Pablo Casado Muriel | 08 de octubre de 2017
La llamada
España, 2017
Director: Javier Ambrossi, Javier CalvoGuion: Javier Ambrossi, Javier CalvoMúsica: LeivaIntérpretes: Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta, Gracia Olayo, Richard Collins-Moore, María Isabel Díaz, Secun de la Rosa, Esti QuesadaSitio web¿Cómo se le habla de la vocación a la generación del electro-latino? La tarea se antoja más bien complicada, y aún más si cuando hablamos de vocación especificamos que se trata de una vocación religiosa. Pensar en una película que trate este tema, que encima sea una comedia musical y que su autor, en este caso autores, no puedan ser catalogados dentro del círculo de directores cristianos, nos puede hacer temer lo peor. Sin embargo, La llamada consigue abordar este tema con respeto y una gran dosis de acierto.
La llamada llega a la gran pantalla después de cosechar grandes éxitos en el teatro. La película adapta la función que se representa sobre las tablas a la gran pantalla y en muchos momentos mantiene ese carácter teatral. A grandes rasgos, la cinta narra la historia de una joven que, en un campamento de verano conducido por monjas, comienza a ver a Dios y experimenta una profunda transformación en su vida. En paralelo, una de las hermanas más jóvenes de la congregación sufre una profunda crisis en su vocación, que no en su fe.
Más adelante, comentaremos algunos puntos controvertidos de La llamada, pero es de ley comenzar aplaudiendo sus muchísimos aciertos. El primero de ellos es el de conseguir firmar una gran película de humor, en la que el espectador se ríe de verdad, sin caer en la actual moda de confundir la falta de respeto, el insulto gratuito, con la broma y la risa.
Las situaciones que se viven en el Campamento La Brújula, el lugar donde transcurre la acción, a muchos les pueden recordar a las acampadas de su infancia y las monjas que conducen a las jovencitas que pasan sus vacaciones de verano apenas son ligerísimas caricaturas de las “sores” o “hermanas” que muchos recordamos y tratamos. Mujeres felices, porque si algo llama la atención y hace gracia, o puede que Gracia, es ver a esas monjitas mayores que no tienen ningún reparo en cantar, bailar o tratar de entender quién es Juan Magán.
Incluso la nueva coordinadora del campamento, una de esas monjas que en el imaginario se presenta como la “madre superiora sargento”, demuestra una maravillosa humanidad y cariño al intentar ayudar a María, papel que interpreta maravillosamente la joven actriz Macarena García, a avanzar en su relación con ese Dios que se le presenta en carne y hueso (y traje de purpurina). Sus métodos, oración, Biblia y canciones de misa que todos recordamos, pero que podemos considerar “de otra época”, no parecen ser los acertados, pero no encontramos más que ternura en su intento por conocer y acompañar a María.
"La evangelización es más cuestión de ser testigos que de ser maestros" @xiskya en @eldebatedehoy https://t.co/Tohxe9ulJ8
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) August 3, 2017
Si en Como Dios el Señor sorprende por ser Morgan Freeman, en La llamada encontramos al actor Richard Collins-Moore interpretando a un Todopoderoso al estilo Las Vegas, con americana brillante, que opta por transmitir su mensaje a través de canciones de Whitney Houston. Dios apenas habla dos veces en la película, en una nos recuerda que Él es “la Luz del mundo” y, en la otra, y aquí tenemos que poner un primer “pero” bastante importante, se burla de la oración “tradicional” que intenta llevar a cabo María.
Una escena que bien podría resolverse de un modo más elegante y que, al mismo tiempo, no guarda una excesiva relación con el tono general de la película, puesto que, si Dios repite diferentes afirmaciones sobre sí mismo que aparecen en la Biblia, no tiene sentido que se ría ante el Magnificat, la preciosa oración que repite María.
Escenas posteriores hacen ver que lo que se intenta poner de manifiesto con esa reacción es la excesiva gravedad de expresiones como “ha mirado la humillación de su esclava”. La historia que vemos en la pantalla es la de una joven que decide abandonar una vida de placeres inmediatos para entregar su vida a Dios, reconociendo que es algo mucho más grande que su propio ser. El acto que lleva a cabo María es de humildad… una de las acepciones que, acudiendo a la RAE, encontramos de la palabra humillar.
Si hablábamos al principio de lo complicado que puede resultar explicar la vocación a los jóvenes, alejados de cualquier acto que implique un compromiso para toda la vida, hay que aplaudir la sencillez con la que los autores de La llamada consiguen tratar algo tan serio como es la constatación de que Dios nos llama, personalmente, a avanzar en un camino que, como decía Miguel Delibes, por humilde que sea, nos conduce a la felicidad. María, cuando siente a Dios, nota que es “como cuando te enamoras de un chico… no sabes qué hacer delante de él, pero quieres estar ahí”. Por supuesto, la llamada a la vida religiosa o la vida matrimonial implica mucho más y es motivo de reflexiones mucho más profundas, pero en una sala llena de adolescentes la metáfora se entiende a la perfección, el mensaje llega.
Y mientras María avanza en su camino hacia Dios, la hermana Milagros (Belén Cuesta) comienza a dudar de que su elección de juventud, casi adolescencia, fuese la correcta. Es una realidad de la Iglesia, la duda, y también se trata con buen tino en La llamada. Milagros duda y reza, pide por su vocación y por encontrar su camino. En esta ecuación religiosa se introducirá el factor sentimental, un amor en el que muchos podrán ver un fuerte matiz reivindicativo y morboso.
Ciertamente, esa intención específica por abrir otra puerta, con cierto punto escandalizador, peca de superfluo, de poco desarrollado a lo largo de la película. Las dudas en la vocación son una realidad en la Iglesia, no hay ningún problema en reconocerlo, normalizarlo y desarrollarlo. La película lo hace de maravilla hasta que opta por darle ese matiz inesperado que, seguro que muy aplaudido en ciertos círculos, se antoja como innecesario en la trama.
Dicho esto, también es cierto que esta historia paralela, con final incluido, no rompe con el tono respetuoso de La llamada ni juega la baza de “buenos y malos” o “tolerantes e intolerantes”. Y es que, aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, la Iglesia es la casa de todos y en el Catecismo es fácil encontrar respuestas a determinados asuntos con los que se quiere polemizar. Acudiendo al punto 2358 de ese Catecismo, se puede encontrar la respuesta a esta cuestión.
La llamada es la historia, en definitiva, de cuatro mujeres que aman o empiezan a amar y, como recordarán como mínimo de esos años de campamentos y catequesis, “Dios es Amor”.