Ramón Pi | 14 de noviembre de 2016
Es ya muy abundante la cantidad de análisis, diagnósticos e interpretaciones de estos tiempos que nos ha tocado vivir, que incluye desde abstrusas tesis doctorales filosóficas y antropológicas hasta más modestos artículos periodísticos sobre experiencias locales, pasando por estudios y ensayos históricos, sociológicos, jurídicos, políticos o económicos de muy diversos alcance y naturaleza. La corrección política, el multiculturalismo, la ideología de género, la posmodernidad, las sociedades líquidas…, todo esto son «signos de los tiempos», manifestaciones de un fenómeno complejo que en los últimos años ha irrumpido en las sociedades occidentales, y que ya es visto por muchos como una gravísima amenaza a los fundamentos mismos de nuestra civilización, que estamos sufriendo sin saber bien cómo enfrentarnos a ella.
La corrección política, el multiculturalismo, la ideología de género, la posmodernidad, las sociedades líquidas…, todo esto son «signos de los tiempos»
A esta pléyade de trabajos que pueblan los anaqueles de las librerías se une ahora el periodista y escritor Iñaki Ezkerra con Los totalitarismos blandos, un ensayo apasionado más bien ceñido a la irrupción de las distintas formas de populismo en la política española, cuya expresión más relevante es el partido Podemos, que ha protagonizado una fulgurante entrada en las instituciones desde las últimas elecciones al Parlamento Europeo de 2014 en adelante.
Iñaki Ezquerra | Los totalitarismos blandos | 271 págs. | La Esfera de los Libros | Ensayo | Madrid, 2016
Ezkerra contempla una sociedad española descoyuntada, a merced del que más grita, víctima de la frivolidad rampante en las mal llamadas redes sociales y la telebasura pornopolítica, y se alarma, con razón, de la emergencia de un nuevo totalitarismo que no se presenta en sociedad como la clásica dictadura del proletariado «necesaria para llegar al paraíso de la sociedad sin clases» o como el supremacismo ario, sino vestido con el no menos viejo ropaje del populismo, que pretende la liquidación de la democracia representativa en nombre de una imposible democracia directa en sociedades complejas, y que lo mismo puede adoptar perfiles marxista-leninistas digamos ortodoxos que actitudes de grosera adulación de un pueblo imaginariamente homogéneo, sea la pequeña burguesía del poujadismo en Francia, los «descamisados» de Perón en Argentina o, en España, «la gente» a la que se refiere Iglesias Turrión al tratar de imponer el modelo de la Venezuela chavista hoy sumida en la miseria.
Los totalitarismos blandos que dibuja Ezkerra merecen este nombre no por sus efectos, que él juzga deletéreos, sino por sus apariencias bonancibles hasta la cursilería más empalagosa y por el aprovechamiento de todo tipo de contradicciones, convertidas en su principal alimento.
Los totalitarismos blandos que dibuja Ezkerra merecen este nombre no por sus efectos, que él juzga deletéreos, sino por sus apariencias bonancibles hasta la cursilería más empalagosa y por el aprovechamiento de todo tipo de contradicciones, convertidas en su principal alimento. De ahí que el propio modo de definir este nuevo totalitarismo sea un oxímoron, como lo son también las apelaciones a la democracia cuando los aspirantes a neodéspotas proponen precisamente liquidar la organización democrática de la política y sustituirla por un asamblearismo que no puede más que acabar en el establecimiento de regímenes despóticos.
Los primeros capítulos de Los totalitarismos blandos tratan de situar al lector ante la novedad del «totalitarismo democrático» de modos populistas, extrema debilidad intelectual, maleabilidad doctrinal llevada al paroxismo y petulante agresividad adolescente. A continuación hace un repaso a lo que estima las principales manifestaciones de esta pluriforme amenaza totalitaria blanda: el poder podemita local en Madrid, Cádiz y Barcelona, la crisis múltiple (empresarial, periodística, ideológica, económica) de los medios de comunicación, y, como plato fuerte, las tensiones separatistas de los nacionalismos vasco y catalán, ejemplos prácticos de ese «totalitarismo democrático» que aspira a destruir la democracia representativa que ha proporcionado a España uno de sus períodos históricos de mayor paz y prosperidad en medio de todas la dificultades imaginables, incluido el cáncer del terrorismo. El ensayo termina con unos capítulos a modo de coda como si al autor le pareciera que no ha dicho todo lo que quería, y que tenía que referirse a algunos episodios recientes para acabar certificando que, como es sabido, el futuro no lo conoce nadie.
Los primeros capítulos de Los totalitarismos blandos tratan de situar al lector ante la novedad del «totalitarismo democrático» de modos populistas, extrema debilidad intelectual, maleabilidad doctrinal llevada al paroxismo y petulante agresividad adolescente
En líneas generales este libro es como un clarinazo de alerta ante el carácter venenoso de esos nuevos totalitarismos blandos, que se están apoderando de una sociedad española víctima desde hace decenios de un proceso de embrutecimiento cívico que la ha dejado anestesiada para todo lo que se refiera a libertades públicas, derechos fundamentales y defensa de la dignidad humana, sin oponer resistencia. Iñaki Ezkerra, desde este punto de vista, logra en muy buena medida su objetivo.
Da la impresión, sin embargo, que para no parecer excesivamente escorado en sus críticas hacia la izquierda, hace un esfuerzo para incluir también un totalitarismo blando de derechas; sin embargo, este intento de equilibrio ha resultado más equilibrista que equilibrado.
En efecto, el autor cae en el error, tan repetido, de considerar los totalitarismos no marxistas como de extrema derecha, sin reparar que la expresión extrema derecha es un invento de la izquierda. La extrema izquierda se caracteriza porque lleva hasta el paroxismo los principios inspiradores de la izquierda, esto es, la prevalencia del grupo sobre el individuo, el materialismo histórico, la propiedad pública de los medios de producción, la concepción de las relaciones humanas en términos de opresores y oprimidos, la intervención del Estado en las vidas de los ciudadanos, la economía planificada.
Para no parecer excesivamente escorado en sus críticas hacia la izquierda, hace un esfuerzo para incluir también un totalitarismo blando de derechas; sin embargo, este intento de equilibrio ha resultado más equilibrista que equilibrado
Pero lo que conocemos como extrema derecha, es decir, los fascismos y el nazismo, no son en absoluto la versión llevada al paroxismo de los principios de la derecha, que son (en igual resumen esquelético que se han enumerado los de la izquierda) la prevalencia del individuo sobre el grupo, la interpretación espiritual de la vida, la propiedad privada, la disminución del tamaño del Estado, la libre competencia económica. Muy al contrario, lo que Ezkerra (y muchos otros equivocados) llama extrema derecha y cuya versión de totalitarismo blando fustiga en el libro, son en realidad rasgos de olvido de los principios de la derecha y concesiones a la anestesia social que los sucesivos Gobiernos del PSOE y el PP han logrado haciendo creer a tantos españoles que no pueden ser felices sin la tutela del Estado providente.
En lo que PP y PSOE se parecen, y aun así hay diferencias importantes de cantidad aunque no de cualidad, es en la corrupción. Pero esta, como diría Moustache en Irma la Dulce, es otra historia, a la que, por cierto, Ezkerra podría haber dedicado más atención, pues contribuye, y no poco, a que hayamos llegado al fondo del pozo en que estamos.