Juan Van-Halen | 19 de agosto de 2021
¿Es la española una sociedad pasmada? Lo cierto es que no reacciona. Por muchos euros que riegue el Gobierno a sus voceros el desastre no nos lo tienen que contar, lo padecemos. Si sigue contento Sánchez es que la sociedad no reacciona.
Fernando el Católico aseguró a Francesco Guicciardini, el joven y hábil embajador florentino, que «España sólo puede hacer grandes cosas si se mantiene unida y en orden». Abrir las puertas al enfrentamiento y reavivar lo que nos divide «es más que un crimen, es un error», el célebre comentario de Talleyrand a Napoleón tras el secuestro y fusilamiento de Luis Antonio de Borbón-Condé, duque de Enghien, en 1804. Aquel error, aquella injusta muestra de poder que tanta repercusión tuvo en Europa, alejó a muchos bonapartistas y supuso un borrón relevante en la biografía del gran corso.
Vivimos una situación en la que adquiere actualidad la opinión del rey Fernando sobre España, recogida en sus escritos por el embajador florentino, y no menos la de quienes, en el caso de Napoleón, entendieron que ciertos errores, y el secuestro y fusilamiento de Enghien no fue error menor, pasan factura histórica. El Gobierno, el partido sanchista y achantado que lo sustenta y sus socios variopintos: comunistas y radicales, separatistas y pescadores en río revuelto ¿Creen que los errores, y más si son de grueso calibre, no se pagan? ¿Piensan que las ignominias quedan políticamente impunes?
En Moncloa y Ferraz, y más en los centros decisorios de su amalgama de socios, no quieren reconocer que a menudo se asemejan a esa estampa decimonónica de los bandoleros de Sierra Morena pues actúan pensando en el botín y les va de perlas. La representación de las víctimas –el Gobierno- acepta el atraco sin rechistar y nos lo vende como una gran política de apaciguamiento. Pero los bandoleros insisten en que volverán a delinquir y estarán esperando en cualquier vuelta del camino; además advierten que no se conformarán con el contenido de los baúles: quieren también el carruaje y ser libres en el futuro para afanar lo que quieran.
Ya no me sorprende casi nada. Me dicen que José Luís Ábalos va a lidiar un novillo en Las Ventas y me lo creo. Por ello no me mueve ninguna sorpresa que cada loco siga con su tema y cada político con sus tics. El presidente interrumpió sus vacaciones palaciegas para contarnos que la vacuna española que con tanto esfuerzo y poco dinero han sacado adelante un grupo de científicos ejemplares con el apoyo de una empresa privada, se la debemos a su Gobierno. El nuevo mensaje publicitario merecía una cámara de televisión en La Mareta. Ya antes nos había informado de que el ritmo de vacunaciones se lo debemos a él pese a que dejó las remesas en manos de la Unión Europea y su distribución a la gestión de las Comunidades Autónomas. Se lavó las manos. Mis amigos diplomáticos foráneos se sorprendieron -ellos sí- cuando llegaron las primeras cajas de vacunas y las decoraron con carteles de «Gobierno de España». En ningún país europeo se les ocurrió esa propaganda engañosa; fue sencillamente ridículo.
En la primera Guerra de Irak, en 1990, sí intervino España y el presidente era Felipe González. Pero esas cosillas se olvidan
Debemos vivir con lo que tenemos. Pero así nos va. Si la situación no encerrase esta gravedad y si él no fuese una persona seria, pienso lo que se estaría riendo Mariano Rajoy por cómo avanza lo que nació en la manipulada moción de censura que le expulsó del Gobierno. Aparte de Sánchez, los únicos que ganaron en aquella moción y en lo que ha llegado después fueron los enemigos del interés general de los españoles. Los que no creen en la España que enmarca la Constitución.
Miro alrededor y me pregunto, recordando aquella gran novela de Torrente Ballester sobre Felipe IV, el rey pasmado: ¿Está pasmada la sociedad española? ¿Qué necesita para reaccionar? En las calles, en los trabajos, en los medios. ¿Qué reacción advertimos en los intelectuales? ¿En las universidades? ¿En los empresarios? ¿En importantes asociaciones profesionales? Pocas o ninguna. Cuando se les convoca y se les presiona no se sabe -o sí- con qué promesas jugosas, se muestran afirmativos o silentes. Todos recordamos los lametazos al Gobierno en algún caso empresarial relevante. La valoración de las noticias que pueden disgustar al Gobierno en las televisiones y otros medios poderosos la tenemos clara. No digo que las reacciones conformistas o pasmadas sean generales, pero son muy mayoritarias.
Recibimos del Gobierno mentiras a caño libre. Recuerdo algunas menores: achacar a normas de la Unión Europea cualquier incompetencia gubernamental, hasta las más ridículas; desde el IVA de las mascarillas a la bajada de la luz, que Bruselas niega siempre. Y resulta que la subida de la luz es culpa de Aznar y de Rajoy, aunque comprobemos en internet la furia del sanchismo cuando subió la luz un 9%. Ahora estamos en máximos históricos; ha subido ya un 52%. Y no ocurre nada. Tampoco veo significativamente activa a la oposición. Sí a los socios podemitas del Gobierno que amenazan con movilizaciones; son al tiempo Gobierno y oposición. Teresa Ribera, la vicepresidenta normalmente silente, les da gusto barajando la nacionalización del sector eléctrico. Muy venezolano. Y muy inútil para la bajada de precios.
¿Es la española una sociedad pasmada? Lo cierto es que no reacciona. Por muchos euros que riegue el Gobierno a sus voceros el desastre no nos lo tienen que contar, lo padecemos. Y va in crescendo. ¿Despertará del letargo? ¿Superará el pasmo? No me atrevo a asegurarlo. Si sigue contento Sánchez es que la sociedad no reacciona.
En otros países de la Unión Europea la gente sale a las calles; es su modo de opinar. Aquí ocurre también cuando no gobierna el PSOE. Saltándose la ley, los podemitas -reconocido más tarde por Iglesias- movilizaron la calle ante las sedes del PP en el día de reflexión, 13 de marzo de 2004. Aznar cometió errores tras los atentados del día 11; ni convocó el pacto antiterrorista. Luego se sabría que los atentados se estaban preparando desde hacía muchos meses y no tenían relación con la segunda Guerra de Irak (2003) a la que España llegó tarde y acudiendo ya al llamamiento de la ONU cuando ésta había dado por concluida oficialmente la guerra. La ONU pidió ayuda militar internacional para la reconstrucción del país. Figura en la documentación de la ONU pero leemos poco y opinamos mucho. No entendí nunca el motivo por el que ni aquel Gobierno ni su presidente aclararon el importante tema de la no intervención de España en aquella guerra. En la primera Guerra de Irak (1990) sí intervino España y el presidente era Felipe González. Pero esas cosillas se olvidan. Pelillos a la mar.
P.D. –Confieso que mi torpeza me impide calibrar adecuadamente las importantes cuestiones a las que se dedica nuestro Gobierno: matemáticas con perspectiva de género (¿hablaremos de números primas y primes y no de números primos?); suprimir el espectáculo del bombero torero (¿por bombero, por torero o por pequeña estatura?); clases de autosexualidad de 0 a 6 años (¿alguien notó hasta ahora esa carencia?); aprobar una asociación de abducidos por los alienígenas en España (¿podíamos pasar sin ella hasta ahora?); proteger a las gallinas para que no sean violadas por los gallos (¿cómo se podía consentir semejante depredación sexual?). Un loco hace ciento. Pero yo me resisto. Y que sea lo que Dios quiera. Es mi problema.
Las jóvenes generaciones, sobre todo en la izquierda, llegaron al compromiso político a menudo imbuidas de una versión mentida de nuestra Historia. Recibieron un relato que resulta hasta ridículo para quienes somos conocedores de la Historia o sencillamente amantes de la verdad.
El puzle de España tiene algo de aquella pieza que tejía Penélope durante el día y destejía por la noche para ahuyentar el acoso de sus pretendientes.