Pablo Casado Muriel | 13 de octubre de 2016
Kiko Argüello, fundador de el Camino Neocatecumenal, presenta una obra que bien puede considerarse como las notas a pie de página a 26 años de vida. Apuntes que van desde la oración profunda al comentario espontaneo sobre su tiempo y su entorno.
El Camino Neocatecumenal es una de las realidades más importantes de la Iglesia postconciliar. Surgida a finales de los años 60 en el marginal barrio de Palomeras, en Madrid, hoy está presente en los cinco continentes dando forma a un movimiento que cuenta con más de 16.000 comunidades, cerca de 1.500 seminaristas y decenas de misioneros enviados por todo el mundo a evangelizar.
Anotaciones (1988-2014)
Kiko Argüello
Biblioteca de Autores Cristianos
276 págs.
19,23€
A la cabeza de El Camino, Kiko Argüello. Un hombre que, después de muchos años, permite la publicación de sus apuntes. Porque Anotaciones (1988-2014) no es más que una invitación a leer las notas que el creador de este itinerario ha ido escribiendo a lo largo de 26 años de caminar.
Quien busque en sus páginas una autobiografía de Kiko Argüello no la encontrará. Sin embargo, descubrirá a base de pinceladas un retrato íntimo del autor. Una imagen que va más allá de la sucesión de días y eventos; un borroso dibujo repleto de oraciones, reflexiones, notas al pie de página e incluso matices que bien podrían quedar reflejados en un diario.
El lector puede descubrir al hombre que teme, que se enfada, que reza y que ante las dudas confía en Dios. Kiko Argüello en la intimidad de su pensamiento
A través de esas pinceladas se puede descubrir la fe de Kiko, las bases de su oración. Nota a nota el lector reconocerá pronto un leitmotiv, el de la humildad. Este concepto, esta actitud ante la vida, se antoja como la clave de la oración para este autor que, a lo largo de esos más de 25 años, expande el concepto hasta el extremo para concluir en una sentencia: “¿Qué es la humildad? La verdad”.
El otro pilar de la oración de Kiko es la obediencia. El cumplimiento confiado de la voluntad de Dios, un camino que solo puede recorrerse liberado de las alforjas de lo mundano. Otro apunte, otra sentencia: “Hazte esclavo y serás libre”.
Pese a que no estamos ante una orientación carismática de El Camino, Anotaciones nos presenta, apenas como un boceto, alguno de los elementos esenciales de este itinerario de formación católica. Pasados 20 años desde sus primeros pasos, Kiko escribe sobre el carácter misionero y evangelizador que deben de tener los “hermanos”, el proceso de aprendizaje en busca del discernimiento y, sobre todo, como este camino debe realizarse en comunidad, un lugar que se convierte en “escuela de amor en el que reconocer a Cristo en el otro”.
Del mismo modo que Anotaciones no contiene la esencia de El Camino, tampoco cuenta su historia. Pero, como si de un cuadro impresionista se tratara, Kiko comenta en sus páginas los orígenes en Palomeras, entre drogadictos y mendigos, las primeras comunidades, la expansión por el mundo, las dudas en el seno de la Iglesia, la acogida por parte de Juan Pablo II, el reconocimiento de los estatutos en 2002 y la definitiva aprobación en 2008, hasta llegar, como aportaciones de última hora antes de la impresión del libro, a la muerte de Carmen, cofundadora de El Camino, en julio de 2016.
Al margen de todo esto, lo más llamativo y reseñable del libro es el descubrimiento que el lector puede realizar del Kiko más humano. Un hombre que se reconoce a sí mismo como pecador e indigno de la tarea que lleva a cabo llegando a calificarse de “siervo inútil”.
El hombre que, en el reposo tras la vorágine que implica su posición, no tiene reparos en dejar por escrito sus miedos, sus temores y sus profundas crisis de fe. Aferrado en todas ellas a la oración y apelando a la misericordia divina. En algunos pasajes el estilo de Kiko se acerca a la mística teresiana, al “muero porque no muero”.
La humildad y la obediencia se muestran en Anotaciones como la base del pensamiento religioso del fundador de El Camino. La comunidad como escuela de amor
Una persona que, como todas, se enfada y discute con Carmen, mujer que considera imprescindible en su camino pero que, en ocasiones, le cuesta soportar. Y un ser humano que se duele ante los ataques de sus críticos y que focaliza en 2004, cuando sus pinturas en la Catedral de La Almudena se convierten en pretexto para tildarlo de “pintamos santurrón” y acusarlo de favorecer la “superchería”.
Como bien explica el cardenal Ricardo Blázquez en la presentación de la obra, las diferentes piezas que lo forman, no siendo un hilo argumental y pudiendo ser leídas sin conexión ni orden, forman un maravilloso ejemplo de camino cristiano que puede servir para la reflexión, la meditación y, por supuesto, la oración.