portuguesa, única y exclusivamente con el impulso de la Reconquista».
También el Catedrático de la Universidad de León, Romualdo Bermejo, demuestra que, de acuerdo al Derecho Internacional, Ceuta y Melilla son enclaves españoles desde tiempos inmemoriales. Ceuta, a 23 km escasos de Algeciras, fue unida por el Emperador Diocleciano a la Diócesis de la Hispania peninsular en el siglo III. Vinculada a esta desde entonces, llegando a ser capital de la Hispania Transfretana durante los siglos de la Spania Ghotorum, de la monarquía hispano-goda, abarcando no sólo toda la Península, sino Baleares y parte del actual Marruecos, incluso la narbonense gala. Por tanto, los únicos «okupas» en Ceuta habrían sido los bereberes musulmanes, que en el siglo VIII invaden territorio cristiano -Ceuta y Melilla incluidas- con la colaboración y traición de ciertos nobles de Ceuta en su pugna sucesoria, como Don Julián y el Obispo Don Opás.
Tras su dependencia del Califato de Córdoba, fue después disputada por el reino de Granada y el de Fez, bastante independiente de ambos, por su importante rol en el comercio internacional. Profundamente influida por España y los comerciantes de las potencias europeas mediterráneas, estas se unen en 1417 bajo pabellón portugués para reconquistar la ciudad. Se deja pues atrás prontamente el dominio musulmán, y desde que Felipe II reunificara los reinos de España y Portugal en 1580, continuará Ceuta unida a España con su carácter étnico, netamente español, peninsular, que singularmente la define en la actualidad.
¿Qué se les habrá perdido a ciertos medios oficiales y no oficiales franceses en Ceuta y Melilla, a la contra del sentimiento europeo? ¿Un mecanismo de defensa frente a las reivindicaciones de Córcega, comprada por Francia hace poco más de dos siglos a los italianos? ¿Las reclamaciones turcas sobre islas griegas junto a sus costas? ¿Una reivindicación europea sobre Constantinopla, la actual Estambul, en pleno suelo de la Unión Europea? ¿Van a reconocer la fantasmal «República Turcochipriota» conformada por los más de 30.000 soldados mandados por Ankara reivindicando Chipre? ¿O quieren congraciarse con la desvalida población marroquí y musulmana que vaga desempleada por sus banlieues quemando automóviles y contenedores de basura por las noches?
A la tradicional hispanofobia mostrada en algunos medios franceses, que destilan un anti franquismo anacrónico, con guiños al catalanismo secesionista que financia la Generalitat, se aúnan las extrañísimas conexiones con la «Leyenda negra». Pero saltando sobre la ruina que la guerra de resistencia hispano-francesa 1808-1814, supuso contra Napoleón y sus altos costes económicos para la España de la primera mitad del siglo XX con sus prácticas de tierra quemada y rapiña de nuestra riqueza económica y artística todavía no compensada. Hasta la Inmaculada de Soult, la de Murillo, solo devuelta del Museo del Louvre al Prado en 1941.
¿Andarán perdidos dichos medios de comunicación, o es intencional? Los islámicos en Francia significan votos. La cuadratura del círculo republicana, en un marco tradicional de tensiones interétnicas, ahora que Macron se disculpa por el rol francés en el Genocidio de Rwanda y en la Guerra de Independencia de Argelia, dónde pereció un 15% de la población. En descargo de ciertos periodistas y seudointelectuales franceses digamos que el más prestigioso intelectual, economista y filósofo francés Guy Sorman, terminaba en su reciente artículo Marruecos, desenmascarado, de 31-5-21, previniéndonos del «Marruecos ficticio que Mohamed VI intenta vendernos. Su fallido golpe de estado en Ceuta es un punto de inflexión: sepamos que Europa no trata con un déspota ilustrado…».
María Elvira Roca Barea desentraña en su último libro, titulado «Fracasología», las razones por las que seguimos absorbiendo los argumentos de la hispanofobia impuestos desde el extranjero.
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