Fran Guillén | 12 de diciembre de 2017
Cuando el futuro tiende a unir, el baloncesto se ha empeñado en separar. La postura resulta tan anacrónica que, si durante los últimos años el olfato mediático parecía apuntar a una hipotética conferencia europea en la NBA, en los meses pasados ni siquiera el viejo continente se pone de acuerdo sobre un único formato doméstico al que atender. ventanas fiba
¿Qué ha llevado al deporte de la pelota naranja a llegar hasta el extremo de que las televisiones retransmitan casi a regañadientes los partidos clasificatorios de unas selecciones sin apenas jugadores reconocibles para el aficionado casual? Una reyerta de hermanos con corbata que pelean por el mismo juguete, dispuestos a lanzarlo por la ventana antes de que se lo quede el contrario.
La ventana FIBA y la desesperada carta de Finlandia al Barça y Unicaja https://t.co/UELAXIsLDb
— ABC Deportes (@abc_deportes) November 24, 2017
Para explicar este juego de tronos del enfadarse y no respirar hay que remontarse a 2012, año en el que dos caprichosas placas tectónicas temblaron para reabrir grietas pasadas. En aquel noviembre, la FIBA apostó (“si el fútbol puede, por qué no nosotros”) por fijar los partidos entre equipos nacionales más allá de los torneos de verano y apretar así aún más el cuello de su gallina ponedora. O, lo que es lo mismo, instaurar, más de dos décadas después, los discutidos parones de selecciones también en el baloncesto.
Con un calendario tan poco homogéneo a nivel global (la mayoría de equipos de la ACB disputan un partido a la semana, mientras que los equipos de la NBA juegan apenas cada dos días), la propia FIBA era consciente de que se lanzaba a una piscina sin agua. Los jugadores enrolados en franquicias norteamericanas ni siquiera contemplaron solicitar excedencias en sus conjuntos para viajar con sus selecciones, mientras que los de Euroliga se veían en una cruel encrucijada entre su sentimiento patriótico y el compromiso con sus equipos (en el que, obviamente, acabó imponiéndose quien paga la nómina).
Garbajosa: “Si esto sale mal, vamos a retirar a Pau Gasol” https://t.co/2GTFjqybL7 El presidente de la FEB explica el conflicto de las ventanas FIBA en una entrevista con @faust_saez
— EL PAÍS Deportes (@elpais_deportes) November 15, 2017
Por consiguiente, sin jugadores NBA y apenas con unos pocos marginales de Euroliga liberados, las primeras ventanas FIBA asistieron a un simulacro de competencia internacional en el que lo único salvable fue la encomiable dignidad (y profesionalidad) de los que se vistieron de corto. Efectivos menos habituales defendiendo los colores de unas camisetas que, en la mayoría de los casos, son conscientes de que les serán arrebatadas en verano, cuando llegue la cita realmente relevante, para que las suden las estrellas.
La Euroliga, cuya voracidad al tratar de fagocitar las ligas nacionales tampoco le coloca el cartel de santa, propuso acabar con este dislate de ventanas FIBA reordenando fechas. La propuesta de la némesis europea de la FIBA fue un calendario alternativo que huía de partidos de selecciones durante el curso y los condensaba en los meses de junio y julio, con las competiciones de clubes finiquitadas. Jugadores y entrenadores aplaudieron esa variable, pero la FIBA prefirió acelerar hacia el precipicio antes que dar su brazo a torcer y figurar como el derrotado de la causa.
En esas, el espectador al que se trata de enganchar al día a día del baloncesto anda más extraviado que nunca. Si bien no estamos ante el primer gran cisma en Europa (en la temporada 2000-2001 ya se disputaron dos máximas competiciones continentales de clubes: la habitual Euroliga, ganada por la Kinder de Bolonia, y una Suproliga sacada de la manga por la FIBA en la que triunfó el Maccabi de Tel-Aviv), el actual es, sin duda, el más grave. Las selecciones están condenadas a luchar por meterse en un Mundial sin casi cien de sus mejores jugadores en total, lo que ofrece un producto que está lejos de ser el más atractivo para público y patrocinadores.
Con una muy secundaria Champions League (paradójica desde su propio nombre) como principal estilete a nivel de clubes, el enroque de la FIBA a nivel de selecciones tampoco parecería tener un recorrido cabal demasiado amplio. «Tengo curiosidad por ver cuál será el siguiente paso en este brillante concurso de cerebros, por ver quién será el ganador”, declaró en septiembre un mito como Ettore Messina desde la cómoda distancia de saber que quien paga sus facturas son los San Antonio Spurs.
La Euroliga presentará una nueva propuesta para las Ventanas FIBA https://t.co/4k6UPveCjY pic.twitter.com/5pgtIknov2
— MARCA Baloncesto (@MarcaBasket) December 6, 2017
Aunque callen públicamente, casi todos en Europa comparten la opinión del veterano entrenador de Catania sobre las ventanas FIBA. Mientras, nuestro baloncesto sigue adormitado en su particular muerte dulce, sin nadie que lo despierte y le avise de que, al menor descuido, volverá a la marginalidad de la que tanto le costó escapar.