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Cultura

«Eva», la segunda misión de Falcó . Un espía vacío que se entrega al sexo y a la muerte

Pablo Casado Muriel | 30 de noviembre de 2017

Cultura

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Arturo Pérez-Reverte continúa con la saga Falcó publicando Eva, una novela en la que ahonda en el nihilismo del espía nacional en la Guerra Civil. En esta ocasión, su misión será la de recuperar parte del «oro de Moscú».

Arturo Pérez-Reverte continúa la saga Falcó con Eva. Esta novela lleva al espía nacional a Tánger, en una aventura que tiene como telón de fondo el famoso “oro de Moscú”, los fondos del Banco de España que el Gobierno republicano decidió enviar a la Unión Soviética en plena Guerra Civil.

eva

ARTURO PÉREZ-REVERTE | EVA | ALFAGUARA | 2017 | 388 PP | 20,90 € | EBOOK: 10,99 €

Para escribir la reseña de esta segunda parte de la serie, releía la que pude escribir en EL DEBATE DE HOY cuando se publicó Falcó y me centraba en el párrafo en el que, citando a Luis Martín-Santos, comentaba cómo la obra estaba bien nutrida de escarceos amorosos de esos que, no hace mucho, se advertían con dos rombos. Lo hacía porque, si algo me ha llamado la atención de Eva, ha sido la tendencia de Pérez-Reverte a incluir este tipo de escenas en la novela.

Tal y como ocurría en la primera entrega, los encuentros sexuales de nuestro espía no aportan nada a una narración que, de seguir por este camino, puede acabar convertida en Las 50 sombras de Falcó. Escenas narradas con poca elegancia, abusando de la vulgaridad y que se insertan, en algunas ocasiones, como un recurso fácil para cerrar un capítulo o avanzar hasta la siguiente escena.

El personaje que dibuja Pérez-Reverte es un completo nihilista, ya lo decíamos en la primera crítica, y en Eva tan solo confirmamos que lo único que parece llenar el vacío existencial de Lorenzo Falcó es el sexo y la muerte. Estamos ante un perfecto psicópata, como alguno de sus compañeros de andanzas llega a calificarlo. El interés por dejar claras las sombras de este espía (el reverso tenebroso de Alatriste, como ha llegado a calificarlo un buen amigo mío) es el único argumento que puede justificar el interés del académico por detallarnos cada encuentro carnal del protagonista.

La nada frente al fanatismo

La historia que se nos narra en Eva es buena, un buen libro de espías y guerra que, como la ciudad en la que se desarrolla, Tánger, está plagado de callejones, vericuetos y recodos que permiten engañar y tender trampas al lector. Además, Reverte vuelve al mar, sus hombres y su mundo, un elemento en el que se siente cómodo y que le permite demostrar que es capaz de desarrollar otro tipo de personajes. Valientes, honrados, sabedores de cuál es su deber y con capacidad para llevarlo a cabo.

Los encuentros entre los capitanes del Mount Castel, mercante republicano encargado de transportar una buena cantidad de lingotes de oro en dirección a Rusia, y el Martín Álvarez, destructor nacional con la misión de recuperar ese dinero o hundir el primer barco, son de lo mejor de la novela y, junto a la relación entre ambas tripulaciones, nos permiten encontrar a ese Reverte que pone en valor el honor militar, la palabra dada y el pellizco de orgullo que permite olvidar diferencias ante un “fucking Spaniards”. Un mundo en el que Falcó se da cuenta de que no pinta nada.

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Eva, nombre de la novela, no es otra que la agente bolchevique que en la primera aventura entablará una relación de extrañas lealtades con el espía franquista. Esta segunda entrega avanza en este terreno y no hay duda de que estamos ante la historia de “amor” que marcará la saga.

Sin embargo, mucho más interesante que esos encuentros carnales que con tanto detalle nos narra Reverte en su novela son las conversaciones que mantienen Lorenzo Falcó, al que ya hemos calificado de absoluto nihilista, y Eva Neretva, comunista entregada por completo a la causa del proletariado y la internacionalización de la revolución. Dos polos opuestos en los que se puede comprobar que los extremos y el radicalismo nunca son la solución.

En estas conversaciones, eso sí, Pérez-Reverte cae continuamente en la comparación del fanatismo comunista con los cristianos. Habla el autor de una ceguera que permite aceptar incluso la propia inmolación por una causa mayor. Una reducción demasiado sencilla de lo que suponen la trascendencia o el martirio.

El hotel de Lorenzo Falcó en Tánger. A la derecha, la última de las habitaciones con balcón, la 108. La de Falcó y Eva. pic.twitter.com/kkkWW2Tyhk

— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) October 22, 2017

Partiendo de esta base, es fácil seguir el camino que lleva al autor a insistir continuamente en el papel de la Iglesia en la Guerra Civil. Hay que reconocer que el escritor hace una gran labor, ya ocurría en el primer libro, con la documentación y evita simplismos clásicos a la hora de describir los horrores del conflicto fratricida que arrasó España. Arturo Pérez-Reverte habla sin reparo de los tiros en la nuca y los juicios sumarísimos de unos y otros pero, cuando se describen los horrores del bando nacional, no falta una referencia a curas fanáticos o bendiciones sobre pelotones de fusilamiento. Generalidades en una obra que las pretende evitar.

Asuntos pendientes

Todo hace indicar que tendremos una tercera novela de Falcó. Arturo Pérez-Reverte es un buen novelista y sus historias enganchan. Eso sí, me permito la licencia, o la osadía, de aprovechar estas líneas para pedirle al autor que no se olvide de su capitán, de Diego Alatriste, al que muchos dejamos en Venecia y a la espera de resolver asuntos pendientes con Gualterio Malatesta.

Tanto echamos de menos a (si me lo permite) “nuestro” viejo soldado que en muchos pasajes de Falcó encontramos veladas referencias a ese mundo de espadachines en el Madrid de los Austrias: miradas de soslayo bajo el ala de un sombrero, el análisis de las vías de escape antes de comenzar una misión o -y esta me llamó poderosamente la atención- el consejo de aquel soldado que recomienda hacer las necesidades antes de entrar en acción con el fin de evitar infecciones y otros males. Lorenzo Falcó lo pone en práctica en las murallas de Tánger en Eva; Diego Alatriste, desde la borda de una galera en las aguas del Mediterráneo, en Corsarios de Levante.

Imagen de portada: Detalle de la portada de Eva | Alfaguara
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