Javier Pérez Castells | 04 de septiembre de 2017
En el artículo anterior, terminaba dando cuenta de la aparición de trabajos científicos en los que se ha realizado edición genética en embriones humanos utilizando las nuevas tecnologías basadas en los CRISPR. El trabajo más relevante ha sido publicado en Nature y se debe al grupo del profesor Shoukhrat Mitalipov, que trabaja en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Este grupo ha anunciado que han conseguido editar los genes de decenas de embriones humanos y eliminar, en la mayoría de ellos, el gen que produce un determinado tipo de muerte súbita, concretamente el MYBPC3, responsable de la miocardiopatía hipertrófica.
La legislación americana, la británica y la china permiten crear embriones humanos para investigación. Prohíben que sean implantados para su desarrollo después de ser manipulados y, de hecho, obligan a su destrucción tras unas pocas divisiones celulares. Por el contrario, la ley que impera en 29 países europeos, incluido España, solo permite investigar con embriones desechados tras inseminaciones artificiales realizadas con fines reproductivos.
Son muchas las voces que, desde el mundo de la ciencia, piden una reflexión profunda sobre lo que se debe hacer y las líneas rojas que no se deben cruzar en la manipulación genética. La doctora Jennifer Doudna, co-inventora de las aplicaciones de la tecnología CRISPR, quiere organizar para el próximo mes de diciembre un gran encuentro de científicos para debatir estas cuestiones y conocer los múltiples puntos de vista que se observan en la comunidad científica. No es esta la primera vez que se hace algo parecido. En los años 90, se llevó a cabo un importante congreso en California para discutir el problema de la ingeniería genética y, a principios de los 2000, hubo una reunión para hablar sobre la biología sintética, es decir, la síntesis total de organismos vivos en el laboratorio.
¿Cuál es el problema con el trabajo del profesor Mitapilov? El grupo creó 58 embriones humanos inseminando óvulos con esperma portador del gen erróneo, junto con un complejo CRISPR reparador. El resultado fue que 42 de los embriones no portaban el gen erróneo y eran viables. Siguiendo el protocolo legal, a los pocos días todos fueron destruidos. ¿Es esto admisible? Pues unos pensamos que no y otros piensan que sí. Si las legislaciones han sido siempre muy cuidadosas al tratar el uso de embriones humanos para investigación, no será porque la cuestión sea baladí. Una reflexión seria se hace pertinente.
Hace poco, llegó a mis manos un artículo en el que se utilizaba la palabra «alaridos». Ante cualquier descubrimiento científico, decía, las personas religiosas empezamos a soltar alaridos. Creo que no es eso. Algunos tenemos las líneas rojas claras y nos parece un avance magnífico y significativo poder curar una enfermedad genética en un adulto editando ADN de células somáticas. También nos parece estupendo que se puedan modificar gametos, es decir, espermatozoides y óvulos para corregir los genes, porque después, si la técnica no ha dado el resultado apetecido, la eliminación de estas células no plantea ningún problema.
Sin embargo, una vez que se crea un nuevo código genético por recombinación del de los progenitores, ahí tenemos ya una vida humana nueva que contiene en sí misma la dignidad de cualquier otro ser humano. Puesto que nadie ha podido demostrar hasta ahora una barrera cualitativa a lo largo del desarrollo que va desde el embrión hasta el adulto, ese embrión ya es un sujeto de derechos y debe ser defendido. Pero aquí debemos decir que en estas discusiones no estamos hablando de religión. Existe una argumentación torticera, muy al uso, que viene a decir más o menos así: ustedes quieren limitar la investigación por sus creencias religiosas y las creencias religiosas no tienen nada que decir en Estados aconfesionales o laicos y, por tanto, ustedes no tienen derecho a opinar. Pero es que no es una cuestión religiosa. Cuando hablamos de respeto al embrión, estamos hablando de una cuestión antropológica. Estamos hablando de cuál es el concepto de persona que tenemos. Y todos tenemos uno, que por no ser idéntico, es justamente lo que tenemos que discutir. Es evidente que todas las grandes religiones tienen una idea bien definida de lo que es un ser humano y la defienden con plena legitimidad. Eso no significa que determinar qué es un ser humano y qué se puede hacer o no con un ser humano sea una creencia religiosa (no es una pregunta por Dios o lo trascendente).
El fin no justifica los medios. Aquí los medios pasan por la destrucción de embriones tras su manipulación. Hacer una defensa coherente e íntegra de la vida humana pasa, para muchos, por defender al embrión desde el inicio, lo que convierte en inaceptable esta investigación. Pero, además, supone la modificación irreversible de una línea germinal, cuestión que también es en sí misma una importante barrera ética. Hay muchas más cuestiones, como el evitar el uso de la técnica para una eventual eugenesia, el tratamiento ante los presumibles errores que puedan producirse en las aplicaciones clínicas y muchas otras.
No se trata de dar cerrojazos a los caminos de la ciencia, sino de sugerir desvíos que eviten deshumanizarnos. Como buscar las aplicaciones CRISPR en gametos, centrarse en la reparación de células somáticas o la utilización de la técnica en el útero durante la gestación para evitar malformaciones y enfermedades genéticas.