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El PP valenciano rompe con su pasado de la mano de Bonig, hija y nieta de socialistas

Isaac Blasco | 08 de mayo de 2017

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Conocida en la política autonómica como la «Thatcher de la Vall d’Uxó», Isabel Bonig, la nueva líder del Partido Popular (PP) en la Comunidad Valenciana, tiene por delante el desafío de recuperar el músculo de uno de los principales bastiones territoriales de los populares, que se situó al borde de la desintegración por los escándalos de corrupción y la pérdida de poder institucional en las últimas elecciones municipales y autonómicas

El antiguo Partido Popular madrileño ha estallado con la defenestración de Esperanza Aguirre sobrevenida por el arresto e ingreso en prisión del expresidente regional Ignacio González y la detención de otras quince personas vinculadas a una trama de corrupción en el Canal de Isabel II. En la Comunidad Valenciana, la explosión se produjo mucho antes. El proceso de normalización de una agrupación que llegó a sumar en torno al 15% del voto total del PP tuvo su foto oficial en el pasado congreso autonómico, que ha consolidado a Isabel Bonig, conocida como la “Thatcher valenciana”, como la presidenta llamada a recuperar para esas siglas la hegemonía política de la región en 2019.

El proceso de normalización de una agrupación que llegó a sumar en torno al 15% del voto total del PP tuvo su foto oficial en el pasado congreso autonómico, que ha consolidado a Isabel Bonig, conocida como la “Thatcher valenciana”

La plaza de toros de Valencia y el balcón de su ayuntamiento fueron durante años dos fetiches electorales para el PP. Los llenazos en el coso de la calle Xàtiva figuran ya como un icono de los desafíos que el comité regional se marcaba, casi como un ritual periódico, campaña tras campaña. Hoy, Alfonso Rus, expresidente de la Diputación provincial, institución propietaria del recinto, permanece alejado de la política tras su expulsión de las filas populares por el presunto cobro de comisiones. Y Rita Barberá, anfitriona de aquel balcón que acogió tantas veces a Mariano Rajoy por Fallas, lamentablemente está muerta.

Por la época en la que Rajoy estableció un cordón sanitario alrededor del PP de la Comunidad Valenciana (PPCV), por los numerosos casos de corrupción que salpicaron a no pocos de sus dirigentes, Isabel Bonig, proclamada hace unas semanas presidenta del partido en la región, acababa de estrenarse como consejera de Infraestructuras de la Generalitat. Había sido elegida por Francisco Camps apenas un mes después de que este se impusiera en las autonómicas de 2011 por mayoría absoluta. Camps, presionado por la dirección nacional, dimitió al poco tras abrir el instructor de la llamada ‘causa de los trajes’ la vía para sentarlo en el banquillo. Se levantaría de él absuelto.

Empieza una época ilusionante e ilusionadora. Emprendemos juntos un futuro próspero para todos los valencianos. GRACIAS #AdelantePPCV pic.twitter.com/XQ6zKyW88i

— Isabel Bonig (@isabelbonig) April 2, 2017

Bonig, exalcaldesa de la Vall d’Uxó (Castellón), hija y nieta de militantes socialistas, desembarcaba en la política regional a la sombra de un presidente, Alberto Fabra, distinto del que le permitió saltar a la política autonómica y con el que nunca acabó de sintonizar. Pronto comenzó a quejarse en privado por las contadas ocasiones en las que Fabra le permitía intervenir desde la tribuna de oradores de las Cortes Valencianas. Y Bonig es una oradora solvente: tiene pegada y ningún complejo en explicitar, también en sede parlamentaria, que el PP “es de derechas”.

Rajoy comenzó a fijarse en ella a instancias del entonces ministro de Industria, José Manuel Soria, con quien Bonig mantenía una interlocución frecuente por razones de su cargo. Hace unos meses, alguien sugirió al presidente del Gobierno que visionara un vídeo disponible en Youtube en el que Bonig, ya portavoz del PPCV en la cámara autonómica, defendía la iniciativa privada y afeaba a Compromís, socio del PSOE en el Ejecutivo valenciano, “no haberse enterado” de que “en los años 80 cayó el Muro de Berlín”.

No solo por este episodio casi anecdótico, pero lo cierto es que a partir de este, Bonig –tenida hasta entonces por una figura interina– ganó muchos enteros para tutelar una regeneración profunda de uno de los tradicionales bastiones territoriales del PP. Hoy, poco después de su elección como presidenta del PPCV en el XIV Congreso de la formación, es vista en la calle Génova como la principal responsable de haber evitado la desintegración de un partido cercado por la corrupción y muy tocado tras la pérdida del poder institucional en las elecciones autonómicas y municipales de 2015.

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El PP valenciano llegó a aportar casi dos de los más de diez millones de votos que llevaron a Rajoy a la Moncloa en noviembre de 2011. Era ya una estructura bajo sospecha, pero la maquinaria, siquiera fuera por inercia, continuaba funcionando. Hoy, descontado (relativamente) el coste del carrusel de escándalos asociado a la antigua cúpula del PPCV (Gürtel, Imelsa, Cooperación…), la formación se dirige a apuntalar sus opciones electorales en 2019 mediante la estrategia de polarizar el debate político doméstico convirtiendo a Compromís, y no al PSOE, en el auténtico rival a batir. También exhibiendo un discurso neoliberal sin medias tintas y recuperando el tradicional espíritu reivindicativo en materia presupuestaria y de financiación que ha llevado a Bonig a polemizar con responsables nacionales del PP como Fernando Martínez Maíllo.

Pero el camino hacia la normalización se vislumbra de trazo accidentado. En un tortuoso vaivén, los escándalos de corrupción asoman por la ventana pública de forma recurrente. Hace solo unos días, el caso Emarsa comenzó a juzgarse en la Audiencia Provincial de Valencia, por cuya sala desfilarán hasta diciembre varios excargos vinculados al PP a los que se acusa de haberse apropiado de al menos 23 millones de euros mediante “mordidas” procedentes de los contratos de la depuradora de la capital y su área metropolitana.

La sombra de la fractura interna

El riesgo de división interna en la provincia de Valencia es otra de las inminentes pruebas de fuego para Bonig. Ni siquiera la mediación reciente del propio Maíllo ha logrado disipar hasta ahora el riesgo de una doble candidatura (Vicente Betoret y Mari Carmen Contelles), que dañaría la imagen de unidad que tanto costó alcanzar en el cónclave regional del pasado abril.

El otro desafío inmediato para la presidenta regional será recuperar la confianza de los votantes en la ciudad de Valencia, cuya agrupación se encuentra inmersa en el proceso judicial derivado de la presunta financiación ilegal de las campañas de Barberá. Valencia, sin la que aritméticamente es imposible ganar el gobierno autonómico, necesita una renovación integral del partido que debe comenzar por el nombramiento de un líder sin ningún tipo de lazo con un largo ciclo que quedó dramáticamente cerrado con el triste fallecimiento de quien gobernó la capital del Turia durante casi un cuarto de siglo.

Foto de portada: Isabel Bonig (i), junto a María Dolores de Cospedal (d) en la reunión conjunta Comité Ejecutivo Regional y Junta Directiva Regional del PPCV | flickr.com/popularesvalencianos
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