Hilda García | 09 de julio de 2021
El director-editor de El Mundo Financiero aclara conceptos y derriba mitos en su libro Cambio climático sin complejos. «La mentalidad consumista de las sociedades avanzadas es lo que habría que recortar y atajar», concluye el periodista y politólogo.
¿Existe el cambio climático? ¿Cuál es la responsabilidad del ser humano en las transformaciones del planeta? ¿Tenemos una buena formación y una adecuada conciencia medioambiental? Estas son algunas preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez en torno a un asunto sobre el que existe mucha desinformación.
Con el fin de derribar mitos y desentrañar los aspectos más polémicos acerca de esta cuestión, el periodista y politólogo José Luis Barceló ha escrito Cambio climático sin complejos, editado por Sekotia. El propio autor afirma que no se trata de un libro negacionista, sino revisionista. La obra ofrece una visión rigurosa y plantea dudas para que el lector tenga un espíritu crítico frente a un tema marcado por la corrección política y mediática.
Cambio climático sin complejos
José Luis Barceló
Sekotia
208 págs.
17,95€
En la actualidad, Barceló es director-editor de El Mundo Financiero y su trayectoria ha estado siempre vinculada a movimientos asociativos ecologistas y preservacionistas. «En países desarrollados ha habido un ecologismo militante que ha sido politizado y que conviene desenmascarar», denuncia el conferenciante y tertuliano.
Pregunta: La primera cuestión es obligada. Cambio climático, ¿realidad o mito?
Respuesta: Falta unanimidad científica acerca del cambio climático. Geológicamente, se ha demostrado que a lo largo de los milenios que tiene la Tierra ha habido momentos de cambio climático en los que no existía el hombre. Se habla de cinco glaciaciones en épocas más recientes. Incluso se sabe que hubo momentos en los que la Tierra estuvo mucho más caliente y húmeda que ahora. Prácticamente todo el planeta era clima tropical y había bosques que estaban meses incendiándose, que es de donde viene el carbón.
Ahora mismo, hablar de cambio climático, cuando llevamos solo 150-200 años -desde aquella era de las exploraciones de finales del XVIII- tomando datos reales y científicos del clima, de la pluviosidad… es como tener un pelo en un diagrama de metros y metros de extensión. No sabemos qué ocurrió anteriormente, incluso hay dificultades para saber qué clima había en la Edad Media o en los tiempos de Jesús. Hay muy pocos datos, salvo los geológicos.
Pregunta: ¿Es juiciosa la obsesión actual por el cuidado del medio ambiente?
Respuesta: Para mí, limitar el crecimiento y el desarrollo por un supuesto beneficio del medio ambiente no es una opción. El ser humano debe ocupar la centralidad del debate y no puede ser más importante un perro o un geranio que una persona. Ese es el debate ético.
El ser humano debe ocupar la centralidad del debate y no puede ser más importante un perro o un geranio que una persona
P.: ¿Qué responsabilidad tiene la acción del hombre en el cambio climático?
R.: No hay unanimidad científica tampoco sobre esto, existe mucha confusión. El cambio climático tendría más bien un origen natural. Tenemos una percepción muy reducida de la ecología y del medio ambiente. Vivimos en ciudades con un medio ambiente perturbado. La humedad, el viento, el sol o incluso la temperatura son muy distintos de los que hay fuera de ese entorno urbano, que es el que percibimos como nuestro principal hábitat. Hay una gran diferencia entre el medio rural y el urbano. Por eso, no esperábamos que se produjeran fenómenos como Filomena.
P.: ¿Lo sabemos todo acerca del cambio climático?
R.: Hay que hacer una revisión. En los años 70 se habló incluso de que íbamos hacia un enfriamiento. Después se ha hablado de calentamiento global, del agujero de la capa de ozono, del efecto invernadero, del cambio climático e incluso ya de la agencia climática.
Se habla también de los ciclos del planeta, por ejemplo, de las manchas solares y el efecto importantísimo que tienen. La Facultad de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Pekín, en China, afirma que el aumento de las temperaturas comenzó tan solo hace un siglo y ha tenido un fuerte incremento en los últimos veinte años. Pero es una cuestión muy puntual. Por ejemplo, en la Academia de Ciencias de Rusia hay un estudio acerca del efecto que tiene el reflejo del sol sobre el agua del mar y el impacto importantísimo sobre el cambio climático.
El cambio climático se está basando mucho en predicciones que están fallando, ese es el gran error
P.: ¿En qué consiste el calentamiento global?
R.: Ahora mismo los datos no son seguros. Se habla del deshielo, y adjudicarlo al efecto energético de la combustión es muy difícil y poco cierto desde el punto de vista científico. La NASA predijo, por ejemplo, las manchas solares hacia 2006 y no se han producido hasta 2014. El cambio climático se está basando mucho en predicciones que están fallando, que luego no se producen. Hablar de cambio climático solamente sobre predicciones es el gran error.
Hay un centro en Reino Unido, el Hadley Center, que tenía un estudio sobre el calentamiento y llegó a acreditar que este solamente ha sido de 0.2 grados entre 1998 y 2008. El calentamiento se detuvo en 2000 y no se ha vuelto a hablar de ello. Luego ha habido momentos muy puntuales, por ejemplo, entre 1645 y 1715 se produjo lo que se llamó una pequeña edad del hielo. En 1950 se registró un máximo solar importantísimo.
P: ¿El cambio climático se está convirtiendo en una nueva religión?
R.: Hay que tener cuidado. Está habiendo mucha propaganda por parte de los medios de comunicación y se habla de la tendencia de Naciones Unidas de promover que se está registrando un cambio climático. En los países más avanzados, como es el caso de la Unión Europea o Estados Unidos, los modelos de protección ambiental son los más agresivos de todo el planeta. Es donde más se protege el medio ambiente y a las especies. Incluso hay una recuperación ambiental exitosa importantísima. Lo tenemos en la península ibérica con el lobo o con el jabalí, que merodea incluso ya por los vertederos. Hay unos niveles de protección muy rigurosos que no se cumplen en ninguna otra parte del mundo. Ahora mismo lo que fallan son los modelos de predicción, que son bastante caóticos.
La aglomeración urbana es el verdadero problema ambiental, su entorno es artificial y es un hábitat deteriorado
P.: ¿Qué hay de cierto en el agujero de la capa de ozono?
R.: Ha sido fluctuante. Ahora está prácticamente recuperado, no hay tal agujero. Hace unos 15 o 20 años, se hablaba de que en países como Australia o Nueva Zelanda había que tener mucho cuidado. Creció una especie de fake news que corrió por redes sociales y por ciertos periódicos acerca de los glaucomas, del cáncer ocular y de piel. Incluso decían que las ovejas se estaban quedando ciegas. Es mentira, no ha ocurrido absolutamente nada.
P.: ¿Qué opina sobre la contaminación de los plásticos?
R.: Respecto a esto hay muchos mitos. Se habla del mar de los Sargazos, de los océanos de plásticos… Es verdad que en los entornos costeros donde hay un desarrollo urbanístico importante la basura está a la vista de todo el mundo. En la playa hay colillas, plásticos, papeles. Pero nadie come ya pescado que proceda de la captura del mar, la mayor parte de los peces más apreciados, como la lubina, la dorada, la trucha o el rodaballo, proceden todos de cría en cautividad. La captura en el océano no se ha visto afectada en absoluto por esta supuesta contaminación.
La energía nuclear, si está controlada, sería más deseable que la emisión de gases de efecto invernadero
P.: ¿Es justa la demonización del CO2?
R.: No, el CO2 es imprescindible para la vida, las plantas no pueden vivir sin él. Ahora tenemos poca intensidad vulcanológica, pero ha habido momentos, en el Jurásico por ejemplo, en los que la actividad de la Tierra era mucho más agresiva que ahora. Había erupciones prácticamente a cada momento. Y esas emisiones de CO2 provocaban que hubiera bosques gigantescos y con un nivel de humedad en el planeta que no conocemos ahora. Se parecería más a un clima tropical que a la situación actual, que es un clima bastante más frío y seco que en otros momentos anteriores. Y era porque había una emisión de CO2 gigantesca por parte de la actividad volcánica.
P.: ¿Las ciudades son la raíz del problema?
R.: Ahora mismo nosotros percibimos el entorno ambiental solo desde lo que es nuestra ciudad. En el planeta Tierra, prácticamente el 70% de la población vive en ciudades. El resto está completamente deshabitado y el ser humano ni está ni se le espera. La aglomeración urbana es el verdadero problema ambiental, porque nuestro hábitat son las ciudades y allí está distorsionado el abastecimiento de agua depurada, la necesidad de evacuar residuos, de abastecer alimentos y energía para poder vivir y progresar. Ese es el verdadero problema que tienen los humanos, porque su entorno es completamente artificial. Ya no vivimos en el bosque ni en el campo, sino en ciudades. Y allí hay un deterioro importante. Es la ciudad y nuestro hábitat lo que está deteriorado, no el resto del planeta.
Todo el mundo en los países avanzados tiene ya una sensibilidad y una cultura ambiental importantes
R.: ¿La despoblación del medio rural existe de verdad?
P.: Sí, existe. Hay un abandono del entorno natural y una concentración muy acelerada en los entornos urbanos. Ahora mismo hay tipos de ecosistemas que eran eminentemente humanos. Por ejemplo, el ecosistema de dehesa. En la zona de Madrid o Extremadura era donde pastaba fundamentalmente el ganado vacuno y ello impedía que el matorral y el monte bajo crecieran. En torno a eso crecían las encinas, había olivares y otro tipo de plantaciones, el estado ambiental estaba humanizado. Ahora es de matorral y monte bajo.
Cada año tenemos más incendios, porque hay una silvestrización del entorno natural con los niveles de protección. Si coges fotografías de 1900 o 1905 de la sierra de Guadarrama en Madrid, verás que eran prácticamente rocas peladas donde no había nada, porque las vacas, las ovejas o las cabras se comían todo. La gente cogía leña y prácticamente no había ninguna vegetación.
Ahora, la repoblación y las avanzadísimas medidas de protección ambiental han hecho que se haya recuperado todo el entorno de manera muy rápida. En menos de un siglo tenemos unos bosques enormes en una zona que hasta hace poco estaba prácticamente despoblada.
P.: ¿Está justificado el recelo que hay en torno a la energía nuclear?
R.: Sobre esto hay mucho que hablar. No existe posibilidad de crecer y progresar, de conseguir poblaciones desarrolladas y una humanidad avanzada si no es con consumo de energía. El desarrollo humano es directamente proporcional al consumo de energía. De hecho, es uno de los indicadores. Los países más avanzados son los que tienen mayor consumo de energía, una mayor eficiencia humana, más esperanza de vida. Logramos unos niveles de vida que sería deseable que todo el planeta tuviera. No se puede renunciar al desarrollo, intentar limitar el consumo de energía o que una planta sea más importante que el ser humano. Ese condicionamiento supone la paralización del proceso de avance humano.
Con la Revolución industrial siempre hemos estado tirando de combustibles fósiles. Hubo un momento en que el carbón era prácticamente todo, movía trenes, máquinas de las industrias emergentes de la época, barcos, la calefacción en las casas… En las urbes importantes industrializadas, como Londres, había una emisión importante de carbón, de carbonilla, de contaminación. Todo el mundo tenemos esa estampa del smog. De ahí se saltó a la era del petróleo, de donde vienen los plásticos, nuestros combustibles actuales, incluso el queroseno de los aviones, etc., que ha posibilitado otro desarrollo.
A partir de los años 50 se intentó implantar la energía nuclear, que ha tenido ese cuestionamiento por parte de los grupos ecologistas de Occidente. Ha habido una utilización interesada por parte de algunos países, especialmente con la guerra fría y la Unión Soviética. Hubo una promoción de grupos ecologistas muy politizados que querían que Occidente se paralizara, pero no se discutían, por ejemplo, las centrales nucleares de los misiles soviéticos o chinos. Hubo un interés político, qué duda cabe.
Se utiliza mucho dinero para lavar la imagen de las grandes compañías energéticas
P.: ¿Qué parte de negocio y de oportunismo político tiene el movimiento ecologista y preservacionista?
R.: Una cuestión es la movilización social, la cultura del medio ambiente, del ahorro, de lo que llaman las tres RRR, la recuperación y el reciclaje, que está muy bien. Y otra es la politización del movimiento ecologista. En países desarrollados ha habido un ecologismo militante, que ha sido politizado y conviene desenmascarar. Nace especialmente con la crisis de los euromisiles y con la guerra fría. Cuando empezó la energía nuclear, llegó a haber prototipos de coches nucleares, de barcos e incluso de aviones. Llegó a haber ecoterrorismo, porque la central de Lemóniz, por ejemplo, le costó la vida al ingeniero jefe, José María Raya, en los años 80. Esto ocurría solo en la zona occidental. En los países del Pacto de Varsovia a nadie se le ocurría discutir que la Unión Soviética tuviera o no una central nuclear, a pesar de que luego fue una de las que generaron problemas. No hay más que recordar Chernóbil. Ha habido problemas importantes con la energía nuclear.
P.: ¿Cuál es la energía más respetuosa con el medio ambiente?
R.: La energía nuclear -incluso la Agenda 2030 plantea su recuperación-, si está controlada, sería más deseable que la emisión de gases de efecto invernadero. Si el CO2 y el cambio climático fueran un problema tan importante, todos los países estarían optando, con control o sin él, por la energía nuclear, que es la única que no emite ningún tipo de gas invernadero ni utiliza combustión. Eso sí, genera otros problemas, que son los residuos nucleares.
Ahora mismo, en Chernóbil no hay humanos por recomendación, pero se ha recuperado de manera mucho más rápida de lo que vaticinaban los científicos en aquella época, que hablaban de 500 o incluso de 1.000 años para que volviera a un estado normal. Sin embargo, no ha habido allí ni mutaciones de animales y el entorno natural se ha recuperado con bastante rapidez.
La captura en el océano no se ha visto afectada en absoluto por la supuesta contaminación
P.: ¿Qué opina sobre la utilización de Greta Thunberg, una niña menor de edad, como símbolo del activismo medioambiental?
R.: Es una niña con muchos problemas que ha sido manipulada. Salió del colegio para lanzarse como símbolo e icono. Que una niña que no ha terminado los estudios pudiera ir al Foro de Davos o a Naciones Unidas y codearse con mandatarios de todo el mundo parece un poco anómalo. Por esa regla de tres, todos tendríamos algo que decir sobre nuestra visión de las cosas. Uno de sus mensajes era: no quiero que tengas esperanza, quiero que entres en pánico. Había algunas afirmaciones exageradas, porque decía que nos estábamos enfrentando a la segunda extinción masiva. Hablaba de que era 10 mil veces más rápida de lo normal, sin que nadie supiera qué entendía ella por normal. Decía cosas falsas y tuvo un momento de mucha actividad mediática que no correspondía a una niña menor de edad. Los padres jugaron un papel en esto también. La ciencia ha demostrado que las afirmaciones de Greta eran exageradas, pero ha sido un icono para cierto tipo de movimientos ecologistas agresivos.
P.: ¿Hay mucha politización detrás del ecologismo?
R.: Hablando de Greta, detrás de eso hay una serie de magnates y de activistas en contra de los combustibles fósiles. Hay un también lobby nórdico en pro de las energías alternativas, eólica y solar, que financiaba a la niña y que estaba de acuerdo con sus padres en esa manipulación mediática. Debería hacernos pensar a todos sobre el papel que pueden jugar los menores, porque llega bien a la opinión pública la escena de un niño regañando a unos dirigentes de los que tenemos una imagen pésima, da igual que sea Trump que Putin. Ese tirón de orejas que les daba Greta pensábamos que lo tenían merecido. Parece más simpática una niña que el propio dirigente. Pero no deja de ser anómalo y una situación completamente anecdótica.
Algunos países, como China, son auténticos salvajes ambientales, están en un de proceso de desarrollo agresivo con un modelo devastador
P.: ¿Cree que los españoles tenemos una buena formación y una adecuada conciencia medioambiental?
R.: En general, sí. Todo el mundo en los países avanzados tiene ya una sensibilidad y una cultura ambiental importantes. España dedica solamente el 0,22% a protección ambiental, cuando la media europea es el 0,67%. A los políticos se les llena la boca hablando de estas cosas, pero países más pequeños, como Holanda, destinan 8.400 millones de euros, cuando en España es una cuarta parte, 2.200 millones de euros. Se utiliza mucho dinero para lavar la imagen de las grandes compañías energéticas. En esto hay una gran hipocresía. El gasto en educación ambiental, por ejemplo, a veces se emplea en cosas ridículas, como juegos para los niños. Hay que buscar el punto de equilibrio entre el dinero que se gasta y para qué sirve. Las campañas de educación ambiental, por ejemplo, no llegan prácticamente.
En general, en los países avanzados hay una cultura y una sensibilidad ambiental mucho mayores que en el resto del mundo. Por eso me parece que es anómalo que nos tiremos piedras, pues somos los que tenemos mayor rigor de protección, mayor cultura medioambiental, mejores leyes, por ejemplo de parajes, de parques naturales, de reciclaje… Exigimos a las sociedades que sean muy pulcras en esto, mientras que otros países, como por ejemplo China, son auténticos salvajes ambientales, donde no hay ningún tipo de nivel de protección. Están en otro tipo de proceso, que es el del desarrollo agresivo con un modelo devastador.
P.: ¿Qué medidas podemos adoptar para preservar el medio ambiente?
R.: Aquella regla famosa de los años 80 de pensar y actuar en pequeño multiplicado por millones de personas sí lo tenemos. Cuando todos hemos dejado de tirar los chicles, los papeles o las colillas en las aceras es cuando la gente ha empezado a tomar conciencia y eso sí tiene un efecto importante. Es muy importante que tengamos conciencia de que tenemos que hacer más habitable el hábitat de las ciudades, que es artificial: cómo manejamos el coche, si reciclamos la ropa o no, lo que consumimos… La mentalidad consumista de las sociedades avanzadas es la que habría que recortar y atajar.
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