Gonzalo Fuentes | 21 de noviembre de 2017
La depresión es una de las enfermedades mentales más extendidas del mundo y con un mayor crecimiento. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), en 2017 ya afecta a 322 millones de personas a nivel global y a casi 2,5 millones solo en España. Además, el número de personas que vive con esta patología ha aumentado casi un 20% en los últimos diez años. BoJack Horseman
Debido a la importancia de esta realidad, el cine a lo largo de su historia ha tratado de mostrar este trastorno del estado de ánimo mediante el lenguaje audiovisual. Así, obras como Las Horas (2002), Prozac Nation (2001), Helen (2009), Un hombre Soltero (2009) o la “trilogía de la depresión” de Lars Von Trier, conformada por Anticristo (2009), Melancolía (2011) y Nymphomaniac (2013), entre otras muchas, ahondan en la depresión y sus ramificaciones, como son la soledad, la tristeza, la disminución de la autoestima o, en última desesperada instancia, el suicidio.
Ey, @BoJackHorseman, has estado tanto tiempo fuera que casi no te reconocíamos. Bienvenido de nuevo a Hollywoo???? pic.twitter.com/373hu9l0BD
— Netflix España (@NetflixES) September 8, 2017
Pero una de las grandes ventajas de una ficción seriada frente al largometraje es la posibilidad de profundizar sobre los personajes de una forma pausada, natural y evolutiva. Durante horas de visionado, el espectador puede ver cómo los protagonistas cambian en base a los acontecimientos que les van sucediendo, bien en presente, o bien mediante flashbacks. Y esto es lo que pasa en BoJack Horseman, una de las primeras series de animación que, en lugar de estar conformada por capítulos autoconclusivos, opta por desarrollar un hilo narrativo serializado.
BoJack Horseman cuenta la historia de un caballo antropomorfo (con la voz de Will Arnett, conocido por su papel de Gob en la maravillosa serie Arrested Development) que, tras triunfar como actor en una sitcom en los noventa (estilo Padres Forzosos), ve cómo su ser va decayendo conforme su fama se desvanece. Sumido en un mundo de drogas y alcohol, su vida se basa en añorar otros tiempos en los que los flashes y las fiestas de Hollywood eran su pan de cada día.
La escritora Diane Nguyen (Alison Brie, conocida por Mad Men y Community) propone a BoJack redactar su biografía para que, de esta forma, su nombre vuelva a estar en boca de todo el mundo. Otros personajes secundarios relevantes son la exnovia de BoJack, Princess Carolyne (Amy Sedaris), una gata agente de actores, su compañero de piso Todd Chávez (Aaron Paul, el gran Jesse Pinkman en Breaking Bad) y su amigo Mr. Peanutbutter (Paul F. Tomkins), un labrador, novio de Diane y también actor.
— Will Arnett™ (@arnettwill) September 21, 2017
La serie comienza poniéndonos en situación desde un prisma cómico. El humor negro es el género imperante durante los primeros cinco capítulos (los más irregulares), pero a partir del sexto comienzan los mazazos a la psique del espectador, que no se espera un drama tan profundo en una serie de este tipo. Tengan paciencia, porque en esta obra lo mejor está siempre por llegar. BoJack es un personaje complejo, condicionado por el comportamiento de sus padres (reflejado magistralmente en el 4×11, uno de sus mejores episodios) y autodestructivo, con tendencia a minar cada oportunidad que surge para que salga adelante. Por otra parte, el Hollywood que nos retrata su creador, Raphael Bob-Waksberg, lleno de hipocresías, falsas esperanzas e intereses, tampoco ayuda a que nuestro protagonista logre progresar.
BoJack Horseman no es buena persona. De hecho, muchas de sus acciones provocan malestar en el espectador, que se esfuerza en crear una empatía hacia el personaje y este se resiste a dejarse querer. Pero, poco a poco, consigue que nos encariñemos con su imperfección, ya que, al fin y al cabo, el ser humano es eso, un complejo conjunto de buenas y malas acciones. Además, en su cuarta temporada hace aparición su hija, que él desconocía hasta ese momento, y se crea un paulatino vínculo que da un nuevo sentido al existencialismo de nuestro protagonista. BoJack ve reflejada parte de su personalidad en ella, y no le gusta. Empieza a darse cuenta de que la base para lograr la felicidad está en dar, no en recibir, en ayudar al prójimo para así encontrar su bienestar personal.
Aunque los premios que ha cosechado a lo largo de sus cuatro temporadas se pueden contar con los dedos de una mano (¿cuánta gente en la industria hollywoodiense se habrá sentido ofendida por verse tan sinceramente reflejada?), la crítica a estas alturas resulta unánime, siendo considerada por multitud de periodistas como la mejor serie del año durante varias temporadas consecutivas. El prestigioso portal Rotten Tomatoes, que aúna la opinión de cientos de críticos, valora la segunda y tercera temporada con un 100% de críticas positivas (la primera con un 60% y la cuarta con un 96%). Resumiendo, es una experiencia audiovisual que no deben perderse.