Javier Arjona | 27 de julio de 2017
El Homo Sapiens surge en el continente africano hace 200.000 años, fruto de un largo proceso evolutivo. Su aparición es fruto de una extraordinaria capacidad de adaptación al medio, que fue modificando el ADN de especies precedentes para convertir a Sapiens en una criatura diferente, con nuevas habilidades y capaz de sobrevivir en un planeta que comenzaba entonces su penúltima etapa glaciar.
Los estudios genéticos desarrollados a partir de la teoría evolutiva de Charles Darwin parecen entonces indicar que Dios no modeló con polvo del suelo al hombre, a Sapiens, tal y como busca explicar metafóricamente el Génesis en su capítulo 2. Además, tampoco tiene sentido que crease a dos únicos individuos humanos, Adán y Eva, ya que para que una especie pueda subsistir es necesaria una mínima masa crítica de individuos que puedan procrear y hacer crecer el grupo al que pertenecen.
¿Dónde está, por tanto, la participación divina en este proceso? ¿Cómo se produce, entonces, esa imagen retratada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, en la que Dios toca con su dedo a un individuo y lo convierte en un ser especial y distinto, destinado a ser el rey de la Creación? ¿En qué momento ese animal, fruto de la evolución de las especies, se convierte en una criatura que posee lo que David Lewis-Williams llamó ‘conciencia de nivel superior’?
Paleoantropólogos y científicos de todo el mundo no encuentran explicación a la sorprendente evolución del hombre desde hace 12.000 años hasta el presente. El hombre ha tardado dos millones de años en ir mejorando y adaptando su técnica de creación de herramientas para pasar de fabricar sencillos utensilios cortantes en piedra, hasta tallar arpones de hueso. Sin embargo, en tan solo 12.000 años, ha sido capaz de evolucionar exponencialmente para pasar de una cultura que lo llevó a decorar con pinturas simbólicas el interior de las cuevas, a fabricar armas nucleares y viajar al espacio. Visto desde una cierta perspectiva, parece un proceso demasiado rápido.
El humano fantasma: hallan pruebas que sugieren que el 'Homo sapiens' se mezcló con un humano primitivo desconocido. https://t.co/v6g8B7ZpUa pic.twitter.com/bBMxzxTErg
— MUY Interesante (@muyinteresante) July 25, 2017
Algunos científicos alternativos han llegado incluso a plantear como hipótesis para esta vertiginosa evolución la intervención de una civilización extraterrestre. Si alguien es capaz de pensar en una teoría basada en la presencia en la Tierra de antiguos astronautas alienígenas, ¿no será más sencillo pensar ‘simplemente’ en una intervención divina? ¿Por qué no pensar que existe un momento en que Dios dota a dos individuos con esta conciencia de nivel superior, este ser consciente de que se es consciente? Adán y Eva, dos individuos Sapiens, adoptarían entonces una nueva característica genética que, a partir de ese momento, transmitirían a su descendencia dentro del clan y estos, a su vez, irían expandiendo esta ‘conciencia’ por el resto de grupos Sapiens del planeta.
Y de ser así, ¿cuándo pudo suceder este hecho? La explicación puede estar en el tránsito del Paleolítico al Neolítico, precisamente hace 12.000 años. En este momento, los grupos humanos comenzaron a establecerse en comunidades sedentarias para protagonizar una sorprendente revolución social y económica sin precedentes en la historia de la humanidad. Atrás quedó un modelo social y económico basado en el nomadismo, la caza y la recolección.
De nuevo volviendo al Antiguo Testamento, hay una interesante clave en el Capítulo 3: «Tuvo relaciones el hombre con Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín… Volvió a dar a luz y tuvo a Abel, su hermano. Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador». Si Abel fue pastor de ovejas y Caín labrador, significa que vivían en una aldea sedentaria y su medio de vida ya estaba basado en la ganadería y la agricultura, características diferenciales del cambio social y cultural que el arqueólogo australiano Gordon Childe denominó Revolución Neolítica.
No deja de ser curioso que, si hasta mediados del siglo XX no se definió el periodo Neolítico y sus características a partir del estudio de yacimientos arqueológicos, ¿cómo pueden aparecer los conceptos de ganadería y agricultura en el Génesis, un libro escrito hacia el siglo XIV a. de C.? Sea como fuere, Adán y Eva, y el grupo al que pertenecían, eran ya neolíticos y, por tanto, posteriores en el tiempo a los clanes cazadores y recolectores que pintaron las cuevas de Lascaux, Altamira o Chauvet. Tuvieron que ser grupos humanos que vivieron en aldeas sedentarias hacia el 8.000 a. de C. en la región de Mesopotamia, lugar donde arranca el Neolítico.
Adán y Eva, por tanto, fueron especialmente señalados como la especie elegida, parafraseando al título del libro de Juan Luis Arsuaga, y, a partir de ellos, una nueva genética se extenderá progresivamente hacia el resto de grupos humanos. Quizá esta sea la explicación a un extraño pasaje del Génesis, en el capítulo 6, que dice literalmente: «Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran atractivas, y tomaron por mujeres a las que prefirieron de entre todas ellas’. Los hijos de Dios podrían ser aquellos individuos ya tocados por esa gracia divina, mientras las hijas de los hombres serían individuos de otros clanes que aún no habían interactuado con los primeros.