Nacho Labarga | 12 de septiembre de 2017
Se despidió como quería. Decir adiós como uno sueña resulta una facultad sólo al alcance de los elegidos. La temporada del 2017 se le había complicado. Fue en el pasado Tour de Francia, la carrera que mejor había preparado y por la que lleva entregado desde sus inicios en el profesionalismo, cuando Alberto Contador (Pinto, 1982) se dio cuenta que no tenía sentido seguir. Supo que era mejor dejarlo este año.
La última batalla! The last battle! pic.twitter.com/YJ9prodj0J
— Alberto Contador (@albertocontador) September 9, 2017
Con las ideas claras, después de varios amagos de retirada, el ciclista pinteño, el segundo más laureado de la historia de este país tras Miguel Indurain, se presentó en la recién terminada Vuelta a España con el único cometido de disfrutar lo máximo posible. Con el anhelo de hacer vibrar a los aficionados con ataques y estrategias suicidas. Por eso, al corredor madrileño del Trek-Segafredo no le incomodó probar fortuna hasta en 11 etapas diferentes de la ronda española. Los Machucos, La Pandera, Sierra Nevada, Santo Toribio de Liébana, Gijón… muchas fueron las ascensiones en las que lo intentó Contador, quien no pudo abrazar el éxito hasta la última jornada ‘competitiva’: la del Angliru.
Era la 20ª etapa de una exigentísima Vuelta a España en la que, en la mayoría de días, se rodó más rápido del tiempo previsto por la organización. Era la última oportunidad para poder levantar los brazos en un 2017 en el que, pese a haber encontrado la tranquilidad necesaria en una nueva estructura como la del Trek-Segafredo tras numerosos sobresaltos en el pasado, todavía no había logrado una victoria de etapa. Fue al undécimo ataque en diferentes jornadas cuando el pinteño se fue en el descenso del Cordal con su gregario Jarlinson Pantano. Con el colombiano como aliado ideal, El Pistolero sacó su arma en las faldas del Angliru, uno de los puertos más infernales de nuestra geografía. Allí, por fuerza y sobre todo por corazón, despegó a todos los rivales. Y, pese al último arreón del Sky de Chris Froome, quien subió el puerto acompañado de un inconmensurable Wout Poels, el escalador entró disparando por la línea de meta.
Aquel triunfo significaba el primero de la temporada en el último suspiro. El éxito que le reconciliaba con la gloria, que le había esquivado durante los últimos tiempos. Una conquista cocinada a fuego lento. Lo avisó desde la previa, donde se le esfumó la victoria en Gijón cuando tan sólo quedaban algunos kilómetros para la meta: «En el Angliru será diferente, lloverá». Y llovió, pero lo importante fue ese disparo final tras tocarse el pecho: «No podía despedirme mejor». Tras él, Froome, el paciente inglés que conquistaba ‘su’ Vuelta al sexto intento y tras haber elogiado al pinteño durante toda la ronda.
La conquista del Angliru, que le hizo llorar una vez cruzada la línea de meta, resultaba la guinda más sabrosa para una trayectoria llena de luces y de algunas sombras. Contador, quien se ganó el apodo de ‘pistolero’ tras el Tour de 2007 -donde acabó enfundándose su primer maillot amarillo-, vivió durante toda su carrera obsesionado con la Grande Boucle, carrera que conquistó en dos ocasiones (2007 y 2009). A ello debe sumar dos Giros de Italia (2008 y 2015) y tres Vueltas a España (2008, 2012 y 2014). Tan sólo las leyendas Bernard Hinault y Eddy Merckx cuentan con más triunfos.
Aunque, en realidad, sobre la carretera ganó dos ‘grandes’ más: el Tour de 2010 y el Giro de 2011. Pero aquella sanción por el «incidente del filete» (positivo por Clembuterol) las borró de su casillero, aunque él las sigue contando como propias. En su vitrina asoman infinidad de triunfos: 66 en total. Entre ellos destacan un campeonato de España, dos París-Niza, cuatro Vueltas al País Vasco… Aunque a él lo que más ilusión le hace es que la gente le recuerde más por los momentos de espectáculo que ha regalado que por sus triunfos.
??Gracias Alberto por todas las emociones que nos has dado.
— Giro d'Italia (@giroditalia) September 11, 2017
??Grazie Alberto per tutte le emozioni che ci hai regalato.#Contador pic.twitter.com/1xmvMemA2p
A todos estos triunfos, además, habría que citar el que consiguió en 2005 en el Tour Down Under, que llegó tras recuperarse de aquella caída en la Vuelta a Asturias de 2004 que le produjo un cavernoma cerebral que cerca estuvo de retirarle de la bicicleta para siempre. O la crono en el Tour de 2009 en una edición en la que sufrió más de lo pensado por problemas internos en su propio equipo, en el que reapareció Lance Armstrong tras años retirado. Incluso el de Fuente Dé, donde logró birlar el maillot rojo a Purito Rodríguez con un ataque a 50 km de meta. Parecido al que protagonizaría en 2016 junto a Nairo Quitana en Formigal que, pese a que no le sirvió para obtener el mismo botín, sí bastó para poner ‘patas arriba’ la ronda española.
Una prueba que ahora le ha servido como colofón perfecto para su adiós. Alberto Contador se ha despedido portando el dorsal con el número uno, en su casa y disfrutando del apoyo de un público que, además de aplaudirle jornada tras jornada y en su emotivo paseo dominical por la capital, se arremolinó entorno al autobús de su equipo nada más finalizar la Vuelta para pedirle a chillos que se quede un año más. Un deseo imposible de cumplir. El Pistolero ya había gastado su última gran bala en el Angliru.