José María Legorburu | 11 de enero de 2018
La participación del oyente en la radio ha ido creciendo con el paso de los años y la aparición de las nuevas tecnologías. Consultorios, peticiones, concursos, canciones… este medio de comunicación ha sabido tener en cuenta a los que estaban al otro lado.
La radio es el único medio de comunicación en el que se establece una estrecha relación entre el emisor y el receptor (oyente) de los mensajes. La aparente conversación que se entabla entre el que habla y quien escucha va trabando una confianza imposible de reproducirse en las distantes cartas al director de los medios escritos o en el intercambio de mensajes y comentarios en los foros de los digitales que, a menudo, acaban por convertirse en reyertas anónimas que nada aportan. De la televisión, superada la moda de los SMS, poco más que hablar. Lo dicho: nada que ver con la radio.
Esa vinculación tan especial a ambos lados de las ondas hercianas se refuerza cuando desde las emisoras se da la oportunidad de participar a los oyentes. Hoy nos parece de lo más natural, especialmente cuando las redes sociales contribuyen a reforzar todavía más esa relación; pero no siempre ha sido así. Por un lado, la tecnología apenas permitía la participación de los oyentes pioneros de las décadas de los años 20 y 30 y, por otra parte, la Guerra Civil y el posterior régimen de censura previa que estableció la Dictadura dejaron pocas posibilidades para escuchar sus voces… Aunque algunas hubo.
La audiencia tuvo presencia en determinados espacios y géneros de programación, como los concursos, conducidos, entre otros, por Joaquín Soler Serrano, José Luis Pecker, Juan de Toro, Ángel Soler, Mario Beut o Ferman, que fueron durante un tiempo los programas estrella de la radio junto con la ficción, hasta su ocaso a causa de la llegada de la televisión. Fue también el caso de los consultorios -eso sí, vía correo postal- como el de Elena Francis, muy longevo, pues se emitió entre los años 1947 y 1984 por distintas emisoras. Los espacios de radio beneficencia, como Ustedes son Formidables de la Cadena SER, dirigido por Alberto Oliveras (1960-1977) y en los incontables –e inagotables– programas de peticiones musicales, cuyo ejemplo más conocido quizá fue Peticiones del Oyente de Radio Intercontinental de Madrid, tuvieron también su papel.
Ya en la Transición, devuelta la libertad informativa a la radio en octubre de 1977, la ruptura con la dinámica de las cuatro décadas anteriores fue inmediata. Justamente, la participación de los oyentes, apenas controlada, ventiló la antena y pasó a convertirse en un contenido en sí mismo.
Valgan algunos ejemplos particularmente significativos. Encarna de Noche, dirigido por Encarna Sánchez entre los años 1978 y 1984 desde Radio Miramar de Barcelona en colaboración con, sucesivamente, La Voz de Madrid, Radio España y la Cadena COPE. Directo, Directo fue un programa presentado por Alejo García entre 1981 y 1982 en Radio Nacional de España (posteriormente, le sucedería Julio César Iglesias) en el que los oyentes, con sus preguntas, hacían una entrevista a un personaje de actualidad. Iñaki Gabilondo innovó en 1985 en la Cadena SER con Pido la Palabra, un espacio de debate en el que los oyentes votaban mediante el sermómetro, que iba sumando sus llamadas a favor o en contra por medio de sendas baterías de contestadores telefónicos.
Y más: Apueste por Una en Radiocadena Española, con María Teresa Campos y Patricia Ballesteros a partir de 1985; Sencillamente, Radio, con Miguel Vila en Radio Intercontinental de Madrid, donde los fieles oyentes de la emisora hablaban cada domingo por la mañana sobre lo humano y lo divino; o todos los turnos de participación telefónica que encontraron su hueco en los magacines matinales, como Protagonistas de Luis del Olmo, y en la mayor parte de los programas informativos nocturnos.
Tras el boom, la participación de la audiencia se normalizó, abriéndose una etapa de recuperación de estos veteranos géneros. Prácticamente no se ha perdido ninguno. Por ejemplo, el consultorio fue el formato de La salud es lo que importa de Antena 3 Radio, presentado cada noche junto a un médico especialista por el doctor Bartolomé Beltrán. Las peticiones del oyente se actualizaron con el empleo del teléfono, el contestador, el fax, el chat o el correo electrónico, en programas como La Gramola de Joaquín Guzmán en M80 Radio (1995-2005). Los concursos siguen siendo parte importante de los morning shows de las radios temáticas musicales. Y la radio beneficencia ha tenido su mayor exponente en los maratones y fines de semana solidarios promovidos por Isabel Gemio cada Navidad en Onda Cero.
Pero, sin duda, los dos ejemplos más elocuentes de la importancia de la participación del oyente en los últimos tiempos son Hablar por Hablar y la hora de los fósforos de Herrera en COPE.
Hablar por Hablar de la Cadena SER recogió en 1994 el testigo de Parlar per Parlar de Radio Barcelona, puesto en antena cinco años antes. A ambos programas les dio vida Gemma Nierga, aunque a partir de 1997 la han ido sucediendo en el micrófono otras voces, siempre femeninas. Se puede decir que ambos tuvieron su precedente en la misma cadena y emisora con Solos en la Madrugada, presentado por Josep Cuní entre 1980 y 1984, que llegó a dar título a una película de José Luis Garci.
La hora de los fósforos, puesta en marcha por Carlos Herrera en el magacín matinal Buenos Días de Radio Nacional de España en 1997, acumula ya dos décadas de éxito. No empezó llamándose así, pero la divertida forma de expresarse de una “forofa” del programa rebautizó la sección. El formato se repitió en la etapa de Onda Cero (2001-2015) y sigue vivo en Herrera en COPE desde 2015. Durante una hora, la audiencia cuenta anécdotas sobre el tema escogido, generalmente vinculado a la actualidad. Esta sección tiene su cenit cada 5 de enero, cuando, envueltas en una excelente ambientación musical, se desatan las emociones de los oyentes recordando las noches de Reyes de su infancia.
Estos dos formatos demuestran cómo el oyente puede hacer –y hace– la radio, anticipándose varias décadas a la tan traída y llevada figura del prosumidor de la era digital. Es simple: la fórmula se basa en algo tan sencillo, o tan complicado, como saber escuchar a la audiencia.