María Saavedra | 13 de mayo de 2017
Sin embargo, como americanista, querría destacar lo que otros han descrito en lugar secundario: el profundo amor de Thomas a España (pasó varios veranos en Asturias, como destaca La Nueva España) le hizo interesarse por todo lo español y, por tanto, por todo lo que afecta a la historia de España, y ahí entran de modo decisivo sus estudios sobre la historia de la América española. En una entrevista publicada por el Herald Tribune en su edición para Latinoamérica, decía Bella, la hija del historiador: “For the British historian and writer Hugh Thomas, Spanish history was a life-long passion”. Y esa pasión se concretó en un amplísimo conocimiento de la Historia Moderna de España.
Años más tarde, volví a asistir a una intervención pública de Thomas. Esta vez se trataba de una mesa redonda con motivo de la exposición “Itinerarios de Hernán Cortés”, organizada por la Fundación Canal. Podríamos hablar de un “reparto de lujo”. El comisario de la exposición, Martín Almagro-Gorbea, flanqueado por Hugh Thomas y otro gran hispanista, Joseph Pérez, que acababa de recibir el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El tema, en este caso era, lógicamente, Hernán Cortés. Thomas centró su exposición en el juicio de residencia hecho a Cortés y lamentaba que un documento tan vital para la historia de España y América no hubiera sido editado en su totalidad. Después supe que el juicio se desarrollaba en seis mil folios, conservados en el Archivo General de Indias; realmente era una proeza plantear esa publicación, aunque el propio ponente se consolaba diciendo que le habían llegado noticias de que un historiador mexicano se había entregado a la ardua tarea de poner en marcha la edición. El juicio de residencia, como es sabido, era la investigación que se realizaba a funcionarios de la Corona una vez que habían terminado su gestión. Era uno de los mecanismos desarrollados para impedir abuso de poder o corrupción en el desempeño de oficios públicos. El historiador se preguntaba con cierta sorna si no estaría justificado recuperar ese tipo de mecanismos de control en la política actual…
Pero pasemos del recuerdo personal a la figura del historiador, de la persona y su obra, cuyo juicio va mucho más allá de cualquier apreciación personal.
Ya he mencionado la pasión de Thomas por todo lo hispano, ya sea en territorio europeo o en americano. El legado que nos deja, fruto de su rigor y buen hacer, es un profundo conocimiento de la realidad de la América virreinal, que se condensa en varias obras, de las cuales cabe destacar La Conquista de México (1994) y esa magnífica trilogía compuesta por El imperio español, de Colón a Magallanes (2003), El imperio español de Carlos V (2010) y El señor del mundo: Felipe II y su imperio (2013). No me cabe la menor duda de que durante mucho tiempo vamos a seguir bebiendo en los escritos de Thomas cuando queramos contar la historia de la América virreinal. Sumergido en los archivos, muy especialmente en el de Indias, localizó multitud de documentos inéditos que con generosidad publicó como apéndices a sus libros para que pudiéramos continuar con sus líneas de investigación.
Resulta en ocasiones abrumador ver la cantidad de datos documentales que manejaba Thomas, a la vez que lograba transformar esos documentos en un relato ágil, entretenido y apasionante.
“Los españoles eran, por supuesto, conquistadores, como lo fueron, en su día, vikingos, godos, romanos (a los que los españoles admiraban), árabes, griegos, macedonios y persas –por nombrar solo algunos de los que los precedieron-, e ingleses, holandeses, franceses, alemanes y rusos –por citar algunos que los sucedieron-. Al igual que la mayoría de esos otros guerreros, sobre todo los europeos que les seguirían, llevaban consigo sus ideas”.
“El Imperio español duró tres siglos y sus últimos vestigios no desaparecieron hasta 1898, tras la guerra hispano-estadounidense en Cuba, cuatrocientos años después de que Colón zarpara rumbo al Caribe. España dejó tras de sí una religión e innumerables monumentos, una tradición y mucha literatura. Sobre todo, creó provincias y dominios que lograron madurar en los nuevos países independientes de América Latina. Gran Bretaña no lo hizo tan bien en Oriente Medio, África, ni el Lejano Oriente. India y Pakistán son dos países en guerra; México y Argentina, no. (…) La presencia de la madre patria continúa siendo una fuerte influencia sobre todo en la vida literaria. Y la vida literaria sobresale con fuerza en la cultura hispanoamericana”
Thomas resaltó el mestizaje, la actuación constante de la Iglesia y los misioneros en la difusión de la cultura cristiana europea del Renacimiento y el Barroco. Llegó a afirmar que la conquista de América fue la última cruzada y que los conquistadores actuaron, como muchos de sus contemporáneos, impulsados por las lecturas de los libros de caballerías.
En definitiva, se ha ido uno de los grandes. Pero su legado (y no es un tópico) perdura y es un ejemplo para los jóvenes historiadores que comienzan su trayectoria. La Historia se construye no con ideologías o razonamientos en el aire, sino con documentos. Para saber interpretar los hechos, es preciso pasar horas –por miles se podrían contar en el caso de nuestro historiador- en archivo, tratando de leer y transcribir textos (él se quejaba de la endiablada letra procesal de tantos documentos), pero es el único camino para trabajar con rigor y honestidad nuestro pasado.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.