José María Sánchez Galera | 20 de agosto de 2021
Se cumplen 30 años del estreno de Thelma y Louise. Una película que implicó una revolución feminista, porque, hasta el momento, las películas evitaban tener a mujeres como protagonistas.
Poco antes de que comenzara el verano de 1991 —el año de la Guerra del Golfo y de la disolución del Pacto de Varsovia—, y casi el mismo día en que ETA colocaba un coche bomba en la Casa Cuartel de la Guardia Civil en Vich, se estrenaba el séptimo largometraje del británico Ridley Scott: Thelma & Louise. Al igual que en otras de sus grandes producciones, esta película funciona bien en todos los aspectos técnicos: ambientación, dirección de actores, fotografía, montaje, banda sonora, ritmo… Narra la historia final de dos amigas —Thelma (Geena Davis) y Louise (Susan Sarandon)— que, en cierto modo forzadas por las circunstancias, tienen que huir por áridas carreteras del polvoriento Sur de Estados Unidos hasta el precipicio del Cañón del Colorado. Con motivo de los treinta años de aquel estreno, gran parte del equipo de rodaje se ha reunido este verano en Los Ángeles para ofrecer un pase benéfico del film, así como una colección de declaraciones y anécdotas reveladoras.
De este reencuentro merece mención propia Callie Khouri, cuya labor como guionista le propició ganar el único Oscar que recibió la película. Sin embargo, han sido las dos actrices quienes han protagonizado casi por completo la cobertura del evento. Davis —65 años tiene ahora— llevaba una camisera que rezaba en inglés: «Yo soy su Thelma y ella es mi Louise»; Sarandon (74 años) vestía otra idéntica con la frase: «Ella es mi Thelma y yo soy su Louise». Ambas ofrecieron una rueda de prensa en que hablaron de feminismo, «empoderamiento y sororidad», puesto que, según ellas, el largometraje constituyó un alegato pionero contra los malos tratos y la discriminación que padecían las mujeres. Una especie de MeToo o «¡Nos están matando!», pero el año en que la polaca Czestochowa acogió la Jornada Mundial de la Juventud, presidida por el pontífice nacido en esas tierras.
Durante la celebración de las tres décadas de Thelma & Louise, se ha insistido en la idea de que, por aquel entonces, cuando se disolvió la Unión Soviética y Leningrado volvió a llamarse San Petersburgo, las mujeres en Estados Unidos eran casi un mero objeto sexual que no podían defenderse de los abusos. A lo largo de la película, Louise no para de repetir que las autoridades no conceden credibilidad a las mujeres, ni cuando las violan, ni cuando —como es el caso— matan a un hombre sin testigos que puedan acusarlas. Algo que merecerá el entusiasta aplauso de nuestro ministerio de Igualdad al completo. Según avanza el guión de Khouri, la alocada Thelma —que parece una colegiala excitada, toda vez que se ha zafado de la férula de su obtuso marido— no deja de meter la pata y complicar las cosas. Pero la respuesta que da Louise —la cerebral y sensata— consiste en retorcer más la situación. En todo caso, la trama da a entender que ninguna de las dos es responsable de lo que hace, de manera que su única solución —a lo que las aboca el sistema machista, patriarcal, policial, legal— es una mezcla de Werther y Quadrophenia: saltar al vacío en un descapotable. Según Sarandon, se trata de un remedo de Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969).
Quizá la foto para la que Davis y Sarandon han querido posar con mayor ahínco sea el de su beso. Para festejar estos treinta años, lo recrean más o menos tal cual fue en la película: Sarandon estrecha entre sus manos el rostro de Davis y la besa en los labios. La ambigüedad de la escena resulta elocuente. No sólo porque 1991 fue el año también en que Magic Johnson anunció que estaba infectado de VIH y en que falleció Freddie Mercury. Sino, especialmente, porque ese beso supone dar la espalda definitivamente a los dos hombres que, a lo largo de Thelma & Louise, se empeñan en ayudar a estas mujeres, en especial a Louise. Nos referimos a Harvey Keitel y Michael Madsen, que interpretan el contrapunto a la mayoría de personajes masculinos de esta historia. Casi todos los hombres son zafios y brutales. Sin embargo, Louise y Thelma rechazan la mano tendida de los hombres que, en aquel contexto, se comportan de la manera más caballerosa y moderada. Tanto Keitel como Madsen —que en 1992 trabajarían juntos en Reservoir Dogs (Tarantino) encarnando a criminales— se fían de Louise y la apoyan mucho más de lo que, de hecho, demuestra su amiga Thelma. Con todo, el beso aquel, según Sarandon y Davis, fue «mágico y romántico».
El personaje de Brad Pitt es en realidad, el macho más nocivo de la película, aunque no lo quieran reconocer
Estas dos actrices han declarado que Thelma & Louise implicó una revolución feminista, porque, hasta el momento, las películas evitaban tener a mujeres como protagonistas. O, en todo caso, enfrentaban entre sí a dos mujeres. Uno de los problemas de estos encendidos elogios al film de Ridley Scott es la comparación con un largo elenco de películas que, o bien han contado con fuerte presencia de mujeres, o bien han denunciado los malos tratos, o bien han mostrado a una soberbia pareja femenina. Hablamos de obras como La mujer en la luna (Fritz Lang, 1929), Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), Las diabólicas (Henri-Georges Clouzot, 1955) o ¡Quiero vivir! (Robert Wise, 1958).
Sin embargo, quizá el mayor inconveniente de Thelma & Louise sea la trampa que supone el personaje de Brad Pitt. No solo porque les roba el dinero que les podía permitir una nueva vida al otro lado de la frontera mejicana; y no solo porque informa a la policía de cuáles son los planes de las dos fugitivas. Hay algo más. Este forajido de medio pelo encandila a Thelma, pero acaba cayendo simpático, puesto que se sitúa tan al margen del mundo establecido como ellas. En cierto modo, forma parte del mismo grupo de outsiders. Además, es, en realidad, el «macho» más nocivo de la película, aunque no lo quieran reconocer. Porque es al que más imitan las protagonistas. Quizá aquí estriba la incongruencia esencial: el pretendido feminismo como imitación de las peores conductas del varón. Un machismo a la inversa. La violencia y el suicidio como alternativas a la injusticia. Todas las veces que Thelma y Louise usan el arma, comenten un delito: homicidio, atraco, amenazas, destrucción de un cargamento de combustible, coacciones y retención de un agente policial… No en vano, el salto final de estas dos amigas es la postrera etapa del recorrido que emprendieron y que hoy parece ser el punto de llegada de nuestros gobiernos: la abolición de los principios fundamentales del Derecho so capa de defensa de la mujer. Bonnie y Clyde como referentes.
Imagen destacada: Fotograma de la película Thelma y Louise.
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