Elías Durán de Porras | 16 de enero de 2018
Libros del Asteroide reúne en «Tres periodistas en la revolución de Asturias» las crónicas de Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández sobre el levantamiento obrero que hizo tambalear la Segunda República.
Se atribuye a Tocqueville, de forma apócrifa, que para conocer las pasiones de un pueblo había que leer los periódicos. Los que bucean por las hemerotecas saben la importancia que tienen los medios de comunicación en la construcción de realidades o del imaginario popular, pero también para saber sobre los asuntos públicos que preocupaban a una sociedad en un periodo determinado. Porque, como dejó escrito el profesor Ángel Benito, la actualidad periodística es la “selección de aquellos acontecimientos que, en razón de su interés humano y actual, ganan la atención del público en un momento dado”. Es una historia contada al minuto.
En el final de 2017, con la atención de los medios de comunicación centrada en la crisis catalana, es de celebrar que Libros del Asteroide haya publicado Tres periodistas en la revolución de Asturias, una colección de las crónicas y reportajes de Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla, con un prólogo firmado por Jordi Amat, autor ganador del XXVIII Premio Comillas 2016 por la obra La primavera de Múnich: Esperanza y fracaso de una transición democrática y columnista de La Vanguardia.
El volumen sigue la estela de la obra de Xavier Pericay Cuatro historias de la República (Ed. Destino), donde se incluyen los juicios periodísticos de Josep Pla, Agustí Calvet (Gaziel), Julio Camba y Manuel Chaves Nogales sobre el régimen del 14 de abril. En esta ocasión es Jordi Amat el encargado de introducir al lector en las vivas crónicas y reportajes de estos periodistas, que acercan de manera magistral el drama que supuso la Revolución de Octubre de 1934, considerada la antesala de la Guerra Civil del 36.
Quizás las crónicas de Pla y Chaves Nogales son las que más nos interpelen por su actualidad y también por las reflexiones de sus autores. Sirva como muestra este párrafo del periodista catalán: “Los socialistas y los políticos de izquierdas, que son los organizadores del plan general, cometieron, sin embargo, el error psicológico de promover el movimiento en un momento desfavorable. No han querido creer en la existencia en España entera de un gran movimiento de reacción de derechas, tan sólido, mucho más sólido que su despecho. Esto ha hecho que en vez de encontrarse ante un país inerte y fatigado, se hayan encontrado ante el muro infranqueable de la opinión pública, que les ha cerrado el paso”.
Pla, que escribía para La Veu de Catalunya (órgano de la Lliga Regionalista de Cambó, del catalanismo conservador), aprovechó sus crónicas para criticar los excesos de la revolución en Cataluña, de los que culpabilizó a los dirigentes de Esquerra: “A pesar de la magnífica posición de privilegio de que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había conocido nunca ningún político catalán, han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general. Se han equivocado, y lo han pagado caro. Han comprometido, sobre todo, lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto de Cataluña. No nos corresponde a nosotros emitir un juicio histórico sobre esta oligarquía que desaparece. Diremos solo que Cataluña sigue con su historia trágica, y que solo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente se podrá corregir el camino emprendido”.
Como periodista, asimismo, son interesantes sus críticas a la prensa socialista asturiana por enervar “la opinión obrera desde la tribuna pública” y el tono anticatalán de las cabeceras madrileñas: “En la prensa madrileña, tradicionalmente desafecta a Cataluña, se ha iniciado una ofensiva general contra nuestras cosas, que ya no tiene por objeto la crítica a Esquerra, sino que se refiere a Cataluña como un todo. En el ambiente político más sensato de Madrid se prevé que esta ofensiva producirá en Cataluña efectos distintos de los que espera producir y que, en definitiva, esta literatura será contraproducente”.
Además de la descripción e interpretación general de los hechos, el periodista catalán se detuvo también en acontecimientos particulares, como fue el asesinato de Marcelino Oreja Elósegui, diputado en Cortes, miembro de la Asociación Católica de Propagandistas y uno de los promotores de El Debate. Con palabras elogiosas hacia su figura, Pla muestra el tremendo impacto que tuvo el crimen en la sociedad vasca.
Otro gran periodista de su tiempo fue Manuel Chaves Nogales, del que, en los últimos años y por fortuna, se han recuperado muchas de sus obras. Partidario de Manuel Azaña, las crónicas que aparecen en este volumen se corresponden a las del diario Ahora, del que fue director.
En las crónicas escritas por el periodista sevillano existe un empeño por salir de los “dos bandos irreconciliables” en los que se dividió la opinión pública española. “Para contribuir en lo posible a dar una sensación exacta de lo que ha sido la intentona revolucionaria, no encuentro más camino que el de ir acumulando testimonios para que cada cual con arreglo a su consciencia, pueda formular su veredicto”, escribió.
Sin embargo, el reportero fue muy severo con los comunistas, a los que había visto en acción en su viaje a la Unión Soviética: “Estas juventudes, trabajadas por una propaganda soviética intensísima, conocían al dedillo la casuística de la táctica revolucionaria comunista y según sus patrones rusos, fielmente seguidos, determinaron que era llegado el momento de salvar la revolución por el terror”.
Chaves Nogales tenía todavía fe en el “sentido de humanidad” que tenía el pueblo español. “No es creíble que estén agotadas todas las posibilidades de humana convivencia entre los de arriba y los de abajo, los pobres y los ricos, los burgueses y los proletarios, como ellos dicen”, recalcó. Pensaba el reportero que “felizmente para España, la calidad de español es todavía más fuerte que ese ciego doctrinarismo marxista que convierte a los hombres en autómatas”. Dos años más tarde comprobaría lo contrario y así lo recogería en su libro A Sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.
En lo que sí acertó fue en que la revolución no fue una sino varias. “En cada pueblo los titulados guardias rojos defendían un tipo de nuevo Estado absolutamente distinto. En Sama, por ejemplo, se implantó el socialismo integral. A tres kilómetros de allí, en La Felguera, lo que triunfaba era otra cosa: el comunismo libertario”. Un claro adelanto de lo que ocurriría en 1936.
Con José Díaz Fernández el libro pasa de la crónica al reportaje novelado. Su texto, que ocupa más de la mitad del libro, se publicó por entregas en el Diario Madrid y a la vez en un solo volumen: Octubre Rojo en Asturias, firmado con un seudónimo, José Canel, y anunciado como “el primer relato de la revolución de Asturias que se publica en la prensa española por un revolucionario”.
Este subtítulo ya muestra que nos enfrentamos a un texto militante, escrito por un periodista que conocía bien Asturias, donde había pasado infancia y juventud. Y digo militante porque el autor fue diputado del partido Republicano Radical Socialista por Asturias y uno de los fundadores de la asociación de Amigos de la Unión Soviética.
La guerra no le era tampoco ajena, pues conoció sus desastres cuando sirvió como soldado en el Rif, experiencia que también le sirvió para escribir El Blocao, de similar planteamiento narrativo que el de la insurrección asturiana, como recuerda Jordi Amat.
Al margen de la narración de los hechos, en la que aparecen numerosos personajes que son testigos o protagonistas de la revolución, lo más interesante del texto de José Díaz es su epílogo, donde hace examen de los hechos. Para el periodista, fue imposible que la revolución triunfase. El “sistema” de la Restauración, según su opinión, seguía vivo en muchas de las instituciones de la República. Los republicanos de izquierdas y socialistas se habían plegado “a la influencia conservadora”, hecho que ejemplifica en las figuras del primer presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, “un hombre de orden, terrateniente de Andalucía, parlamentario furibundo, que representaba ya entonces la contrarrevolución”, y en Largo Caballero, un colaborador de la dictadura de Primo de Rivera. El error de la República fue, para Díaz, que llegó sin revolución de por medio y fue aceptada por la derecha.
El político sacó otras valiosas lecciones de la insurrección del 34. En concreto, “las luchas internas del proletariado” y su “descentralización”, su falta de unión o mando único. Estos factores la condenaron de antemano, según Díaz. Parece ser que sus enseñanzas cayeron en saco roto para los dirigentes del Frente Popular durante la Guerra Civil.
En definitiva, todo un acierto que Libros del Asteroide haya reunido los textos de estos tres periodistas sobre la revolución de 1934. Tres perspectivas que muestran el estado de opinión sobre la crisis asturiana y que ayudan a comprender su posterior impacto en las elecciones del Frente Popular y en la sublevación de 1936.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.