Ana Samboal | 08 de junio de 2017
Siete eran los grandes bancos que, a finales de la década de 1990, se repartían el sector financiero español. Cuatro de ellos están hoy bajo la órbita del que por aquellas fechas era el último de ese club. El Santander de Emilio Botín se comió al histórico Banesto y con el inicio de la era del euro al Central y al Hispano ya fusionados. El de Ana, su hija y sucesora, acaba de hacer lo propio con el Popular, la entidad más rentable de la banca española hace poco más de una década. Su padre tardó ocho años desde que llegó a la presidencia en hacer la primera gran operación corporativa: la adquisición del histórico Español de Crédito, saneado tras la intervención del Banco de España. La hoy presidenta del banco de origen cántabro no lleva ni tres años al mando y ya ha dado un paso similar: la compra del Popular tras su resolución por el FROB. Los tiempos, que corren mucho más deprisa que antaño, la han obligado a mover ficha. Y lo ha hecho con audacia
La madrugada del 7 de junio del 2017 es otra de esas fechas que habrá que marcar en rojo en la cronología del sector financiero español en general y en la del Santander en particular. Todo comenzó a última hora de la noche del día 6. Las alarmas, en preaviso desde hace dos semanas, comenzaban a sonar. Después de la entrevista que Emilio Saracho, presidente del Popular, mantuvo con Mario Draghi, se filtraba al mercado que el Santander estudiaba una ampliación de capital para hacerse con la entidad en apuros. Hace tiempo que los rumores apuntaban a que el Banco Central Europeo, que huía de un rescate con dinero público, presionaba a Botín para que comprara la entidad. Pero la dama no quería convertirse en el caballero blanco que pagara la factura de los catastróficos errores de otros, primas incluidas para los accionistas en caso de lanzar una OPA. Estudió la operación y resistió el envite. Aguardó silenciosa en los cuarteles de invierno de Castellana 24 a que la fruta cayera madura.
Eran tantos los agujeros, conocidos y sospechados, era ya tan desastrosa la imagen que el Popular ofrecía al mercado, que la resolución se había convertido en la única alternativa. El FROB asegura que el banco era incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago, que era inviable. Estaba al borde de la quiebra. Y en ese momento, cuando estaba ya contra las cuerdas, Botín ha dado un paso al frente. Sólo ella había preparado el golpe, sólo ella ha presentado una oferta. Los números estaban hechos, sólo había que ejecutar. Y lo ha hecho sin vacilar.
Con la resolución previa del Popular, pierden los accionistas y tenedores de bonos, que se quedan sin nada. Todos sus títulos se han amortizado, su valor es nulo. Gana, en principio, el Santander de Ana Botín. Ha pagado un euro por el sexto banco español. Un precio barato si nos atenemos al mero titular de la operación. Ahora bien, tendrá que hacer una ampliación de capital de 7.000 millones para recapitalizar el banco que tendrán que financiar los sufridos accionistas de la entidad cántabra. En tres años, calculan que podrán comenzar a recoger los réditos.
Botín ha dado un paso al frente. Sólo ella había preparado el golpe, sólo ella ha presentado una oferta
No hay bancos buenos o malos -decía el abuelo de la hoy presidenta-, sólo bancos bien o mal gestionados”. Ella, que le admiraba, que gustaba escuchar de sus consejos, ha tomado buena nota. El Popular estaba mal gestionado. Y con esos 7.000 millones tendrá que afrontar una tarea de titanes para sanearlo. Ha adquirido una cartera con activos inmobiliarios de dudoso cobro que asciende a 17.000 millones de euros. Cabe la posibilidad de que haya más, que no todos los activos estén correctamente contabilizados. Tendrá que cruzar los dedos para que la bonanza que parece haber vuelto al sector inmobiliario permanezca durante años, porque tiene muchos pisos en balance para vender. Sabe también que se enfrenta a la posibilidad de demandas en los tribunales, probablemente de los accionistas que acudieron a la ampliación de capital que un Ángel Ron ya en horas bajas ejecutó en 2016. Ya ha calculado el coste de hacer frente a esas demandas. Y tendrá que decidir qué hace con toda la plantilla, tocada después de un ERE que afectó a 2.000 personas, y con la red de oficinas. Muchas cerrarán. Otras tantas quedarán subsumidas bajo el paraguas de la marca Santander, porque el histórico Popular desaparecerá bajo el manto de la antorcha roja. Pero, por encima de todo, tiene que recuperar la confianza de los clientes del Popular en el sector financiero y en su marca en particular. La fuga de depósitos de los últimos días ha provocado una sangría aún imposible de cuantificar. A ellos, a los clientes, ha dirigido Ana Botín sus palabras de acogida
El día 7 de junio, en los cuarteles generales de la entidad cántabra se respiraba satisfacción. Saben que la del Popular no será una digestión sencilla, pero con ella el Santander recupera la primacía en el mercado financiero español. Vuelve a ser líder en créditos, depósitos y activos. Menos de tres años después de tomar el mando, después de centrar todos sus esfuerzos en la consolidación del imperio recibido, Ana Botín comienza a engrandecer la herencia de sus ancestros. En el cénit del mapa bancario español, vuelve a brillar la antorcha roja.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.