Rafael Miner | 19 de octubre de 2017
La canciller alemana, Angela Merkel (CDU), ha sido castigada por los electores, entre otras cosas, por acoger a 1,3 millones de inmigrantes refugiados en los tres últimos años, la mayoría musulmanes procedentes de países en guerra, como Siria e Iraq. Comienzan las negociaciones para formar gobierno, tras haber pactado con sus socios de la Unión Socialcristiana (CSU) un máximo de 200.000 refugiados al año.
Angela Merkel llega al acuerdo de acoger a un máximo de 200.000 refugiados al año. Es la cifra de refugiados que exigía Horst Seehofer, líder de la CSU, aunque no será vinculante, como defiende la canciller, que consiguió la victoria en unas elecciones generales, por cuarta vez consecutiva, en una alianza que obtuvo los peores resultados desde 1949, tras la Segunda Guerra Mundial.
Merkel y sus aliados solo consiguieron el 33% de los votos, por lo que intentarán llegar a un acuerdo con liberales y verdes, cuarta y sexta fuerza, con el 10,7 y el 8,9%, respectivamente.
La segunda, los socialdemócratas de Martin Schulz (SPD, 20,5%), abandonan la “gran coalición” y se quedarán liderando la oposición, según han confirmado estos días. «Es un día difícil y amargo para los socialdemócratas en Alemania», dijo Schulz. “No hemos alcanzado nuestro objetivo”.
El partido ‘triunfador’, la AfD (Alternativa para Alemania), logró el 12,6% con un programa anti-inmigración y especialmente anti-Islam, que solicitaba la prohibición de los minaretes de las mezquitas. La considerada ultraderecha estima al Islam incompatible con la cultura alemana.
La noche electoral, Merkel dijo que esperaba “un mejor resultado” y que escuchará “las preocupaciones y ansiedades” de los que dieron su voto a las AfD, para intentar que volvieran a su partido.
Las tesis en materia de inmigración se han convertido en un argumento electoral de primera magnitud. Tras las sucesivas oleadas migratorias en Europa, y también en Estados Unidos, en especial las de 2015, provocadas por las guerras, el hambre y la miseria, los europeos parecen cerrarse como una concha, aunque no todos, alertados también por el terrorismo yihadista.
En Alemania, con tres millones de turcos, la actitud de acogida e integración de inmigrantes y refugiados (de Siria, Irán, Afganistán y aun de los mismos Balcanes) provoca fugas de votos, mientras el rechazo a los que llegan, en especial a los musulmanes, parece empujar a mejores posiciones electorales.
Los países miembros de la UE acordaron humanitariamente, hace dos años, acoger en total a 160.000 refugiados, con cuotas concretas para cada país. Tan solo países del norte, como Alemania, han cumplido en parte objetivos, con alto coste electoral, aunque el país más rico de la UE ha endurecido también posiciones y derechos de asilo.
Organizaciones como Accem y otras han puesto de manifiesto que el proceso europeo de reubicación únicamente ha sido accesible para personas de algunas nacionalidades, lo que ha supuesto de facto una forma de discriminación hacia personas refugiadas procedentes de otros países (Somalia, Afganistán, Pakistán o Nigeria, por ejemplo).
Aseguran también que el acuerdo entre la UE y Turquía, fechado en marzo de 2016 y que abrió la puerta a la devolución forzosa de personas refugiadas al país otomano, cerró posibilidades al proceso de reubicación a todas las personas que, desde entonces, han continuado llegando hasta Grecia.
A su juicio, en consecuencia, existe una falta de voluntad política firme del conjunto de la Unión Europea y de sus Estados miembros para dar una respuesta eficaz a una situación extremadamente grave de crisis humanitaria a las puertas de Europa.
Lo prueba el caso de Italia. Más de cien mil migrantes y refugiados llegaron a las costas europeas atravesando el Mediterráneo en el primer semestre de este año, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Entre ellos, más de 85.000 se dirigieron a las costas italianas y cerca de 9.300 lo hicieron por Grecia. A España llegaron alrededor de 6.500 migrantes. El estudio indica, además, que 2.247 fallecieron en el mar o desaparecieron.
Casi podría decirse que tres de cada cuatro migrantes que han llegado de forma ilegal a Europa lo han hecho a través de Italia y su destino principal es Alemania e incluso los países escandinavos.
El país trasalpino lleva tiempo solicitando ayuda a la UE, pero la respuesta es lenta. De entrada, ha puesto en marcha corredores humanitarios, en coordinación con instituciones de la Iglesia como San Egidio, que están confirmando la importancia de una cooperación público-privada en este difícil asunto.
El papa Francisco lleva años apoyando a los colectivos de desplazados y sus familias, y a tantos menores que llegan incluso solos, y ha publicado en agosto el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2018, bajo el provocador título “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”. El reto de la acogida desafía a todos. El Mediterráneo no puede continuar convirtiéndose en la mayor sepultura del mundo.
En este contexto, la canciller alemana podía prever que su política de apertura a la inmigración, en las complicadas circunstancias de 2015, aunque posteriormente fuera tamizada, tendría un coste electoral. Sus declaraciones así lo atestiguan. Sin embargo, junto a sus socios socialcristianos, mantuvo su política de acogida.
Pactar ahora doscientos mil refugiados por año puede parecer un acuerdo escaso y es naturalmente debatible, pero no lo es si se tiene en cuenta la distinción que efectúa la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR).
Refugiados son personas o familias que huyen de las guerras o de la persecución, son reconocidos como tales, y los protege el derecho internacional; necesitan asilo y no pueden volver a su país. Migrantes son los que eligen trasladarse para mejorar sus penosas condiciones de vida, pero en principio siguen recibiendo protección de su gobierno. La pregunta ahora podría ser: “Los que llegan en embarcaciones a los países del sur de Europa, ¿son refugiados o migrantes? Muchas veces, de hecho, son ambos”, reconoce Acnur.
En consecuencia, sería necesario revisar con urgencia los requisitos exigidos para acogerse al proceso de reubicación legal, señalan organizaciones humanitarias. Las personas necesitadas de protección deben encontrar una vía abierta para conseguir la atención y acogida que les corresponde por derecho.
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