Elías Durán de Porras | 25 de enero de 2018
27 de septiembre de 2015. Elecciones al Parlamento de Cataluña. Los nacionalistas ganan en escaños pero no en votos. Como hoy. Se observan ciertos gestos dramáticos en algunas caras. Artur Mas bebe cava con gesto contrariado; Miquel Iceta y Xavier García-Albiol intentan disimular el desencanto presente en unas sedes que parecen velatorios. Por el contrario, la CUP y Ciudadanos están de fiesta. Y la del partido naranja es muy significativa, porque su alegría llega a los telespectadores al grito de “yo soy español, español, español”. Un gesto que se repetiría en las últimas elecciones del pasado mes de diciembre. El sorpaso se afianza en Cataluña con la defensa de la idea de España. Está por ver si ocurrirá igual en el resto del país.
Escenario electoral nacional tras las elecciones catalanas del 21D.https://t.co/THNGz0vuzc pic.twitter.com/2e30X5i0hL
— metroscopia (@metroscopia) January 12, 2018
Las encuestas que se han publicado en los últimos días sitúan a Ciudadanos como la fuerza más votada en caso de que se celebrasen elecciones generales. Pese a que los índices económicos mejoran y el paro se reduce, los españoles no reconocen ese mérito al Gobierno de Rajoy. El PP se ha dejado la mitad de su electorado por el camino debido a su mala gestión de la corrupción y la crisis catalana. Así al menos lo perciben los encuestados, sobre todo los más jóvenes.
Es posible que el presidente del Gobierno esté viviendo uno de sus peores momentos como político. Pero la resiliencia de Rajoy es encomiable y no es la primera vez que le han tomado medidas para su “ataúd” político. Hasta el momento, ha sabido salir a flote con su táctica de dejar que el rival cometa errores. ¿Ocurrirá ahora lo mismo?
Albert Rivera debe haber aprendido de su mala gestión de los resultados de 2015, cuando no apoyó la investidura de Rajoy. El compostelano, en su clásica táctica del corredor de fondo, dejó que Rivera se desfondara. Y casi lo consiguió cuando el líder de Ciudadanos negoció con Pedro Sánchez la investidura, desbaratada posteriormente por Pablo Iglesias. Esa maniobra le costó a la formación naranja casi 400.000 votos y ocho escaños. Rajoy, por el contrario, sumó 700.000 votos y 14 escaños y pudo gobernar gracias a Rivera, que al final tuvo que hincar la rodilla.
Rajoy y el gol de Ramos . Las encuestas acorralan al PP y Ciudadanos toma la palabra
Génova lanzó las campanas al vuelo. Rajoy había demostrado un sentido táctico muy por encima del de sus rivales. Y, fiel a su estilo, Rajoy aplicó la misma receta con la crisis política más importante a la que se ha enfrentado España en los últimos años: el intento de secesión de Cataluña. En esta ocasión, sin embargo, Albert Rivera jugaba en casa. Su partido nació en Cataluña como Ciutadans y si algo conocía bien era la realidad catalana. Y en esta ocasión le ha ganado la mano al presidente. Por lo que parece, el “wait and see” de Rajoy no funciona allende el Ebro.
Pero mientras algunos “amortizan” a Rajoy, cabe preguntarse si Rivera sabrá capitalizar el entusiasmo que ha generado Ciudadanos en el resto de España. Actuar implica cometer errores y el líder de la formación naranja no posee aún un electorado tan fiel como el que dispone el PP. No olvidemos, asimismo, otra realidad que se ha dado en Cataluña, que creo es extrapolable al resto del país. Las elecciones han demostrado que la dualidad campo-ciudad todavía existe en España, magnificada si cabe por la Ley electoral. Y no sé si Rivera cuenta con cuadros suficientes como para convencer a tantos electores del PP y PSOE que viven fuera de las ciudades. Sobre todo cuando anuncia medidas tan difíciles de defender en esos escenarios como las diputaciones provinciales.
El principal reto que tiene Rivera es la indefinición ideológica de su partido. Al menos en lo relativo a su programa. Ciutadans ha funcionado en Cataluña porque durante años se ha ganado la reputación de ser el único partido que a la hora de la verdad se enfrentaba contra los nacionalistas. Mientras el PP dejaba hacer, después de haber descabezado su propio partido, y el PSC jugaba a tener dos caras, el electorado ha entendido bien qué representaba votar a la formación que encabezaba Inés Arrimadas: la verdadera defensa de la idea de España. De una forma moderna y sin complejos.
Al margen de ese logro, ¿qué más representa Ciudadanos? Podría contestarse que su novedad en la arena política, así como su lucha contra la corrupción, el abuso de los nacionalistas y el ideario de Podemos. No es poco si sumamos la “frescura” que representan Rivera y Arrimadas, dos jóvenes que dan muy bien en televisión y que ni parecen políticos, ni hablan como ellos. Y, en una época de excesivo periodismo de declaración en los medios, no cabe duda que es un valor añadido.
Sin embargo, las alianzas políticas de Ciudadanos generan, en mi opinión, cierta confusión entre el electorado. Recordemos, por ejemplo, que en 2008 Rivera afirmaba que eran “un partido liberal progresista socialdemócrata” que ocupaba “un espacio de centroizquierda”. Lo que no les impidió pactar con Libertas en las elecciones europeas. Posteriormente, tras los comicios de 2015, apoyó a Pedro Sánchez para echar al PP, al que finalmente tuvo que apoyar. Estos vaivenes no llevan a La Moncloa.
El PSC se convierte en un freno para el PSOE y en un caladero de votos para Ciudadanos
La difícil adscripción de Ciudadanos viene de sus orígenes. Sus fundadores son un grupo de intelectuales socialdemócratas desencantados con la deriva nacionalista del PSC: Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Carlos Trías, Albert Boadella, Xavier Pericay, Félix de Azúa, etc. Todos ellos con buenas conexiones en los medios de comunicación, donde colaboran habitualmente, y cercanos a los postulados regeneracionistas de la izquierda centrista que representaba entonces UPyD, formación que acabarían fagocitando.
Para encabezar el partido eligieron a un joven charnego, exmilitante de Nuevas Generaciones y licenciado en Derecho, que trabajaba en La Caixa y cuyo mérito inicial era llamarse Albert (de sobra es conocido que fue seleccionado porque su nombre era el primero de la lista por orden alfabético). Para darle a conocer se montó una campaña en la que el barcelonés aparecía defendiendo el carácter “sencillo, transparente y sin complejos” de su formación de una forma poco ortodoxa.
De todas maneras, su indefinición o desenfoque para la opinión pública comenzó con su salto a Madrid. En la corte se le vio a rebufo del PP, PSOE e incluso Podemos. Desde la izquierda o centro-izquierda se representó a Rivera como una marioneta al servicio del IBEX-35. Incluso se dijo que era un nuevo José Antonio Primo de Rivera, por su juventud y apellido. Y por la derecha o centro derecha, más de lo mismo pero en sentido contrario, un socialista camuflado.
Para hacerse un hueco comenzó toda una suerte de iniciativas y titulares que basculaban entre medidas muy del agrado de los oídos de los votantes con otras que generaban confusión por su adscripción ideológica. Todo ello acabó en un programa electoral que fue acusado de presentar un contenido contradictorio y partes extraídas de informes que no se citaban.
Un bloque principal del mismo lo forman medidas que estaban en las conversaciones de la calle y que podían contar con el consenso general de una sociedad que veía en su “clase política” el origen de todos sus males: modificación de la Constitución para frenar la deriva autonomista; reforma del sistema electoral, CMNV y del sistema de elección de los miembros del CGPJ y Tribunal Constitucional; reducir el tamaño del Estado y eliminación del Senado y diputaciones provinciales; unidad de mercado, eliminación de las duplicidades administrativas, aforamientos y devolución de parte de las competencias en Sanidad, Educación y Seguridad; lucha contra la corrupción, puertas giratorias, etc.
Más complejo y contradictorio fue su programa económico, de base socialdemócrata con brochazos liberales (nada extraño en Europa), que ha contado con las aportaciones de Luis Garicano, profesor en la London School of Economics y vicepresidente del grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa. Un economista que tiene como modelo a Dinamarca, Holanda y Alemania. Incluso en materia de racionalización de horarios. Según Garicano, si en la anárquica España se pudo dejar de fumar en espacios públicos, de igual manera se podía implantar un horario a la alemana y cambiar nuestros país de arriba abajo.
El fugaz hechizo de la nueva política se rompió cuando Podemos y Ciudadanos colisionaron
En este programa se defiende una cierta “flexibilidad laboral”, a través de un contrato único con indemnizaciones crecientes y un seguro individual de despido; un complemento salarial para las rentas más bajas, reducción de la cuota fija a autónomos, simplificación de los tramos del IRPF reduciendo la fiscalidad en las clases medias (suponemos que aumentando las más altas); asegurar las pensiones y favorecer los planes privados; dejar de ayudar a las empresas y bancos quebrados, controlar las SICAV, la economía sumergida; bajar el IVA cultural, dación en pago, etc… Un traje a medida de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, FEDEA, según Podemos. Algo difícil de pensar cuando Luis Garicano asegura que en España triunfa el “capitalismo de amigos, del palco del Bernabéu”, que en su opinión se reparten “subsidios y subvenciones”. La “casta” de Pablo Iglesias.
En materia social existe también bastante ambigüedad. Se apoya el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica, porque si algo le espanta a Rivera es cuando lo acusan de ser aséptico con el franquismo, pero por otra parte se opone a abrir debates en este sentido; apoya la protección del colectivo LGTBI en toda su dimensión y del matrimonio homosexual, pero se muestra contrario al adoctrinamiento de los menores en estas materias; defiende el derecho de los padres a enseñar religión a sus hijos en los colegios, aunque siempre fuera del horario o del currículo escolar; y lleva al Congreso una proposición de ley sobre muerte digna muy parecida a la que defendía Zapatero pero sin entrar en lo neurálgico, la eutanasia. Y con respecto a la universidad, más de lo mismo. Defiende la existencia del mapa actual y la investigación, pero exige mecanismos de control de funcionamiento de las mismas y apostar más por la innovación y cooperación con las empresas.
Volviendo al principio, poco puede importar todo lo anterior si realmente Ciudadanos, con Rivera a la cabeza, sabe capitalizar lo obtenido hasta el momento en Cataluña. Por lo pronto, el político catalán ya se ha sacado la foto con José María Aznar, que lo ha considerado un heredero del patriotismo constitucional de Jürgen Habermas. Aunque no ha podido hacer lo mismo con Felipe González, el expresidente reveló recientemente en una entrevista en la Cadena Ser que no hablaba con Pedro Sánchez pero sí con Rivera de forma habitual. Contar, pues, con un apoyo directo del primero y uno tácito del segundo es un disparo claro a la línea de flotación del electorado más consolidado del PP y PSOE.
Otras magníficas jugadas han sido las reuniones con Emmanuel Macron, Manuel Valls (que apoyó la campaña de Ciudadanos en Cataluña) y con el exmandatario italiano Matteo Renzi, políticos de nuevo cuño en Europa y con una gran imagen. Un guiño a la generación que toma el relevo en España.
Se nota, se siente, Albert Rivera apunta a presidente… y Pablo Iglesias como ausente
En política todo cambia. Ciudadanos vive un momento dulce, pero tiene enfrente a Rajoy, que se juega mucho en Cataluña y en los distintos casos de corrupción del PP. El político gallego sabe que debe alargar la legislatura para esperar los errores de su contrario. Veremos si puede. A Pedro Sánchez es posible que le interese lo mismo. El líder de Ferraz, que podría ganarse hoy el apodo del “Silente”, necesita más tiempo para que se consolide la caída de Podemos, recomponer su formación política y esperar que baje la popularidad de Ciudadanos.
Hay otra “rival” que debe tener muy en cuenta el líder de Ciudadanos: su compañera Inés Arrimadas. En una reciente comparecencia, la vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, Mónica Oltra, soltó una carga de profundidad maledicente al referirse a la discriminación que sufren las mujeres: si Inés Arrimadas no fuera mujer, ya estaría disputándole el liderazgo a Albert Rivera. Ya veremos qué ocurre con Rivera en Ciudadanos si no obtiene los resultados esperados.
Con todo, sería una ironía del destino que el partido que ha representado la hegemonía del centroderecha español, el PP, perdiera el poder por no haber sabido defender la idea de España. En nuestro país no se ganan elecciones por méritos propios, se ganan por agotamiento del rival.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.