Ramón Pi | 02 de junio de 2017
Ramón Pi: ¿Cómo fue su conversión?
José María Zavala: Yo estuve quince años sin pisar un confesonario y, por intercesión del padre Pío, me convertí. Tuve una infancia católica, como tantos niños de mi edad. Mis padres eran supernumerarios del Opus Dei. Mi padre ofreció su vida por Juan Pablo II en 1981, cuando sufrió el atentado; lo supimos después por su director espiritual, que nos lo dijo, y eso lo supo el Papa. Mi padre murió en Alicante el 7 de agosto de aquel año. Lo operaron al mismo tiempo que operaban al Papa y de lo mismo que a él. Era un hombre sano, joven y fuerte. Cuando llegamos a Madrid, había dejado a mi madre bajo llave un sobre con todas las instrucciones: la póliza del seguro, la cuenta corriente, etcétera. Todos nos quedamos de una pieza, empezando por mi madre y continuando por todos los hermanos, cuando vimos que había tenido la sangre fría de escribir, de su puño y letra, su propia esquela, sabiendo que iba a morir. Su epitafio decía: «Hizo siempre la voluntad de Dios, o mejor dicho, se corrigió él: luchó siempre por hacer la voluntad de Dios. Pocas lágrimas y mucha oración, que falta le hace».
R.P.: Una infancia católica, como muchos otros que en un momento de sus vidas se «rebotaron»…
– Mis padres eran de misa y comunión diarias, yo fui al colegio del Prado, en Mirasierra, y en séptimo de EGB mis padres me cambiaron y me llevaron a Retamar. Y luego estudié en la Universidad de Navarra. O sea, tuve una trayectoria muy cercana al Opus Dei; no pertenezco a la prelatura, pero tengo una gran devoción a san Josemaría Escrivá de Balaguer por razones obvias, mis padres me la inculcaron. Pero mi vida transcurrió por otros derroteros. Me mundanicé, en los dos sentidos de la palabra: porque me fui a trabajar al periódico «El Mundo», que entonces dirigía Pedro J., y porque me alejé durante muchos años de Dios y, desde luego, de su Iglesia.
En ningún momento del libro digo que este documento sea auténtico. Lo que hago es confiar este juicio al experto. Ahora bien: lo que sí mantengo yo es que el contenido del documento es auténtico, porque encajan las piezas
R.P.: O sea, que ha sido una conversión, como ahora dirían los más jóvenes, «en modo vuelta a casa»…
– Pues sí, desde luego. Hoy soy una persona que necesita ir a misa todos los días, y no porque sea muy bueno, sino por todo lo contrario: porque si no, sería un desastre. La eucaristía es mi medicina y el alimento que me da fuerzas para seguir adelante.
R.P.: ¿Fue su conversión una caída del caballo, algo fulminante, o resultado de un proceso largo?
– Fue el resultado fulminante, el 5 de agosto de 2009, de un proceso largo, que arrancó en la familia donde Dios dispuso que naciera. No diré que tuve suerte, porque no me gusta la palabra ‘suerte’; prefiero decir que tengo que dar muchas gracias a Dios al ponerme en esa familia; no fue casualidad, sino causa y efecto.
Las apariciones de Fátima, sin ser dogma de fe, fueron aprobadas por la Iglesia, lo que hace pensar con mucho fundamento que sí se las creyeron o que eso parece al menos. Pero yo distinguiría entre lo que son las personas que rigen o gobiernan la Iglesia y lo que es la Iglesia como institución.
R.P.: ¿Y cuál fue el detonante?
– Yo estaba metido en un proceso de nulidad matrimonial que se había atascado y llevaba casi nueve años parado. Vivía con Paloma, que había obtenido la declaración de nulidad de su anterior enlace y con la que ya había tenido dos hijos; eso quiere decir que vivíamos en una situación de pecado permanente. Así las cosas, Paloma y yo fuimos a una misa que se celebraba en el Valle de los Caídos por el padre de un gran amigo que se estaba muriendo. Era, como digo, el 5 de agosto de 2009. Yo ya estaba algo tocado por la figura del padre Pío, tras haber visto el año anterior la película de tres horas y media que emitió la RAI y haber decidido escribir un libro sobre el fraile estigmatizado. Y ese día, repentinamente, me sobrevino un llanto incontenible que me duró tres horas, de arrepentimiento por mi vida. Estoy convencido de que el padre Pío intercedió por mí. Le dije a Paloma que, desde ese momento, teníamos que vivir como hermano y hermana en casa; ella no entendía nada al principio, pero enseguida comprendió y al día siguiente nos fuimos los dos a confesar a la parroquia de Nuestra Señora de Caná, en Pozuelo. Yo conocía al cura que me confesó y él me dijo que haría alguna gestión para informarse de cómo marchaba mi proceso de nulidad y de las razones del parón de la causa. El caso es que, a los pocos meses, se desatascó el asunto y pudimos casarnos en el seno de la Iglesia.
R.P. :Y ahora escribe un libro sobre el secreto de Fátima, que algunos llaman los tres secretos, porque las dos primeras partes se dieron a conocer hace años y la última se presentó en público en 2000, pero envuelta en una polémica considerable. Lo que plantea a través de todo el libro es que algunas personas con responsabilidades de gobierno en la Iglesia a los más altos niveles pudieron considerarse en algún momento con legitimidad suficiente para llevar la contraria o enmendar la plana a Nuestra Señora al negarse a dar a conocer, o incluso manipular, seleccionándolas o interpretándolas, esas revelaciones. Esto, naturalmente, en caso de que se creyeran lo de las apariciones y las revelaciones a los pastorcitos y las otras revelaciones privadas que contaba sor Lucía.
– Sería una incongruencia que no se lo creyeran. Las apariciones de Fátima, sin ser dogma de fe, fueron aprobadas por la Iglesia, lo que hace pensar con mucho fundamento que sí se las creyeron o que eso parece al menos. Pero yo distinguiría entre lo que son las personas que rigen o gobiernan la Iglesia y lo que es la Iglesia como institución, fundada por Nuestro Señor Jesucristo, y que es Santa, como decimos en el Credo. En este sentido, en 1960, cuando la Virgen de Fátima le dijo a Lucía que debía revelarse el tercer secreto…
El tercer secreto afectaba nada menos que a las entrañas de la misma Iglesia, porque hacía alusión a la apostasía dentro de la Iglesia y la invadía desde su misma cúspide
R.P.: Cosa que le había anunciado muchos años antes, como recuerda en el libro…
– En efecto, en 1917, cuando está la I Guerra Mundial ya acabándose, la Virgen profetiza –Regina prophetarum, decimos en las letanías del rosario- que, si la humanidad no se convierte y no cambia su relación hacia Dios, sobrevendrá otra guerra aún peor durante el reinado de Pío XI. Lucía no podía saber que Pío XI sería el Papa después de Benedicto XV y que en 1939 estallaría la II Guerra Mundial. Y, si trasladamos esto al tercer secreto, hablamos de 1960, esa fecha que la Virgen facilita a sor Lucía para que se dé a conocer, la gran pregunta es por qué el papa Roncalli, que en 1960 reina con el nombre de Juan XXIII, no lo hace. Y no solo eso, sino que en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II desliza ese término, que él mismo acuña, de «profetas de calamidades», en referencia implícita a los pastorcitos de Fátima y a todos los aguafiestas que se oponen de alguna manera a ese pontificado basado en el optimismo y la renovación de la Iglesia. Esa es la gran pregunta: por qué Juan XXIII no revela el tercer secreto en 1960, contradiciendo la voluntad manifestada por la Virgen de Fátima a Lucía.
R.P.: ¿Hay alguna respuesta a esa pregunta?
– Es evidente, o al menos a mí me lo parece, que si ese tercer secreto vaticinase alguna suerte de calamidad planetaria como terremotos, tsunamis o incluso una tercera Guerra Mundial, Roncalli probablemente lo hubiese publicado. Pero es que el tercer secreto afectaba nada menos que a las entrañas de la misma Iglesia, porque hacía alusión a la apostasía dentro de la Iglesia y la invadía desde su misma cúspide.
Un instrumento para ayudar a los demás. Ese ha sido desde el principio mi afán, como también lo ha sido al escribir otros libros. Estas obras son las que ayudan a los demás y me enriquecen también a mí interiormente
R.P.: Esto es muy fuerte…
– En el libro hay una entrevista que me parece crucial. Se la hago al padre Amorth [el conocido exorcista de la diócesis de Roma]. Yo soy muy devoto del padre Pío [san Pío de Pietrelcina], yo soy hijo espiritual del padre Pío, el padre Amorth también lo era: tuvo oportunidad de tratar al padre Pío durante veintiséis años. El padre Pío estaba al corriente de los tres secretos de Fátima; él tenía continuas alocuciones y visiones de Jesús y de la Virgen. Pues bien, en sus conversaciones con don Gabriele Amorth, le cuenta cómo el tercer secreto se refiere a la apostasía dentro de la Iglesia y, además, desde su mismo vértice. Estas manifestaciones del padre Pío a don Gabriele Amorth están en franca sintonía con declaraciones del cardenal Alfredo Ottaviani, que fue uno de los que abrieron el tercer secreto en presencia de Roncalli, y de su secretario, monseñor Loris Capovilla; están también en sintonía con lo declarado por el cardenal Ciappi, que hablaba de la apostasía dentro de la Iglesia; están, asimismo, en sintonía con la declaración -que consta escrita- de monseñor Venancio, obispo de Leiria-Fátima. Todo cuadra, todo encaja; el testimonio de monseñor Venancio es importante: cuando él, que tenía en un sobre cerrado el tercer secreto que le había confiado sor Lucía, es el encargado de llevar a la nunciatura en Lisboa ese sobre porque había sido reclamado por el Vaticano, por curiosidad examina el contenido al trasluz y distingue que hay una sola hoja con un texto de veinte a veinticuatro renglones manuscritos, que no son las cuatro hojas con sesenta y tantos renglones publicadas en el año 2000 por el cardenal Sodano, que las presentó como el tercer secreto.
R.P.: Esas cuatro hojas, ¿también están escritas a mano?
– Sí. Y esto es interesante, porque ese documento de una sola hoja [fechado el 1 de abril de 1944, tres meses después de la fecha del documento presentado por el cardenal Sodano en 2000], con veinticuatro renglones exactamente, que publico en el libro, ha sido sometido por mi iniciativa a un peritaje caligráfico [comparándolo con el texto del segundo secreto, escrito en 1941]. La persona que la ha realizado, Begoña Slocker de Arce, es de toda mi confianza; está en activo en los tribunales de justicia y su trabajo ha sido corroborado por el presidente de la Asociación de Peritos Calígrafos de España y por el que dicen que es el mejor de España de esta especialidad, que ha sido profesor de la policía científica en Madrid. De manera que yo, como profesional, como periodista y escritor me acerco al fenómeno de Fátima desde esta óptica: busco esos dos documentos y testimonios relativos a ellos, hago una yuxtaposición de testimonios y documentos y dejo al lector que extraiga sus propias conclusiones.
R.P.: En cierto modo sí, pero a mí me parece que es bastante visible un cierto acompañamiento hacia la aceptación de la tesis de que queda una parte por desvelar, que es además la que usted sostiene, y que sería precisamente la que se refiere a la apostasía dentro de la Iglesia desde la cúspide..
– En ningún momento del libro digo que este documento sea auténtico. Lo que hago es confiar este juicio al experto. Ahora bien: lo que sí mantengo yo es que el contenido del documento es auténtico, porque encajan las piezas. Basándome sobre todo en el testimonio del padre Pío, que es mi santo predilecto y me merece toda la confianza y que, además, coincide con los testimonios de Ottaviani, Ciappi, Venancio, etcétera. Por otro lado, el objetivo del libro es una llamada a la conversión: de hecho, tras tres ediciones, ya he recibido centenares de mensajes de personas -bastantes sacerdotes- que lo han leído y que les ha ayudado en su vida. Algunos con los que he tenido conversaciones cara a cara me han agradecido haber escrito este libro que, por lo demás, tengo la convicción de que es un libro-instrumento.
R.P.: ¿Libro-instrumento?
– Un instrumento para ayudar a los demás. Ese ha sido desde el principio mi afán, como también lo ha sido al escribir el libro del padre Pío, Así se vence al demonio o, más recientemente, el de madre Esperanza, el alma gemela del padre Pío; esos libros son los que ayudan a los demás y me enriquecen también a mí interiormente. Y, ¿qué es, a fin de cuentas, el mensaje de Fátima sino una llamada a la conversión y a la penitencia? Y el libro lo acabo con lo mismo, con lo que es el testamento espiritual del padre Pío, que es el Libro del Amor. Es una maravilla, es Jesús que nos quiere con locura a cada uno de nosotros y está esperando que le abramos el corazón, para entrar a saco y darnos el ciento por uno.
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