Carlos Cuesta | 30 de octubre de 2017
Porque la legalidad no necesita más. Porque la simple presencia de la ley es capaz de descolocar a todos los Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Trapero, Forn o Jordis del mundo. Y porque basta con que los poderes públicos dejen actuar a un fiscal como Maza para que los siguientes golpistas que piensen en arruinar el desarrollo social y económico de una región se lo piensen dos veces.
La historia de este 155 no será fácil de explicar. Y no lo será porque si una intervención de solo dos meses es capaz de cargarse el adoctrinamiento de tres décadas, surgirá la pregunta evidente: ¿y por qué no se aplicó ante la primera ilegalidad? Y si no triunfa, la pregunta será otra y también difícil de contestar: ¿por qué no se alargó su duración ante la evidencia del brutal volumen de ilegalidades acumuladas que debían ser corregidas?
A partir de ahora, la CUP hará lo único que sabe hacer: destrozar calles y crear odio. Es para lo que fue creada. La ANC y Òminum, tres cuartas partes de lo mismo. Pero si el 155, incluso con solo dos meses, se aplica de verdad, deberán llevar a cabo sus destrozos, por primera vez, sin inyecciones directas y masivas de dinero público. Y las revoluciones de los ninis de iPhone y llanto por perder el wifi, sin subvenciones, duran poco.
ERC deberá pensar que, dependiendo de lo que diga su líder Junqueras en sede judicial, la pena podrá ser de quince, veinte o veinticinco años. Y sus infatigables seguidores andarán con más cuidado a partir de ahora. No vaya a ser que la siguiente independencia que declaren sea la de Soto del Real.
El PDeCAT, o lo que quede de él, mirará con expectación si su jefe, el aspirante a Companys, desfila antes o después que sus amigos Junqueras, Forcadell o Turull ante los mismos funcionarios de prisiones.
Y así sucesivamente. Porque si se deja actuar a este 155 y funciona, con menos de 60 días habrá quedado demostrado que la ley no necesita “cargarse de razón” -como se ha argumentado- para ser empleada. Porque lleva implícita la razón de la democracia y la civilización. Y es precisamente la duda de su aplicación la que genera ánimo en los delincuentes.
Pero incluso en caso de que esas elecciones que se celebrarán el 21 de diciembre en Cataluña vuelvan a dar el poder a un grupo de ilegales, el 155 no habrá fracasado. Porque ya no habrá disculpa para no volver a aplicarlo. Porque si, previamente, incumplimientos similares dieron lugar a su aplicación, ¿con qué justificación no se debería volver a usar todas las veces que haga falta?
"#PP y #PSOE han renunciado a sus valores, pareciéndose entre sí cada vez más". #Reflexion de @FerLostaoCrespo #dbhttps://t.co/jpdBDMhLCk pic.twitter.com/2CO3tIwsOI
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 26, 2017
Y, sobre todo, porque este 155 es el de los españoles. No el de ningún partido. Es el que se ha aplicado gracias a que millones de ciudadanos han colgado las banderas de sus balcones exigiendo ley. El del millón muy largo que se reunió en Barcelona para dejar claro que el pueblo español no se pensaba rendir ante cuatro golpistas de quinta división. Y el de todos los que, de derechas, izquierdas o centro, se sienten orgullosos de haber construido a lo largo de la historia una potencia mundial, rica, democrática y justa llamada España.
Porque al PP le ha costado aplicar el 155. El PSOE no lo quería por nada del mundo y lo ha asumido ante la evidencia de que perdía la mitad de sus votantes camino de C’s. Y Ciudadanos es ese partido que los lunes, miércoles y viernes no quería el 155, y los martes y jueves, sí.
Y lo han aplicado de forma conjunta ante la evidencia del hartazgo popular. Y eso no es lo malo: eso es lo bueno.
Porque este 155 marcará el futuro de unos partidos, apalancados hasta ahora en una partitocracia, y que deben asumir que la sociedad española ha empezado a entrar en la madurez democrática. Una sociedad que no considera ‘facha’ defender su país. Y que ejerce la crítica política y la ejercerá en el voto, como ya ha empezado a ocurrir. Y esa es una gran noticia.
Porque el PP deberá recordar que su gran caladero de voto esta ahí: en el constitucionalismo de centro derecha. Porque el PSOE deberá entender que, si sigue con sus aventuras nocturnas frentepopulistas, le robará el voto Ciudadanos para devolverlo al constitucionalismo de centro izquierda del que nunca debió salir. Y porque Podemos, pese a sus muy cortas entendederas, deberá comprender que se ha empezado a terminar la era del complejo frente a su ineptocracia chillona. Y eso, repito, es una gran noticia.
Pocas cosas serán iguales tras lo ocurrido. Porque la aplicación del 155 no restará votos a los firmantes, al revés -al menos que alguno de ellos, para más señas el PSOE, decida traicionarlo-. Y porque la que ha hablado alto y claro para pedir la intervención del Gobierno ilegal y delincuente de Cataluña ha sido la sociedad española. Y esa es la mejor noticia para todos nosotros. Y la peor para los golpistas.