Antonio Olivié | 06 de febrero de 2018
ROMA (ITALIA) | Obispos católicos y luteranos de Finlandia elaboraron un documento para encontrar elementos de acuerdo entre ambas Iglesias. Esta iniciativa coincide con la idea de Francisco sobre el ecumenismo como un caminar unidos hacia una meta.
En la calle de Borgo Pio, a pocos metros del Vaticano, encontré hace unas semanas a un grupo de obispos luteranos junto a representantes de la Iglesia Católica. Estaban en un restaurante discreto, compartiendo pasta y pizza, en un clima de cordialidad. Formaban parte de la delegación de la Iglesia Evangélica Luterana de Finlandia, que al día siguiente se encontraría con el papa Francisco para presentarle los frutos de un diálogo de varios años.
«Creciendo en comunión» es el documento al que se ha llegado después de tres años de trabajo entre católicos y luteranos de Finlandia. No se trata de un acuerdo global, con todo tipo de detalles, sino un “paso decisivo del peregrinaje común entre luteranos y católicos”, como asegura Simo Peura, obispo luterano de Lapua, en Finlandia. Y es algo que coincide con la idea que tiene el papa Francisco del ecumenismo, como un caminar unidos hacia una meta.
La parte positiva de este documento conjunto es que demuestra la posibilidad de encontrar elementos de acuerdo, más allá del llamado «ecumenismo de la sangre», relacionado con el martirio. Una realidad que une especialmente a los cristianos que sufren en Oriente Medio y en otros países en que se vive la persecución.
La parte negativa es que, de momento, el documento se ciñe a la Iglesia Luterana de Finlandia. Un único país, ya que el mundo protestante está muy dividido, es muy difícil encontrar interlocutores generales. Dentro de cada denominación no hay una autoridad respetada internacionalmente, por lo que el diálogo ecuménico se hace realmente complicado, significa ir ciudad por ciudad y, en ocasiones, parroquia a parroquia.
La dispersión de la autoridad, la falta de interlocutor, es un fenómeno que también hace difícil el diálogo en el mundo ortodoxo. La diplomacia vaticana debe hacer equilibrios para no herir a unos u otros en función del protocolo, de una invitación o un gesto que puede ser malinterpretado en Constantinopla, Atenas, Moscú o Kiev, entre algunos centros de poder ortodoxo.
Los expertos en ecumenismo aseguran que las posibilidades de acuerdo, sobre el papel, son mucho más sencillas con las iglesias ortodoxas, puesto que la esencia de la fe permanece estable. El problema es que se ha llegado a un punto de estancamiento. En cambio, con el mundo de las iglesias «reformadas», al haber más elementos diferenciales, hay más campo para avanzar.
Y en este avanzar hay algunos puntos en los que el teólogo Philip Goyret, decano de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, considera destacables del mundo protestante. En su opinión, tenemos que aprender de los pastores protestantes su capacidad de comunicar el Evangelio, de predicar; en esta prédica también juega un papel importante el conocimiento de la Biblia, un elemento que durante siglos no se ha acentuado en el mundo católico y, en último lugar, la «sinolidad», el encuentro de los obispos.
La Iglesia Católica ha potenciado, desde el Concilio Vaticano II, la colegialidad y los sínodos. Es un tipo de encuentro que se ha revitalizado en la actualidad. Tras el Sínodo de la Familia de 2014, este mismo año 2018 celebrará un Sínodo de los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional y, para el próximo año 2019, está previsto un sínodo especial sobre la Amazonía. Este tipo de encuentros son frecuentes en el ámbito de las iglesias reformadas y facilitan el diálogo y la puesta al día de la fe.