Rafael Miner | 12 de noviembre de 2017
Que conduzca el varón o la mujer puede parecer algo inocuo, pero no lo es en los países islámicos, en especial en Arabia Saudí, dominado por el wahabismo, una rama extremadamente conservadora dentro del sunismo.
Los debates y reivindicaciones se han sucedido, pero la decisión está tomada: habrá igualdad de hombres y mujeres en este asunto, y un comité interministerial está estudiando su aplicación, tras la luz verde dada por la mayoría de los miembros de la Autoridad de los Ulemas, que no se oponen a que las mujeres conduzcan.
La lucha por el poder en el Golfo Pérsico . Jaque de Arabia Saudí aislando a Catar
La reforma se enmarca en un conjunto de iniciativas que está adoptando el rey Salman desde su llegada al trono en 2015 y que incluyen, poco a poco, algunas mejoras para las mujeres saudíes.
En este contexto, las detenciones y ceses del pasado fin de semana se enmarcan oficialmente en combatir la corrupción, pero los observadores destacan más bien que se trata de facilitar la posterior llegada al trono del reino de un príncipe heredero con 32 años, Mohámed bin Salman, que desea salir del rigorismo tradicional.
Además, de modo sorprendente, al menos a ojos occidentales, no solo alienta reformas, sino que lo declara abiertamente en medios locales: «Estamos volviendo a lo que fuimos, un país de Islam moderado que está abierto a todas las religiones del mundo”, ha manifestado a Saudi Gacette. «No pasaremos los próximos 30 años de nuestras vidas haciendo frente a ideas destructivas. Las destruiremos hoy», ha señalado, añadiendo que «se acabará muy pronto con el extremismo«.
«Los jóvenes son ambiciosos. Todos los componentes del éxito están disponibles en el Reino. La voluntad política es fuerte y la gente es ambiciosa», señala el príncipe heredero, quien es viceprimer ministro y titular de Defensa. Las declaraciones de Bin Salman chocan con la rama islámica suní, influyente y mayoritaria en Arabia Saudí, y podrían abonar el terreno a que la tolerancia religiosa, ahora ausente, comience a vislumbrarse de algún modo en el reino árabe.
Por otra parte, el príncipe ha crecido en la generación de internet y las redes sociales, y rompe con el esquema de llegada al poder de los ancianos. El mismo rey Salman, que llegó a ser rey tras una serie de carambolas, tiene 81 años.
“Arabia Saudí está experimentando grandes cambios que desde una perspectiva occidental parecen positivos. La cuestión es saber si satisfacen a los saudíes”, ha manifestado el sociólogo Abdul Al Lily a El País.
La progresiva influencia del joven príncipe tiene dos desafíos de envergadura, a los que conviene seguir la pista, en clave externa e interna. El primero es el conflicto con Irán, país mayoritariamente chií, otra gran rama del Islam, aunque con menos seguidores (en torno al 10 %). El pagano del enfrentamiento es Yemen, donde Arabia Saudí e Irán miden sus fuerzas. Representantes de la coalición árabe en Yemen, liderada por Arabia Saudí, han acusado a Irán de proporcionar misiles a los rebeldes hutíes, de origen chií, y armas de todo tipo. Hoy, tras más de dos años de guerra, Yemen padece una grave crisis humanitaria, azotado por el cólera y el hambre.
Otro frente de gran calado es el financiero. Arabia Saudí, el mayor exportador mundial de crudo, no está dispuesto a ceder su privilegiada posición. Estos días, el barril de Brent, al calor de las detenciones, superó los 60 dólares por primera vez en dos años, hasta llegar a los 64 dólares. “Arabia Saudí hará cualquier cosa por mantener el precio del crudo para elevar la valoración de la OPV (Oferta Pública de Venta) de Aramco”, ha señalado una firma de inversión en Expansión. Se trata de la petrolera estatal saudí, que está previsto salga a cotizar en Bolsa en 2018. Será la mayor de la historia y Arabia Saudí se juega mucho en el envite.
En dos años, el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, es quizá la persona más poderosa de Arabia Saudí, incluso por delante de su padre, el monarca. Hoy, desde el Ministerio de Defensa, dirige la guerra en Yemen; el conflicto con Catar, muy probablemente por el sesgo de la televisión Al Jazeera, a la que querría cerrada; y ostenta el mando del Consejo Económico y Desarrollo encargado de la petrolera Aramco.
Ante la pregunta sobre si Arabia Saudí marcha hacia un Islam “más tolerante”, al que se ha referido ABC en palabras de Bin Salman, o hacia un reinado sin oposición a las reformas, la respuesta puede ser: hacia las dos cosas. No hay disyuntiva. El cambio está en manos de un joven de 32 años de la era digital.