Violeta Fajardo | 19 de septiembre de 2017
El diagnóstico de una alergia alimentaria en un niño implica prestar atención a infinidad de factores dentro del ámbito familiar. Cuidado minucioso al realizar la compra y preparación de los alimentos, al comer fuera de casa, al explicar la situación a los que se ocupan del cuidado del pequeño en centros educativos, reuniones familiares o eventos sociales. Todo ello puede producir gran incertidumbre y preocupación, e incluso miedo, en padres y madres, sobre todo en un primer momento, ya que un mínimo error puede provocar consecuencias graves.
Las alergias alimentarias aparecen en todas las edades y ámbitos de la población, con especial frecuencia en niños. En la actualidad, se estima que en Europa las alergias alimentarias afectan al 7% de la población infantil. En nuestro país, se calcula que, aproximadamente, uno de cada 25 niños en etapa escolar las padecen.
Las alergias alimentarias son reacciones orgánicas adversas, consecuencia de una respuesta inmunológica ante el contacto, la ingesta o la simple inhalación de un determinado alimento. Estas reacciones se desencadenan frente a proteínas denominadas alérgenos alimentarios que pueden estar en el propio alimento o ser vehiculados por él mismo. Cualquier alimento, ingrediente o aditivo alimentario (ej. leche, huevo, frutos secos, pescado, marisco, legumbres, frutas, etc.) puede desencadenar reacciones alérgicas, en su mayoría leves, excepto en un reducido número de personas que pueden experimentar una reacción anafiláctica grave, con peligro de muerte y necesidad de tratamiento médico inmediato.
Considerando que, por un lado, la incidencia y los riesgos planteados ponen de manifiesto la necesidad de tomar medidas para proteger a la población sensible y, por otro, no existe una terapia curativa para los procesos alérgicos, es evidente que los individuos afectados deben evitar por completo los alimentos desencadenantes de la sintomatología.
Por ello, en el control de las alergias alimentarias deberá implicarse y concienciar del alcance del problema, no solo al niño alérgico, sino también a familiares, cuidadores, educadores, acompañantes y a quienes intervienen en la cadena alimentaria, operadores alimentarios y administración pública.
En el hogar, se debe contar con un plan de actuación médico-personal que incluya alimentos a evitar, medicación e información de contacto en caso de reacción alérgica. Al hacer la compra, se deben leer atentamente y saber interpretar las etiquetas de los alimentos. En este sentido, las últimas reglamentaciones en materia de seguridad alimentaria relativas al etiquetado de los alimentos han derivado en mejoras significativas para ayudar a los consumidores que padecen alergias, proporcionándoles información sobre la composición de los alimentos. Además, deben prepararse recetas libres de alérgenos que toda la familia pueda disfrutar, evitando contaminaciones cruzadas por medio de utensilios y recipientes. Atendiendo a la edad y conciencia del niño, hay que informarle del significado de ser alérgico, las consecuencias que puede tener el no tomar precauciones adecuadas y la importancia de asumir responsabilidades ante su alergia.
Los niños con #alergias alimentarias, más vulnerables al #acosoEscolar. https://t.co/RerlG9AiVp pic.twitter.com/I66I5muaI9
— SEICAP (@SEICAP) September 18, 2017
La Asociación de Padres y Niños con Alergia a Alimentos (AEPNAA) entrena en habilidades de autocuidado a padres e hijos con alergia alimentaria, desarrollando actividades educativas para situaciones especiales como viajes, pautas que les ayudan a sobrellevar la enfermedad, como cubrir las necesidades nutricionales con alimentos sustitutivos, cambiar rutinas alimentarias, aprender a leer correctamente el etiquetado alimentario y, en caso de reacción por ingesta accidental, saber reconocer los síntomas iniciales y comenzar el tratamiento adecuado.
Fuera del hogar, también se requiere especial atención por parte de las familias con niños alérgicos. La Comisión Europea ha reconocido que 7 de cada 10 reacciones alérgicas graves ocurren al comer fuera de casa y, en el caso de los niños, un 20% de ellas suceden en la escuela. Por ello, los padres deben informar al centro educativo de cualquier diagnóstico de alergia alimentaria manifestando, desde el primer momento, disposición a colaborar, aportando sugerencias para la adaptación del niño. Por su parte, el centro se encargará de establecer estrategias de abordaje ante un alumno alérgico, para la evitación del alérgeno y la integración del alumno, sin que se sienta señalado o aislado por su patología, así como implantar planes de actuación personalizados, formando al profesorado y personal de administración y servicios. Desde la AEPNAA, se organizan anualmente jornadas informativas dirigidas a profesorado y personal de cocina y comedor de los centros educativos, en las que se aborda el manejo de las alergias alimentarias en las escuelas junto con una guía que engloba los aspectos a tener en cuenta para la escolarización segura del alumnado con alergia a alimentos.
Asimismo, en restaurantes y eventos sociales se debe explicar claramente la situación y las necesidades del niño, siendo necesario exigir la declaración obligatoria de la presencia de alérgenos en las diferentes presentaciones culinarias.
Como madre de un niño de dos años, reflexiono sobre la vulnerabilidad a la que se enfrentan padres y madres de menores alérgicos a alimentos que acuden diariamente a comedores de centros educativos ante la idea de que un simple juego infantil puede desencadenar una reacción adversa si se contacta con el alérgeno causal. Sin embargo, las administraciones sanitarias, en colaboración con los operadores alimentarios y asociaciones implicadas, establecen las medidas preventivas y de control que los operadores alimentarios deben implantar para garantizar la seguridad alimentaria en el sector de la restauración colectiva. En particular, los centros educativos y las familias deben realizar el esfuerzo por desarrollar una protección alrededor del niño sin aislarlo en una burbuja, aprovechando las herramientas disponibles para que la preocupación solo pase por estar alerta y no por el miedo a un incidente.